MIGUEL DELIBES DE CASTRO

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Miguel Delibes de Castro nació en Valladolid en 1947. Es doctor en Ciencias Biológicas e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde fue director de la Estación Biológica Doñana de 1988 a 1996. Colaborador habitual de revistas sobre ecología, su labor divulgadora –que comenzó con Felix Rodríguez de la Fuente, con quien participó en la redacción de la enciclopedia Fauna– la ha volcado también en libros como Vida, La naturaleza en peligro y más recientemente, en colaboración con su padre, el escritor Miguel Delibes, en La Tierra herida. Por su labor ha sido galardonado con el premio del mérito a la Conservación del WWF Internacional, el premio de protección ambiental de la Junta de Castilla y León y el premio a la protección del medio ambiente Rei Jaume I, entre otros. Con posterioridad a la realización de esta entrevista, Miguel Delibes de Castro fue galardonado con el Premio Nacional de Investigación en la categoría de Recursos Naturales. De carácter tímido y muy amable, habla de los problemas del planeta Tierra con una profunda esperanza que no le permite el derrotismo: “El hombre tiene la facultad de darse cuenta de lo que hace, y en eso es en lo que yo confío”.

“UN MUNDO AMABLE EXIGE QUE SE DÉ LA BIODIVERSIDAD DE LAS ESPECIES ”

Está considerado como uno de los mayores expertos españoles en biología de conservación. ¿Cuales son sus proyectos actuales? Ahora personalmente llevo menos proyectos de investigación. Estoy metido en muchas tareas de divulgación y difusión científica, doy muchas conferencias, seminarios y mesas redondas. Estos días estoy atareado con la Sociedad Española de Mamíferos, de la que soy el presidente, preparando la asamblea anual y un congreso a primeros de diciembre en Valencia. Participo, evidentemente, en diversos proyectos de investigación; recientemente he estado en México estudiando la evolución de unas especies de lagartijas propias de la baja California. En julio estuve en Brasil, trabajando en métodos de detección de carnívoros en la selva. En Doñana dirijo algunos trabajos sobre ratas de agua y nutrias. Bueno, son muchas cosas a la vez, tal vez estoy más disperso de lo que debería.

Parte de su trabajo está centrado en la defensa de la biodiversidad del planeta. Bueno, pero esto es tan amplio que no es centrarlo. Con toda sinceridad, a veces me pregunto qué hago, con lo cual tu primera pregunta me ha dado de lleno. Hasta los 50 años, uno es un investigador más centrado en lo suyo, en uno o dos proyectos que te absorben totalmente. Yo digo, medio en broma medio en serio, que ya estoy medio jubilado, y entonces haces más cosas de las que hacías.

¿Las especies que está estudiando están en peligro de extinción o las estudia por otras razones? Nunca un investigador intenta contestar un problema muy específico, por lo menos en nuestra área; lo que estudia son modelos que pueden servir para diversas aplicaciones. Por ejemplo, la rata de agua vive en Doñana en lagunas que están aisladas en medio de un ambiente hostil. Estas lagunitas están en un medio seco y tienen la necesidad de conectarse entre sí dispersándose en un sistema que llamamos de metapoblaciones. Este estudio de poblaciones que están aisladas entre sí es un muy interesante para aplicarlo a especies en peligro, como el propio lince. La rata de agua es más fácil de estudiar porque hay más, es menos grave manejarla y participar en su vida, por lo que sirve como modelo de la especie con distribución metapoblacional. El seguimiento de las nutrias es por otro motivo. Las nutrias se vieron afectadas por los vertidos de Aznalcollar en el Guadiamar. Este tema sí que es directamente de conservación, así que su estudio nos permite saber qué está pasando en el ecosistema y como afectan los metales pesados. Mientras sigan envenenándose significa que el río no esta limpio. Hace dos años todavía había metales pesados.

Siempre se le ha identificado con la conservación del lince, ¿sigue implicado en su defensa? Yo sigo participando en proyectos relacionados con el lince, pero en estos momentos, en la mayoría de ellos, el investigador responsable es Paco Palomares que hizo la tesis conmigo y ya sabe más que yo. Real-mente es la especie con la que yo más identifico mi trabajo, porque con él empecé hace más de 30 años. Creemos que del lince ibérico, que es una de las cuatro especies que hay en todo el mundo, no quedan más de 200 y en Doñana deben quedar 40 o 50, que son poquísimos. Es la especie de felino de gato salvaje con mayor peligro de extinción.

