Ser o parecer
Su breve ensayo Lejos de mí (Marbot, 2008) critica la idea de que, más allá de la identidad social, existe en cada hombre, aunque sea un tanto escondida, una identidad personal. Es decir,esa vieja leyenda de que detrás de esa identidad que surge del trato con los demás, y que consideramos falsa, una máscara llena de apaños y concesiones,hay en realidad un reducto donde se aloja la verdad última e íntima de cada uno. El autor sospecha que no hay semejante trasfondo, y que nuestra identidad es siempre prestada; en definitiva, que, como sentenció Lacan, el yo extrae toda su sustancia del tú que se la otorga.
“Lo que hace las veces de la identidad es pues un puzle social, que es tan abigarrado como inexistente la imaginaria unidad que debía sostenerlo” . Así pues, dice Rosset, la identidad social es la única identidad real. “No estamos hechos más que de piezas añadidas” , cuenta Rosset citando a Montaigne. Incluso para algunos eminentes sociólogos, como Richard Sennet o Erving Goffman, el grado de teatralidad de una sociedad da la medida de la vitalidad de su esfera pública.
Además, la obsesión por ponerlo todo a la vista no conduce necesariamente a conocernos mejor . Para los defensores de la teatralidad, no hay esencia susceptible de ser finalmente desvelada, lo que en el caso de los individuos significa que no cabe hablar de identidad personal. ¿Cómo es esto posible?
No obstante, aun cuando la identidad es el correlato social del yo, no puede haber identidad sin un yo que lo sostenga. El filósofo inglés John Locke hace depender la identidad individual de la autoconciencia del hombre: “Para determinar en qué consiste la identidad personal debemos averiguar previamente qué significa persona. Según mi opinión, esta palabra designa a un ser capaz de pensar, entender, que posee razón, reflexión y que puede verse a sí mismo como él mismo”. Esto implica relacionar identidad y memoria.
La identidad personal consistiría, pues, sólo en el “permanecer siendo igual” del ser racional, o sea, la conciencia que acompaña siempre al pens amiento y que lo distingue de otros seres pens antes. Sin embargo, contra est a idea se puede objet a r que hay casos de personas que por algún motivo, pierden la memoria. ¿Dejan de ser personas? ¿Pierden entonces su identidad? A lo mejor , como afirmaba Derek Parfit, “el yo no es lo que import a. ” O quizá haya que sustituir el aforismo de Des- cartes: “Padezco, luego existo” . En L e jos de mí se evocan al final los versos del hermoso epit afio de Martinus von Biberac h: “V engo de no sé dónde, / Soy no sé quién / Muero no sé cuándo, / V o y a no sé dónde, / Me asombro de est ar t an alegre” .