No hay final sin retórica

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Siempre es difícil y comprometido citar frases de terceras personas fuera del contexto en el que fueron escritas o pronunciadas. Con esta advertencia, quiero rescatar para el debate y la reflexión algunas recientes declaraciones (las cursivas son mías) de distintos cargos sobre la reforma de las titulaciones universitarias y el proceso de Bolonia. Así, el conseller valenciano de Empresa, Universidad y Ciencia y anterior rector de la Universidad Politécnica de Valencia dice el 11 de enero: “El proceso de Bolonia se ha quedado obsoleto antes de nacer”. Y añade: “El punto cero de lo que tiene que pasar en la Universidad para que sea moderna es desacralizarse y perder la idea de que es el centro del mundo porque ya no tiene monopolio de nada”.

Por su parte, el presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE) expresa el 16 de enero en un artículo titulado ¿Encrucijada o callejón sin salida?, como puede deducirse del titular, múltiples pensamientos, dominando curiosamente sobre todos el de que las cuentas estén claras. Y dice: “En la actual encrucijada universitaria hemos de acertar, además, a elegir entre los caminos que no llevan por igual a Bolonia”. En otro pasaje escribe: “Mas que para alcanzar soluciones salomónicas al gusto de todos, que acaben por dejar las cosas como están en una especie de viaje a ninguna parte…”.

Un catedrático de matemáticas de la Universidad de Cantabria y asesor del programa de Convergencia Europea de la Aneca, en otro artículo del día 18 de enero titulado Replanteemos el problema, trata de analizar las reformas universitarias respecto a las profesiones. No sabemos si en ella incluye la de los docentes universitarios. En cualquier caso cuestiona lo que haya sido capaz de aprender el profesional. “La Universidad, la española, la europea o la de cualquier otro país, no está en condiciones de garantizar que sus titulados hayan adquirido toda la formación que justifiquen unas atribuciones profesionales amplias y definitivas, a la antigua usanza.” Y acaba su artículo de la siguiente manera: “La cuestión será entonces seleccionar una solución que proteja a los ciudadanos de los gremialismos que acechan a las carreras profesionales, pero ése será otro problema”.

El 17 de enero, la directora general de Universidades recibe al Instituto de Ingenieros Técnicos de España (Inite), y de la nota informativa de esta institución se desprende de forma inequívoca algo que escuchamos en un pleno de nuestro Consejo General hace unos meses por esta destacada responsable del Ministerio de Educación: “para las ingenierías las carreras se estructuren con 240 créditos ECTS incluido el proyecto fin de carrera”; “los másters con directrices generales propias no tienen sentido en las ingenierías”; “los grados y másters son nuevas titulaciones y no tienen nada que ver con las titulaciones actuales”; “el acceso a los másters está garantizado por ley para los ingenieros técnicos, con independencia de los requisitos de acceso a éstos”; “los títulos de grado serán los verdaderos títulos con relevancia social y profesional”.

El mismo 17 de enero, y quizá a la misma hora, nos recibía el secretario de Estado de Universidades a tres personas de nuestro Consejo General, y nos informaba de la propuesta que se iba a plan-tear en los próximos días bajo la fórmula del 3+1 para el título de ingeniero de grado. Los tres primeros años será una formación académica y el año adicional, prácticas en empresa tuteladas y proyecto fin de carrera; en total 180+60 créditos ECTS. El título de grado tendrá competencias plenas. Las atribuciones serán reguladas posteriormente por ley. El que sólo curse los tres primeros años académicos (180 créditos ECTS), no tendrá el título de grado, pero si podrá acceder al máster. El máster será de especialización con 120 créditos ECTS (dos años).

“LO MALO ES QUE EL RESULTADO FINAL DEL PROCESO DE BOLONIA –ESTAMOS CONVENCIDOS DE ELLO– ESTARÁ REGIDO NO POR EL INTERÉS GENERAL, SINO POR EL INTERÉS DE LOS MEJOR POSICIONADOS POLÍTICAMENTE EN SUS INTERESES DE GRUPO, YA SEAN PROFESIONALES, DOCENTES U OTROS INTERESADOS”

No debemos olvidar los múltiples documentos emitidos por muchas instituciones académicas, especialmente nuestras escuelas universitarias, con trabajos de gran calado, numerosos profesionales, el Ministerio de Educación, asociaciones de estudiantes. Curiosamente, no sabemos nada de sindicatos y empresarios, mientras la prensa prácticamente sólo habla con interlocutores de las universidades, como si todos los demás no existieran, salvo casos excepcionales.