¿Nos debería preocupar la pérdida de biodiversidad en el planeta? Sin lugar a dudas nos debería preocupar. Una parte de culpa para que no nos preocupe es nuestra poca sensibilidad y la otra, tal vez la tengamos los que nos somos capaces de transmitir este problema. A la sociedad le preocupa la contaminación porque piensa que va a afectar a su alimento; el cambio climático, porque hay inundaciones, sequías, catástrofes que nos ponen en peligro, pero que desaparezca el lince o el escarabajo, sólo da pena, pero se piensa que no nos afecta. Y sí que nos va a afectar, quizá a medio plazo no, pero necesitamos esa biodiversidad para que el mundo funcione de una manera agradable para nosotros. Un mundo amable exige que se dé la biodiversidad de las especies.

Las cifras que suele manejar para exponer esta pérdida, sin lugar a duda son inquietantes. Sí, no lo digo yo sólo, se dice que se pierden 72 especies por día, 27.000 al año. Estas son estimaciones muy groseras ya que no se sabe en realidad, pero como la sociedad siempre quiere datos, certezas y certidumbres se manejan estos datos que son realmente escalofriantes.

¿A quién habría que pedir la responsabilidad de esta situación? En un problema global y es muy difícil asignar responsabilidades concretas. Sí que sabemos, porque es obvio, que la tiene el que seamos muchos y que consumamos tanto, además con gran derroche. De que exista mucha población en el mundo, ¿a quién se le puede echar la culpa? A la injusticia. Ahora cuando he estado en México me contaban que al no haber retiros o jubilaciones pagadas, no hay pensiones y para tener garantías que vas a vivir con dignidad tienes que tener hijos. En México, que es un país medianamente desarrollado, lo más importante es tener hijos. ¿Quién tiene la culpa de esto? La falta de solidaridad. Es difícil repartir la culpa.

El hombre es el gran depredador o uno de los mayores depredadores. Sí, puede decirse así. Pero el hombre es un depredador inteligente, con lo bueno y lo malo que tiene eso. Todas las especies de la Tierra, todas, tienen un imperativo biológico. Eso de crecer y multiplicaros de la Biblia, no se lo dijo Dios a Adán y Eva, se lo dijo un hipotético dios a todas las especies, animales, plantas, bacterias, a todos. Todos intentan, ya que eso es estar vivo, dejar cuantos más descendientes mejor. Ninguna especie se autocontrola. Se controla por los recursos que tiene disponibles o porque se la comen. Pero yo digo muchas veces: si los ratones pudieran conquistarían el mundo y acabarían provocando una catástrofe ecológica porque se lo comerían todo. Lo que pasa es que a los ratones se los comen, se mueren de frío, de calor, los envenenamos. Nosotros somos el depredador más exitoso, no el más grande ni el mejor, sino el que más éxito ha tenido. Las limitaciones biológicas las alejamos y tenemos, eso sí, la capacidad de darnos cuenta de lo que hacemos. En eso es en lo que yo confío.

Parece que estamos actuando con cierta lentitud para paliar ciertas situaciones que afectan al planeta. Después de varias cumbres, sólo ahora un protocolo como el de Kioto se pone en marcha. No tenemos que ser muy pesimistas. A mi padre, que tiene 85 años, le parece que hay lentitud si las cosas no se arreglan en un par de años, porque es consciente de que su vida no tiene mucho horizonte por medio; para él, todo lo que no esté arreglado ya, es que va muy lento. Para mí, lo que no se arregle en 20 años, pues igual; para ti, en 40, y para mis nietos todavía no corre mucha prisa. Yo creo que nuestra estimación del tiempo es un poco equívoca. El tiempo de la Tierra no es tan exigente, tan estricto. Esta mañana he estado con un grupo de gente joven que me preguntaba qué ha pasado en los últimos 30 años para que ahora se hable de medio ambiente y antes no. Lo que ha pasado en este tiempo, que es un soplito en la vida de la Tierra, es que nuestra percepción del problema ha cambiado radicalmente. Antes no existían los ministerios de medio ambiente, ni los secretarios y las cumbres eran algo muy polémico, donde se discutía si había o no problemas medio ambientales.

