Y, ¿ahora qué?
Pasamos la primera, hemos pasado la segunda, “¿Y, ahora qué?”; ¿vamos a pasar esta tercera?; ¿habrá una cuarta y sucesivas más?
Estas son las preguntas que hoy todos nos hacemos, aunque no queremos exteriorizarlas por temor a unas respuestas afirmativas; porque claro está que la solución aún no es efectiva, y los cálculos más favorables nos sitúan en el horizonte de finales de 2023; y la inmensa mayoría nos preguntamos a nosotros mismos si llegaremos, o mejor en plan subjetivo, “¿yo, llegaré?”
Negros nubarrones se ciernen sobre nuestras mentes, básicamente por la falta de información clara, completa, contrastada y fidedigna; porque, además, los cambios de “mando” en estas situaciones no favorecen en nada a la confianza en el órgano rector, sino por el contrario, lo que crean es incertidumbre e inseguridad.
Y con toda esta negra perspectiva dijeron “no pasa nada, esto ya está vencido”; y aquí estamos de nuevo ahora en la tercera, que ya nadie cree que sea la última, en la que hemos superado los desfavorables índices de la primera y la segunda, por las nuevas variantes o sin ellas, pero superándolas con creces en contagios, en ocupaciones en las unidades de cuidados intensivos (las UCI), y lo que es peor, en número de fallecidos, aquellos que ya se nos han ido.
Porque el problema continúa estando, además de en la ciudadanía, bastante más en los profesionales del sector que, lamento decirlo, pocos creen ya que sepan por dónde va esto, y se limitan a proponer soluciones contundentes, drásticas y radicales, que tampoco han demostrado su eficacia, para tratar de atajarlo, pero sin tener demasiada confianza en ello.
Aparecen variantes del virus, nuevas “cepas”, y nuestros “sabios” quedan atónitos y perplejos, sin saber cómo y por dónde atajar, dando “palos de ciego” que, aunque hayan salvado bastantes vidas, resulta a estas alturas que “se han ido” al menos entre 70.000 y 75.000 compatriotas, ahora de todas las edades.
Y es que, ya lo hemos defendido en otros foros, la ciencia está muy bien, es necesario un mayor apoyo, ese al menos 2% del PIB, pero es que sin la tecnología, a la que habría que apoyar con un 1% del PIB, aplicada en la industria, nada será posible de los descubrimientos científicos, que se convierten en logros cuando con la tecnología llegan a los ciudadanos de nuestra sociedad a la que servimos.
Lo hemos visto sobradamente hace muy poco tiempo con una industria sobrepasada con la demanda mundial de vacunas, e interviniendo el poder económico sobre el necesario raciocinio de la necesidad humana en el mundo, haciendo de este mercado humano “un mercado persa” o mejor “un rastrillo”, en el que cada uno va a la suya, a sacar el mayor beneficio, el posible y el imposible o impresentable de “la subasta”; mírese el avance de beneficios de las farmacéuticas.
Como decíamos en la anterior parte II. Tras la demia, la actual, fundamental y verdadera carestía que tenemos hoy, es que nos falla “el mando”, quien tiene la obligación de saber mandar y hacerlo con conocimiento, razón y sabiduría, virtudes que “brillan por su ausencia” y, es más, son hoy llana y simplemente desconocidas o, lo que es peor, ignoradas por la clase “mandante” en todos los niveles de nuestra sociedad; así nos luce al final, en todo ámbito, campo y territorio geográfico.
Aunque debemos así mismo decir que algo bueno ha traído a la humanidad esta situación de pandemia, con excepciones poco honrosas por cierto, solidaridad de multitud de hombres y mujeres con sus semejantes, ayudando a aquellos más desfavorecidos de esta lamentable situación, que ha hundido la economía de la mayoría de los países, en la que bastantes países han ayudado a sus ciudadanos afectados por la situación económica; que no es nuestro caso, desafortunadamente.
Estamos todavía, y lo que estaremos, en el “vagón de cola”, esperando “como agua de mayo” unas ayudas de fuera, que Y, ¿ahora qué? Luis Francisco Pascual Piñeiro no hemos demostrado haber hecho algo para lograrlas y que, evidentemente, no van a regalarnos. Esta pandemia, activa en su tercer ciclo, etapa u ola, está haciendo que, además de pensar en una cuarta, una quinta u otras más a continuación, pensemos que más de un siglo después de aquella otra demia que asoló Europa en el primer cuarto del siglo pasado puede quedar como una “gripecilla”, en cuanto al número de fallecidos que puede alcanzarse.
