Nuevos paisajes

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“LA CIENCIA Y LOS CIENTÍFICOS CREAN EN OCASIONES ARTE INVOLUNTARIO Y A SU VEZ INFLUYEN EN LOS PINTORES QUE YA NO PUEDEN SUSTRAERSE A ESA OTRA REALIDAD QUE IMPONEN LAS NUEVAS IMÁGENES”

Mientras los paisajes naturales desaparecen o se transforman por diferentes causas, otros paisajes reales o virtuales pero no menos sorprendentes y bellos van conformando nuestro entorno debido sobre todo a los avances científicos y tecnológicos. En sus periplos por el cuerpo humano o por el universo, el microscopio, el telescopio o el satélite han puesto a nuestro alcance un catálogo de imágenes de una fuerza estética sobrecogedora, al mismo tiempo que nos revelan nuevos aspectos y dimensiones de esos paisajes convencionales (la película Tierra de la BBC es un buen ejemplo) que ya dábamos por sabidos. Gracias a esos instrumentos hemos ampliado el concepto de paisaje y también las maneras de representarlo, tal como se ha podido comprobar en dos exposiciones recientes de gran impacto público que se han sucedido en Madrid: Patinir y la invención del paisaje, en el Museo del Prado, y La abstracción del paisaje. Del romanticismo nórdico al expresionismo abstracto, en la Fundación Juan March.

Dicen los expertos que Joachim Patinir (1485-1524) fue el primer pintor europeo especializado en la pintura de paisaje (los orientales iban varios siglos por delante), si bien se considera que la primera representación pictórica de un paisaje totalmente autónomo, sin otros protagonistas, fue una vista de las dunas de Haarlem (Holanda) dibujada por Hendrick Goltzius en 1603. Luego vendrá un larguísimo listado de artistas ilustres, desde el admirado Caspar David Friedrich (1774-1840) y J. M. William Turner (1775-1851) a Jackson Pollock (1912-1956) o Mark Rotko (1903-1970), por citar cuatro nombres del canon artístico internacional que reflejan esa evolución del realismo más o menos matizado a la total abstracción que podemos resumir en esos inmensos cuadros monocromos de Rotko que tanto se cotizan. A ellos podríamos añadir otros artistas próximos a nosotros como Carlos de Haes, Joaquín Sorolla o Santiago Ramón y Cajal.

¿Qué pinta (nunca mejor dicho) don Santiago en todo esto? Bueno, quien haya visto sus paisajes neuronales en una exposición que hace varios meses recorrió diversos lugares de nuestra geografía, entre otros La Casa Encendida de Madrid, tendrá pocas dudas al respecto. Se trata, claro, de dibujos científicos que traducen las imágenes del microscopio, pero también se consideran obras de arte. ¡Qué no hubiera dibujado el nobel aragonés de haber contado con los medios actuales! Paisajes neuronales, fue precisamente el título de otra exposición posterior que pudo verse en el Museo de la Ciencia de Valladolid. Dibujos, iluminados en este caso, de cuyo mérito artístico nadie puede dudar. O sea, que la ciencia y los científicos crean en ocasiones arte involuntario y a su vez influyen en los pintores que ya no pueden sustraerse a esa otra realidad que imponen las nuevas imágenes. Casi podría decirse que la abstracción pictórica no es otra cosa que lo real a vista de microscopio o de satélite.

El viaje por estos nuevos paisajes ofrece alternativas inagotables, de lo infinitamente pequeño a lo incomprensiblemente grande. De la célula a la galaxia. El pasado mes de abril publicó el suplemento Natura del periódico El Mundo un bellísimo reportaje (La tierra como arte), una preciosista selección de fotografías de nuestro planeta suministradas por el satélite Landsat 7: el río Volga, los desiertos de Taklimakán y de Namibia, el Golfo de México… Estos y otros lugares aparecen también en un interesantísimo reportaje televisivo en el que un astronauta ruso explica con místico entusiasmo las grabaciones que ha ido realizando desde la nave espacial durante largas noches de insomnio deambulando alrededor de la Tierra. Recordemos en este sentido el programa divulgativo Earth as Art, impulsado por la NASA.

¿Y qué decir de los paisajes virtuales? La Fundación Miró de Palma de Mallorca inauguró el pasado mes de noviembre una exposición titulada Metapaisajes, con obras bellísimas de Fontcuberta, Knaub, Snibble y otros. El arte digital se impone a un ritmo vertiginoso, pero no hace falta ir a las galerías o a las bienales para contemplarlo. Basta asomarse a alguno de esos videojuegos de matar por casa para hacerse una idea aproximada de los modelos estéticos del futuro. Acabaremos confundiendo el mundo real con el virtual, como ya nos ocurre con esas manipulaciones cinematográficas tan perfectas que nos suministra Hollywood.

Hace tres siglos el ser humano vivía indiferente al paisaje, como bien demuestra la propia historia de la pintura, pero hoy nos resulta imposible. Todo es ya paisaje. Lo que vemos, lo que somos, lo que construimos, lo que escuchamos (se acaba de celebrar un “encuentro iberoamericano sobre paisajes sonoros”) y hasta lo que soñamos. ¿Qué paisajes nos irá desvelando la física de partículas, la nanotecnología o la revolución digital? ¿No habría que revisar, por cierto, el concepto de espacio protegido?

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