Un año para la química

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Empezaron las matemáticas en 2000, vino luego la física en 2005 y este 2009 tenemos a la astronomía como protagonista. Naciones Unidas ha venido dedicando la etiqueta oficial de año internacional o mundial a ciertas disciplinas científicas, en una especie de reconocimiento de sus aportaciones al progreso y con la intención de subrayar la necesidad de acercarlas a la sociedad. En 2011 le toca el turno a la química.

Pese a la pomposidad de estas declaraciones, la proliferación de dedicatorias está consiguiendo que su propósito pierda buena parte de su eficacia. Este 2009, por ejemplo, está dedicado, además de a la astronomía, a la reconciliación, a las fibras naturales, al aprendizaje sobre los derechos humanos y a los gorilas. Además, aún ha pillado parte del Año Polar Internacional (finalizó el 1 de marzo) y se encuentra dentro de otros 10 decenios dedicados a otros tantos nobles propósitos. Si añadimos a la lista las semanas (cuatro) y los días mundiales o internacionales (este año son 92), resulta fácil colegir que la mayor parte de todas estas llamadas de atención pasan completamente desapercibidas para una inmensa mayoría de la población, entre otras cosas porque no consiguen encontrar un hueco en los espacios y tiempos de los medios de comunicación.

Pese a todo, las dedicatorias de carácter científico parecen cobrar más relevancia. Como muestra, no deja de resultar curioso que el doble aniversario de la teoría de la evolución (200 años del nacimiento de Darwin y 150 de la publicación de El origen de las especies) esté teniendo mucha más repercusión que la mayor parte de las celebraciones citadas, a pesar de no haber merecido el apoyo de Naciones Unidas. Otra prueba es que entre tanta dedicatoria, tan sólo el año de la astronomía, que conmemora el 400 aniversario del día en que Galileo Galilei apuntó por primera vez su rudimentario telescopio hacia el cielo, está consiguiendo cierta relevancia en cuanto a actividades de difusión de la disciplina y de fomento de la observación celeste.

Cabe pues esperar que el Año Internacional de la Química consiga atraer la atención de una sociedad que mira siempre con sospecha a tan noble ciencia. No cabe ocultar que los procesos químicos industriales han suscitado y suscitan problemas de contaminación, vertidos, generación de residuos peligrosos y un consumo a veces desmesurado de materias primas. Son la contrapartida de la producción de buena parte de los productos que han hecho nuestra vida más larga, más sana y más confortable. Y son, en cualquier caso, problemas que pueden y deben eliminarse o reducirse hasta su más mínima expresión.

Cada día interaccionamos con miles de objetos y sustancias que han sido posibles gracias a la química. Puede afirmarse que no hay nada de cuanto nos rodea que escape a su intervención. Como la propia resolución de Naciones Unidas recoge, gracias a la ciencia y la aplicación de la química se obtienen medicamentos, combustibles, metales y prácticamente todos los demás productos manufacturados, y su concurso es esencial para abordar problemas como el cambio climático, el acceso a agua potable, alimentos y energía y para mantener un medio ambiente saludable.

La declaración de la ONU insta a todos los estados miembros a que aprovechen la ocasión para impulsar iniciativas que permitan aumentar la conciencia pública de la importancia de la química y a promover un amplio acceso a los nuevos conocimientos que se producen de forma constante en el ámbito de esta disciplina.

Éste es un empeño que en España viene ya acometiendo el Foro Química y Sociedad, una institución creada en el año 2006 y que aglutina a sociedades científicas, asociaciones profesionales, sindicatos, ferias específicas y organizaciones industriales del sector, con el ánimo de promover el conocimiento y aprecio de esta ciencia. Una labor que encuentra una incomprensible oposición por parte de algunas organizaciones e individuos que en casos extremos llegan a negar la evidencia de los efectos positivos que la química ha ejercido en el desarrollo de los últimos 150 años.

Sin llegar a ese irracional fundamentalismo, el común de los mortales ve siempre con sospecha cualquier alusión a la química, sinónimo de artificial y por tanto encasillado como peligroso o al menos negativo, frente al aprecio que suscita lo natural. Hora es de desterrar prejuicios tan extendidos y aferrados al subconsciente como carentes de la más mínima base científica y conseguir que la sociedad sea capaz de apreciar las aportaciones que la química realiza en su vida cotidiana, sin por ello menospreciar los problemas que plantea ni desatender la exigencia de una química cada vez más sostenible y respetuosa con el medio ambiente. 2011 es una excelente ocasión para acometer semejante empresa.

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