La realidad actual de esta situación enquistada nos ha cambiado a todos la vida, pero no solamente en cuanto al aspecto familiar y de relación social, sino en el aspecto de cómo vivirla y para qué, pues hoy por hoy creo que los amantes del “money” ante todo ya habrán comprendido que de poco les sirve si no pueden llegar a gastarlo ni utilizarlo como fuerza del poder económico; economía que, por cierto, han logrado nos hunda a todos, me refiero a los ciudadanos normales, no a los muchos “enchufados” y “pelotas” de todo tipo que ganan 8, 10 o más veces el salario mínimo profesional, aparte de los que multiplican por 30 o más aquél.
Recordando lo dicho en partes anteriores a ésta, hagamos memoria de los muchos que nos han dejado, que ya no están con nosotros, cercanos y no tanto, familiares y amigos, vecinos y conocidos, por causa no sólo de esta pandemia, que también, sino además por otras causas naturales o por enfermedad, de quienes no hemos podido despedirnos; es necesario reconfortarnos y, bueno, recordar aquí y ahora la conocida frase máxima de Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.): La vida de los muertos está en la memoria de los vivos.
Y, es que al final, da mucho para pensar la situación actual, porque puede incluso llegar a decirse que no saben por dónde dar, o como dice el léxico popular, parece que “han perdido los papeles”; sí, y lo digo porque deberían muchos de ellos “volver a clase”, para aprender lo que no aprendieron; para entender, de una vez por todas, que no hay dos personas iguales, esa es la gran ventaja y el gran reto de la especie humana; que no pueden programarse, ni preverse las reacciones, pues cada uno de nosotros, por fortuna, somos distintos, como en léxico popular se dice, “de nuestra madre y nuestro padre”.
Sí, porque aunque algunos piensen que he equivocado el orden, sigo el lógico y natural, como dicen los portugueses “la madre es cierta, el padre puede”; por eso su primer apellido es el de la madre y el segundo el del padre, un camino mucho más sensato; contrariamente al nuestro.
Pues sí, así es, no han entendido todavía, tras muchos siglos de distintas medicinas, que cada cuerpo tiene reacciones distintas ante la entrada de “extraños”, las bacterias y virus lo son (primero las “féminas”), y cada uno reacciona diferente, según sus defensas (calidad y cantidad), es lo que dicen y llaman “carga viral”; pero esto, en consecuencia, no significa que toda persona reaccione igual, sino muy al contrario, reacciona diferente, lo vemos todos los días.
Por ello, unas personas tienen unos síntomas externos, que pueden o no asimilarse a la enfermedad de que se trate, otras tienen otros distintos y otras más no tienen siquiera; pero también las hay que, aunque tengan los mismos, los tienen en distinto grado o intensidad, esto es porque las defensas de su cuerpo han creado un número de “anticuerpos” distinto de unos individuos a otros, lo cual es lógico toda vez que, como ya dicho, intrínsecamente por naturaleza todos somos diferentes.
Unos dan positivo en las pruebas, los más negativo, y otros muchos más aun dando positivo primero, al poco tiempo ya dan negativo, justificación inequívoca que los positivos están todavía en fase de crear suficientes defensas, y los que luego dan negativo, que su cuerpo ya ha conseguido generar suficientes defensas como “anticuerpos” del patógeno de que se trate, bacterias o virus.
Por ello, el “chocolate para todos” es una aberración y un error que solamente se justifica por el muy aparente desconocimiento total de la situación, su origen, desarrollo y difusión o dispersión; sin hablar de las “mutaciones”, que esas sí que son completamente desconocidas; por lo que nos encontramos en la actual situación de espera a la cuarta, la quinta y quién sabe cuántas más.
Cuando hace ya un año de conocerse que algo nuevo había médicamente, que reclamaba una atención especial, por su desconocimiento total y novedad.
Fuentes: Red Internet, El Confidencial, El Periódico, Libertad Digital, News Medical y Nueva Tribuna.
Luis Francisco Pascual Piñeiro es Perito Industrial e Ingeniero Técnico Industrial.