Oasis

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Aunque en la historia de la ciencia y la tecnología de nuestro paíslos páramos y desiertos sean mucho más grandes y visibles quelos oasis que salpican ese paisaje, conviene visitar estos de vez encuando, como un necesario ejercicio de homenaje a quienes trataron de que este país también fuera referencia por su investigación.Lo lamentable es que muchos de esos nombres, que en su momentotuvieron mayor o menor visibilidad pública, quedan con frecuencia sepultados en el olvido. Son oasis perdidos y es precisoredescubrirlos, rescatar su memoria, glosar sus logros, en ocasionesrealmente llamativos, y narrar su peripecia, habitualmentepintoresca por la propia rareza que ser científico en España suponía en tiempos no tan lejanos.

Dos de estos nombres han regresado este año a la actualidad, como protagonistas de sendas biografías que recogen sustrayectorias asombrosas. Uno de ellos es Mónico Sánchez, unmanchego de clase trabajadora, nacido en 1880 en Piedrabuena, que con 23 años se fue a Madrid para estudiar ingeniería,fascinado por las aplicaciones de la electricidad. Como la Escuelade Ingenieros Industriales de la capital estaba cerrada por huelgasestudiantiles, tomó la arriesgada decisión de ir a Estados Unidos,a pesar de que no sabía inglés, donde se estaba gestando la revolución de la electricidad, de manos de inventores célebres comoEdison y Tesla.

“TODA VIDA MERECE UNA NOVELA.LAS DELOS INVESTIGADORES MÓNICO SÁNCHEZ YODÓN DE BUEN LO SON SIN NECESIDAD DEUN FABULADOR QUE LAS ADORNE”

En Nueva York trabajó en diversos menesteres y realizó diversos cursos hasta conseguir su objetivo, entrar en la UniversidaddeColumbia y convertirse en ingeniero eléctrico. Trabajó endiferentes empresas y proyectos, como el de un prototipo deteléfono móvil, y realizó algunos inventos de gran repercusión enlaépoca, especialmente un aparato de rayos X portátil, de ampliautilización durante la I Guerra Mundial, que le convirtió en unhombrerico.En1913 regresó a su pueblo, que carecía aún desuministro eléctrico, para montar un laboratorio donde proseguirsus investigaciones y fabricar sus equipos de rayos X portátiles.Tuvo que montar él mismo la central que abasteciera al pueblo deelectricidad.

En este 2013, con motivo del centenario de su regreso al pueblo, Piedrabuena le ha rendido honores, mientras que el MuseoNacional de Ciencia y Tecnología exhibe una muestra amplia de susinventos en sus dos sedes, A Coruña y Madrid. Pero lo que más hacontribuido a devolver a la memoria de los especialistas la figuradel insigne ingeniero, emprendedor y pionero de la electrificaciónde nuestro país ha sido la biografía que, bajo el título de El granMónicoha escrito Manuel Lozano Leyva, catedrático de Física dela Universidad de Sevilla, publicado por editorial Debate.


Algo mayor era Odón de Buen, el fundador del Instituto Español de Oceanografía, de cuyo nacimiento se cumplen ahora 150años, cuya vida y obra ha vuelto a la luz de la mano del periodistaAntonio Calvo Roy, que han publicado una extensa e intensa biografía de este polémico personaje. Fue catedrático en Barcelona yMadrid, naturalista, oceanógrafo, intelectual, polemista, político,concejal, senador, republicano, ateo, librepensador, masón, presopolítico, exiliado y muchas cosas más. Introdujo el darwinismo enEspaña y lo enseñó en la universidad, lo que le valió enfrentamientos, denuncias y campañas de descrédito que casi le costaron lacátedra, pero se mantuvo firme en su defensa y, con la ayuda denumerosos estudiantes, consiguió defender su posición.

Aunque nacido en tierras del interior, en la localidad zaragozanade Zuera, descubrió el mar a bordo de la fragata Blanca, dondese instruían guardiamarinas y a la que fue invitado, con 22 años,para realizar investigaciones marinas. Aquel viaje determinó sufuturo científico, dedicando la mayor parte de su actividad a lacreación de diversos laboratorios biológicos marinos en diferentes ciudades costeras. Culminó su tarea con la fundación, en1914, del Instituto Español de Oceanografía, que casi un siglodespués mantiene su nombre y su dedicación.

Sus investigaciones no fueron tan notables como su capacidadpara gestionar fondos y ayudar a otros a investigar, dedicando susprincipales esfuerzos a difundir la ciencia de la oceanografía, crearinfraestructuras, buscar recursos económicos, conseguir barcospara la investigación, alcanzar acuerdos internacionales. Fue,además, un pionero de la divulgación en nuestro país, convencido de la importancia que para el futuro de su economía teníaconseguir una elevada cultura científica por parte de la población.Murió en México en 1945.

En el arranque de su libro, recuerda Calvo Roy que su padre,Manuel Calvo Hernando, pionero del periodismo científico en España,decía que toda vida merecía una novela. Las de Mónico Sánchez yOdón de Buen lo son sin necesidad de un fabulador que las adorne.Justo es recordarlas y repetirlas para que no vuelvan al desvándel olvido.

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