Museo de las Ciencias Príncipe Felipe
El imponente edificio de Santiago Calatrava alberga numerosos espacios expositivos de grandes dimensiones sobre los principales dominios de la ciencia
Visto desde fuera, semeja el esqueleto de un dinosaurio descomunal varado sobre un charco de aguas cristalinas. ¿Quién no querría adentrarse en un lugar así? Otros han comparado la imponencia del edificio que Santiago Calatrava diseñó para albergar el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe de Valencia con una catedral futurista del saber. Pero cuando uno penetra en su interior se da cuenta de que la analogía del dinosaurio es más verosímil, pues ¿quién esperaría encontrar bullicio y escandalera en una catedral? Y en el Museo de las Ciencias de Valencia reina el alboroto. No podría ser de otra manera; el lema del centro lo deja bien claro: prohibido no tocar, no sentir y no pensar.
Una vez franquea la entrada, el visitante se encuentra con la mirada de 55 científicos de todos los tiempos que, bajo su propia silueta, nos recuerdan algunos de sus pensamientos. El de Nicolás Copérnico es casi una advertencia para el visitante que se dispone a adentrarse en el museo: “Que nadie espere nada seguro de la astronomía, pues nada cierto nos ofrece”. La ciencia sólo ofrece certidumbres provisionales, y aun éstas no surgen en los libros por generación espontánea, sino que hay que arrancárselas a la Naturaleza a fuerza de experimentar con ella. Eso es lo que tendrá que hacer el visitante del Príncipe Felipe si quiere regresar a casa con alguna certeza.
Un péndulo de Foucault XXL
Uno de esos experimentos lo encontrará el curioso en la primera planta, en la denominada Calle Mayor. Se trata de un gigantesco péndulo de Foucault (en el Museo de las Ciencias de Valencia casi todo es talla XXL) de 34 metros de longitud que cuelga del techo a cierta distancia de una base circular con elementos móviles. El objetivo de todo el ingenio, hasta cierto punto simple, es demostrar que la Tierra gira sobre su eje, algo que ya cuentan los libros de texto pero sin que uno lo pueda experimentar.
Muy cerca de allí, en la misma Calle Mayor, el visitante se topa con una representación artística de la molécula de ADN. 15 metros de ácido desoxirribonucleico en forma de escultura que esconde un mensaje genético que de be ser descifrado por el público más entendido. En cualquier caso, la enorme molécula de ADN marca con rotundidad la querencia especial del Príncipe Felipe por la biología y, en especial, por la genética.
De hecho, la planta tercera acoge la mayor exposición sobre el genoma humano. 7.000 metros cuadrados dedicados al que posiblemente es el mayor hito de la ciencia moderna: el desciframiento del código genético. La exposición Vida y genoma se distribuye en cuatro grandes secciones. En la primera de ellas se intenta responder a la pregunta ¿qué es la vida? En la segunda se propone un viaje a la Amazonia para concienciarse acerca de la importancia del estudio y conservación de los recursos naturales amazónicos como parte activa de la cadena de la vida en la Tierra. En la tercera sección se aborda la historia de la vida: desde la aparición de los primeros átomos y de los primeros organismos vivos, hasta la salida de la vida hacia otras regiones del Universo. El vuelo simulado en el transbordador nos lleva a la Estación Espacial Internacional, la ciudad del espacio actualmente en construcción.
Bosque de cromosomas
Pero tal vez la más atractiva sea la cuarta sección, el Bosque de cromosomas. Se trata de una representación a gran escala –cómo no– de los 23 pares de cromosomas del genoma humano. En torno a cada par de cromosomas se desarrollan numerosos módulos interactivos relacionados con genes concretos de cada uno de ellos y con su funcionamiento.
Más de 18 millones de personas han paseado por el Bosque de cromosomas desde que el Museo de las Ciencias de Valencia abriera sus puertas en noviembre de 2000. Pero antes de llegar a esa última planta han recorrido otras salas hasta completar 30.000 metros cuadrados de superficie dedicadas a muy diversas actividades relacionadas con la divulgación de la ciencia.
Los juguetes del Exploratorio
Pero uno de esos lugares es el Exploratorio, una de las exposiciones más interactivas y que más acusa el desgaste causado por las miles de manos de escolares que pasan por sus juguetes de experimentación cada día. De hecho, es muy probable que el visitante se encuentre con muchos de los elementos fuera de servicio.
En cualquier caso, el Exploratorio experimenta con temas tan diversos como óptica, electromagnetismo, efectos luminosos, experimentos con colores, visión, mecánica y física. Para ello se reproducen los principales fenómenos de la naturaleza tal y como se perciben, aportando la explicación de sus correspondientes principios científicos. Jugar experimentando con la luz, el color, el sonido, la electricidad, los gases, las formas geométricas básicas y las fuerzas físicas elementales per-mite apropiarse de una dimensión de los conocimientos que los libros no pueden ofrecer.
En el Exploratorio se puede tejer y destejer un arco iris, partir haces de luz blanca, cazar nuestra propia sombra, empaquetar aires, conocer las huellas dactilares de distintos gases de colores, mezclar sonidos, crear luz, hacer rodar ruedas cuadradas o fundir nuestra cara con la de un amigo en una sola.
Más allá de estas exposiciones lúdicas, el Museo de las Ciencias de Valencia reserva parte de su espacio a celebrar conferencias de los científicos relevantes que visitan la ciudad. Además, el Príncipe Felipe se ha convertido en el centro de referencia para multitud de ciudadanos que desean observar con detalle los principales acontecimientos astronómicos.
Los contenidos siguen y siguen. Se quiera o no, la magnitud del edificio impone su dominio sobre el contenido. Al final, puede que la necesidad de llenar una superficie tan grande con contenidos científicos, provoque en el visitante una cierta saturación por exceso de exposiciones, una sensación de caos. Todo dependerá de la curiosidad y capacidad de atención de cada cual. Pero en ese desafío siempre ganará el Museo de las Ciencias porque es capaz incluso de albergar una exposición sobre el Titánic (Titanic. The Exhibition), que nada tiene que ver con la ciencia. Lo dicho: un dinosaurio descomunal.
MÁS INFORMACIÓN
Museo de las Ciencias Príncipe Felipe
Dirección:
Avda/ Autopista del Saler, 7. 46013 Valencia
Internet:
www.cac.es/museu
Teléfono:
902 100 031
Horario general:
Abierto todos los días menos 24, 25 y 31 de diciembre. Del 2 de enero al 30 de junio y del 16 de septiembre al 30 de diciembre: de 10:00 a 19:00 h. Del 1 de julio al 15 de septiembre: de 10:00 a 21:00 h.
Precio:
Adultos: 7,50 euros. Reducida: 5,80 euros. Escolares: 4,10 euros. Grupo adultos: 5,40 euros.
Inauguración:
2000
Director:
Manuel Toharia