¿El interés por el medio ambiente viene porque aparece un desastre detrás de otro o porque comienza a haber una conciencia respetuosa con la naturaleza? Un poco de todo. Los científicos hemos tenido un poco de éxito para que parte de la gente se crea que hay que cuidarlo. Los desastres ayudan a creérselo más. Ahora la gente joven es distinta, tiene otra educación, lo que en los colegios pudo empezar como una moda, en estos momentos tiene trascendencia. Los actores de cine se reclaman ambientalistas. Hay una historia sobre coches que me han contado que me gusta mucho. Parece ser que en la General Motors, como en otras empresas americanas, lo que contaba eran los valores tradicionales de la sociedad, así que la apuesta de futuro era hacer coches cada vez más rápidos, seguros, que consumieran poco y que fueran baratos. Era lo que la gente quería, pero no contaron con que contaminaran poco y eso lo tuvieron en cuenta los japoneses porque vieron que la sociedad pedía cada vez más esto y lo había incorporado como valor. En la gente empieza a calar que la contaminación afecta a los demás, a todos. Esto ya no lo decimos solamente los naturalistas, los biólogos. Ahora ya lo dicen las empresas, los bancos.

¿Y los políticos? En los países con democracias o con aparentes democracias, yo creo que hay políticos que tienden a hacer lo que la sociedad les demanda.

Pero algunos países como EE UU no han firmado el protocolo de Kioto. Tal vez porque no perciben que la sociedad americana lo demande o quiera, pero a lo mejor ahora cambia y lo tienen que firmar. De hecho, ¿qué pueden hacer los ciudadanos? Siempre se dice que votar. Hace años los norteamericanos votaron a Bush y no a Gore, este último sí iba a firmar el protocolo de Kioto. Sólo por tres mil votos se perdió que EE UU votara a favor y posiblemente hubiera tomado la iniciativa de ponerse a la cabeza y hubiésemos ganado seis u ocho años en este proceso. Cuando un Gobierno dice, en lugar de conservar el ambiente vamos a hacer otra autopista, es porque perciben que en el fondo la mayoría de los ciudadanos quieren eso. Pero a pesar de esto, yo sí creo que tienen una parte de responsabilidad de lo que ocurre en la sociedad.

Algo parecido ocurrió con el trasvase del Ebro. ¿Cuál es su opinión con respecto a la decisión del actual Gobierno? La comparto y la defiendo. Yo creo que era malo ambientalmente hacer el trasvase, que era una barbaridad, que no iba a solucionar muchas cosas, sólo a corto plazo y sobre todo que no se había considerado suficiente la necesidad y a qué se llama necesidad. A mí me parece muy importante frenar, lo que no quiere decir inmovilidad absoluta, nuestra dinámica de hacer todo igual requiriendo cada vez más recursos, porque esto no va a ningún lado. Naturalmente también defiendo que si no hay agua en algún lado y ésta es imprescindible, hay que facilitarla de la manera que sea. Pero si es para hacer más campos de golf, no veo la necesidad, y eso es lo que hay que debatir. El trasvase era una obra faraónica que iba a afectar al delta del Ebro, que afectaba al propio río. Como naturalista a mí me irritan mucho los que dicen que el agua que va al mar es un agua perdida. Los ríos van al mar llevando sus nutrientes de los que se alimentan las sardinas y las anchoas que luego nos comemos. Se sabe que del agua que vierte el Ebro al mar dependen las pesquerías del año siguiente en toda la costa catalana.

¿Qué líneas prioritarias debería tener un ministerio de Medio Ambiente? Creo que llamar la atención sobre algunas cosas, ya que tampoco pueden hacer mucho al estar la mayoría de las competencias transferidas. Pero sí pueden concienciar, por ejemplo, sobre el proceso creciente y rapidísimo de urbanización en España. Puede hacer vuelos y decir que la tasa de cemento que hay por metro cuadrado en España excede a la de cualquier otro país, lo que nos lleva a perder ecosistemas con una gran rapidez. En la gestión de la biodiversidad no tienen toda la responsabilidad, ciertos espacios protegidos ya no dependen de él, pero tiene que coordinar esta situación.