Por cierto, ¿dónde está el Ministerio de Industria en estos nuestros problemas? Personas mejor informadas y autorizadas que nosotros lo llamaban el ministerio silencioso. Lo que esperamos es que se tomen iniciativas, se hable menos entre bastidores y mejoremos en nuestra democracia participativa.

Si a esta batería de opiniones diversas concentradas en tan pocos días, se le añaden los seis años que llevamos a cuestas con reuniones, estudios, congresos, Mesa de la Ingeniería, Inite, Unión Profesional, Upi, Universidades y todas las opiniones vertidas en múltiples medios informativos, sin duda alguna el desconcierto mental nos aboca al ¡sálvese quien pueda!

Algunos tal vez puedan pensar que la situación no es tan mala, cuando hay tanto debate y controversia; ciertamente esto es positivo y así debemos pensarlo todos. Lo malo es que el resultado final –estamos prácticamente convencidos de ello– estará regido no por el interés general, sino por el interés de los mejor posicionados políticamente en sus intereses específicos de grupo, ya sean profesionales, docentes u otros interesados. Alguien podrá decir que ésta es una expresión tal vez desencajada, pero ya tenemos el ejemplo evidente de las atribuciones profesionales en materia de telecomunicaciones de infraestructura comunes en edificios. Tras tener “los industriales” atribuciones desde hace 70 años en una materia, de forma retroactiva, sin pensarlo dos veces, sin preguntar, con dos sentencias favorables del Tribunal Supremo, fuera del contexto de las profesiones, a la vista de una reforma universitaria de gran calado que está llegando y que podía esperar, sin tener en cuentas las miles de personas que viven de ello, y en una ley que no viene a cuento, nos despojan por la puerta trasera. Y todo porque otra profesión de forma hábil y silente, con un posible superenchufe, contacta con unos cuantos diputados y consigue el triple salto mortal sin red, sin que se enteren las otras partes interesadas. No sabemos si esto hay que calificarlo de inseguridad jurídica o de cachondeo, o es que somos unos inútiles que no nos enteramos.

Con esta vara de medir se nos antoja imprevisible el final de las reformas de las enseñanzas universitarias. Hace tiempo constatamos que los más altos responsables políticos de educación desconocen absolutamente todo de nuestra profesión, sus estadísticas, su antigüedad, su propio nombre, su mercado laboral, sus atribuciones, su historia académica y profesional…; y si no podemos llegar más arriba para contarlo es sencillamente porque no nos dejan. Pero todo esto tiene su lógica, porque no quieren enterarse, ni éstos ni los de antes, de que somos sociedad civil, agentes sociales, corporaciones de derecho público, y que lo más cómodo es quitarse de encima a los grupos profesionales organizados. Jamás ningún grupo político de la democracia ha querido desarrollar el artículo 36 de la Constitución de 1978. Nuestra opinión colegiada es que se está despilfarrando una parte importante del acervo democrático del país con los profesionales, y que se pagará por ello tarde o temprano. No somos ni mejores ni peores que las organizaciones sindicales o empresariales, pero somos sin duda más independientes en todo, y en ello radica uno de nuestros problemas.

Compañeros y compañeras colegiados, estudiantes de Ingeniería Técnica Industrial, estad pues preparados: la calle debe ser lo último, si no tenemos otra opción. Somos muchos y defendemos no lo que somos ahora sino el futuro de las ingenierías. En este asunto hay muchos intereses absolutamente ajenos a lo que interesa al país, y no les temblará la mano a los que confunden un título académico con un título nobiliario, dicho sea con toda benevolencia.

¿Y dónde estamos nosotros? ¿Qué modelo defendemos para el ingeniero de grado? El de siempre, el que describía la directora de Universidades el pasado 17 de enero, del que hacemos mención líneas atrás. Es decir, 4 años con plenitud de atribuciones. En máster, sólo especialización. No nos gusta y no nos fiamos del modelo 3+1 ni de la versión 3+2, porque sólo atiende a los inmovilistas conservadores de los cinco años y sus derivadas de los másters paraguas y otras muchas prerrogativas insostenibles. Después de pasar discutiendo muchos años sobre el proceso de Bolonia, que ahora parece que algunos cuestionan, pretenden tener a todos contentos para que todo siga igual. El final se acerca, y esperamos que los retóricos, interesados y posicionados no se salgan con la suya.

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