Morir de necesidad
Uno de los grandes retos a los cuales nos enfrentamos los colegios profesionales, en general, y el de ingenieros técnicos industriales, en particular, es el hecho de la fuga o, mejor dicho, de la falta de colegiados. ¿Qué ha ocurrido para que se haya perdido ese corporativismo?
La Ley 2/1974 de 13 de febrero, creaba el marco que permitía la ordenación de la profesión, la defensa de los intereses de los colegiados, y también la de los consumidores; posteriormente la Ley 25/2009, de 22 de diciembre, la llamada Ley Omnibus, introdujo simplificaciones de los procedimientos, para dotar de mejores condiciones de prestación de servicios a la ciudadanía. Entonces, siendo éste un triángulo idóneo para el desarrollo de la profesión, ¿qué ha ocurrido?
Antes, cuando un perito industrial y, más tarde, un ingeniero técnico industrial terminaba la carrera, una de las primeras cosas que hacía era colegiarse. No puede achacarse a su obligatoriedad, ya que ha sido y sigue siendo por la gran mayoría desconocido este hecho, sino por la razón de pertenecer a un colectivo que pudiese ayudarles y acompañarles en su nueva singladura profesional.
¿Y qué ha cambiado? ¿La crisis? ¿Las nuevas tecnologías? ¿El relativismo?
Debemos ser objetivos y tener en cuenta que la crisis que ha azotado a nuestro país en la última década ha afectado de manera sustancial al colectivo. Muchos de nuestros compañeros perdieron su puesto de trabajo, y tuvieron que buscar sustento allende nuestras fronteras; lo que ha permitido, por buscar el lado positivo, exportar nuestra capacidad y creatividad a otros países, y demostrar que los ingenieros técnicos industriales españoles nada tienen que envidiar a los de otros países, supuestamente más tecnológicamente avanzados.
La profesión de Ingeniero Técnico Industrial se postula como el referente de un futuro marcado por el desarrollo tecnológico.
Hoy en día, los colegios profesionales ofrecen muchos servicios, tantos como posibilidades de trabajo ofrece la profesión.
Pensar que las nuevas tecnologías son las culpables y que Internet es la caja de pandora, por la cual los ingenieros técnicos industriales no se colegian, tampoco sería acertado. Es cierto que hoy tenemos todo el saber en la palma de la mano. Con un solo click podemos ver videos de presentaciones, acceder a cursos, ver el diseño de una mega fábrica o de un cohete espacial o cualquier cosa imaginable. Ya no necesitamos acudir a una conferencia para saber cuál es el último descubrimiento, ni es necesario ir a una feria para estar a la última en desarrollos tecnológicos. Streaming, Youtube o los teléfonos inteligentes de última generación, por citar alguno ejemplos, son herramientas que forman parte de nuestra vida cotidiana y nos han hecho más fácil el desarrollo de nuestra profesión.
Pero, ¿y el factor humano?
Eso no puede solventarse a través de una pantalla. Para eso están los colegios, para escuchar a sus colegiados en su devenir profesional, con sus inquietudes, con sus ilusiones y sus proyectos. Hoy en día los colegios profesionales ofrecen muchos servicios, tantos como posibilidades de trabajo ofrece la profesión. Los colegios hemos tenido que avanzar al mismo tiempo que la tecnología, para poder estar a la altura que requieren las necesidades de nuestro colectivo. Sin embargo, las estadísticas no reflejan una relación directa entre servicios y el uso de las mismas.
No podemos dejar de lado el relativismo. Ese “da igual”, “yo puedo solo” o “no me interesa”. Es cierto que hoy en día los planes de estudio son muy exigentes y que los jóvenes salen muy formados de las universidades, pero tras esas paredes de estudio y conocimiento, existe el mundo real, esa batalla diaria a la que tenemos que enfrentarnos, en un mundo cada vez más globalizado y más competitivo, que muchas veces no perdona nuestros errores. Antes, los más jóvenes se apoyaban en los mayores, fuente de conocimiento y sabiduría, pero sobre todo de experiencia. Y ahí estaban los colegios profesionales, para ayudarles, apoyarles y acompañarles.
Parafraseando a John Fitzgerald Kennedy, deberíamos preguntarnos, no lo que el Colegio puede hacer por nosotros, sino “qué podemos hacer nosotros por el Colegio”; ya que ello nos llevaría a ayudar a otros compañeros, a ampliar los conocimientos, pero sobre todo a engrandecer nuestra profesión, la profesión de ingeniero técnico industrial, que hoy más que nunca se postula como el referente de un futuro marcado por el desarrollo tecnológico a gran escala. Si los colegios no existieran, habría que crearlos, ya que son los garantes de la profesión y del buen hacer de los profesionales defendiendo sus derechos, pero también exigiendo el cumplimiento de las normas a las cuales están sujetos.
No debemos olvidar que los colegios profesionales contribuimos al progreso de la sociedad.