Tiene otros libros, pero escribir La Tierra herida con Miguel Delibes, dialogar con su padre, imagino que fue una experiencia muy grata. No considero que sea el libro más personal, ni siquiera se abordan temas de los que yo sepa mucho, pero nos fue relativamente fácil hacerlo, es pequeñito. He escrito otros que considero más míos, que me han costado más esfuerzo, pero tener un hijo a medias con mi padre es muy gratificante. Me lo propuso él, le parecía una buena idea y le ilusionaba, pero me dijo que no me sintiera obligado. Naturalmente me encantó, y sobre todo que a él le hiciera tanta ilusión. El mes que estuvimos juntos, él estuvo muy contento, trabajó mucho. Le cuesta porque está desanimado, está deprimido. Los otros tres meses de intercambio de papeles, estuvo también muy animado, muy dinámico, canturreaba, y mis hermanos decían que hiciéramos más libros porque le estaba sentado fenomenal. Para mí, como hijo que vive lejos de él fue muy grato hacer algo útil y que él estuviera contento. Yo he querido transmitir ese mensaje desde que empecé a trabajar, el altavoz lo añade mi padre por ser una persona muy conocida y tener lectores infatigables que se apuntan a todo. Me ha permitido llegar a mucha más gente de la que yo solo hubiera podido.

También es ejemplo del diálogo que se puede establecer entre personas de distintos ámbitos para comprender el hábitat común que es la Tierra. Estos diálogos entre dos territorios intelectuales, el del investigador y el del escritor no se dan habitualmente. Sin embargo, sería deseable que se diera cierto trasvase de conocimientos. Esto es así, y es una pena. Las famosas dos culturas es verdad que existen y también se nota en el diálogo con mi padre. Por un lado los humanistas son más postmodernos, más relativistas, no creen en verdades absolutas; los científicos pensamos que nunca la alcanzamos, pero creemos que hay una verdad. La teoría de la evolución es cierta, la descubrió Darwin, y si no hubiese sido otro, al ser esencialmente verdad. Algunos intelectuales dicen que es una versión de una hipotética verdad, así que puede ser difícil entendernos. El humanista nos reclama certidumbres y te dice: ya que eres científico, dime exactamente lo que va a pasar. Los científicos huimos de eso como el gato del agua. Entre otras cosas nuestra obligación es creer que todo es mejorable, que nada es seguro del todo, cada vez le sacamos más punta a las cosas. Luego es difícil dialogar. Mi padre, a veces, se desesperaba conmigo y me decía: “no te vayas por las ramas, déjate de bobadas y concrétame más”. Mi padre dice que yo le enseñé mucho, pero él a mí también. Me mostró cómo la sociedad, incluso la que está mas predispuesta a la conservación de la naturaleza, no percibe los problemas. Cosas que para mí son muy evidentes, a mi padre le costaba entenderlas.

“LOS HUMANISTAS SON MÁS POSTMODERNOS, MÁS RELATIVISTAS, NO CREEN EN VERDADES ABSOLUTAS; LOS CIENTÍFICOS PENSAMOS QUE NUNCA LA ALCANZAMOS, PERO CREEMOS QUE HAY UNA VERDAD”

¿En que territorio se siente más cómodo, en la divulgación o en la investigación? Yo me considero, entre otras cosas porque me pagan por ello, más científico, más investigador. Siempre me ha apasionado investigar. Lo de divulgar lo he hecho siempre arrastras o refunfuñando. Empecé a trabajar con Felix Rodríguez de la Fuente, él me enseñó a escribir, a contar las cosas, trabajé tres años con él y parece que me salía bien y me pedían artículos, pero siempre lo hacía en horas libres. Luego, debo reconocerlo, investigar en primera línea es difícil. La edad de la investigación puntera posiblemente ya se me ha pasado. Leí un artículo de un premio Nobel en México que decía: no hagan caso cuando les hablen de los sabios mayores, éstos lo son con 30 o 35 años, y para él era un fraude la imagen de Einstein de sabio viejito con sus canas y pelos de loco. Todas sus genialidades las hizo a los 30 años y durante cinco años. Ahora sigo refunfuñando de la divulgación, pero me es fácil.

En La Tierra herida cuenta que el cambio climático puede estar afectando de una manera muy imperceptible. Las flores se retrasan o adelantan en salir, y a ciertos animales les puede costar ajustar sus ciclos a estas modificaciones. Ese lugar de desajuste de la naturaleza es inquietante. Esto tiene que ver con los ritmos de la naturaleza que no son los nuestros. El problema es el trastorno que puede producir el desequilibrio temporal que es grave. Que haga poco frío en Asturias posiblemente repercute en que haya pocos frutos de arándanos, porque las flores de los arándanos necesitan de unas horas de estar heladas para producir frutos. Si no hay arándanos, esto tal vez lleve a la desaparición de los urogallos. Esta consecuencia, tal vez no sea grave para la naturaleza, tal vez haya urogallos en los Alpes, lo grave es para nosotros que se pierdan. Que flores e insectos no coincidan en el tiempo eso es problemático para ambos.

¿Debemos preocuparnos con el cambio climático? Nos debemos preocupar mucho y ya. Si yo soy moderadamente positivo es porque la sociedad está asumiéndolo. Unas personas que están llamadas para resolver este problema van a ser los ingenieros ambientales, me parece muy importante esta especialización. Ya que son gente práctica, y los científicos somos más de decir dónde está el problema y ellos de resolverlo. En su día yo propuse que la disciplina de ciencias medio ambientales que se estudia en las facultades fuera una ingeniería, que fuera más práctica, más aplicada, y no tuve éxito. Espero que los licenciados en medio ambiente tengan éxito, pero no creo que tengan el perfil muy claro: si son gente de conocimiento o de resolver los problemas. Si son de conocimiento, tal vez un biólogo sepa más de biología, un químico más de contaminación, un abogado más de leyes, y si son gente de aplicación tal vez les falte la chispa del ingeniero para poner en marcha ciertos proyectos que necesitan de una buena gestión presupuestaria.

¿Qué opina de las declaraciones que hizo Lovelock de volver a las centrales nucleares para conseguir energía? El mundo ecologista se quedó un poco perplejo. Yo creo que los debates son buenos en el mundo de las ideas. Se siguen escribiendo artículos diciendo que el cambio climático es mentira, cuando el 80% piensa que se está produciendo. Es bueno que existan críticos e hipercríticos que te obliguen a replantearte tus opiniones. Lovelock trataba de provocar, él venía a decir que el drama del calentamiento global es tan gordo y la incapacidad de resolver la producción de CO2 tan marcada que aunque las nucleares sean muy malas no hay más remedio que escoger el mal menor que es ese. Esto, evidentemente, es algo que hay que debatir a fondo. Yo prefiero apuestas como la energía solar o eólica y creer que por ahí van las soluciones. Con la nuclear no tenemos soluciones para los residuos y es prudente no recurrir a ella, pero no me parece malo discutirlo y que se argumente qué problemas son más graves o menos graves. Estos debates están vivos y es bueno que sigan estando.

¿En España se debaten mucho o poco los problemas ambientales? En cuanto a pensamiento, el perfil sigue siendo bajo. Desde Rodríguez de la Fuente hay un considerable movimiento medio ambientalista, pero que es más emocional que intelectual, más encaminado a que nos dé pena que se destruya la naturaleza y sin embargo mucho menos encaminado a que la sociedad relacione efectos con causas, aunque esto esté distante en el espacio y en el tiempo. Por ejemplo, una sequía como la de ahora, la debemos aprovechar no sólo para decir que el agua es un bien preciado, sino para explicar también que nuestros hábitos derrochadores están repercutiendo en que las sequías sean más graves. Antes llovía poco a poco y en invierno, y alimentaba los acuíferos y los ríos; ahora en trombas y en septiembre, y provoca riadas que van al mar, porque nos estamos volviendo más subtropicales, porque el clima cambia. Es necesario que la gente comprenda que esto tiene que ver con el atasco del puente de mayo. Seguir incentivando el tráfico y querer cumplir con el protocolo de Kioto es contradictorio.

MUY PERSONAL

Su padre es escritor. ¿Qué libros suyos son sus favoritos? De pequeño casi adolescente me encantaba Diario de un cazador. A los 15 o 16 años era más castellanista, los espacios abiertos, los paramos me atraían y Las ratas era mi libro de cabecera. Luego fui más político y contestatario en la universidad y Cinco horas con Mario era un libro de rebeldía y pasó a ser el que me gustaba. Luego fue El hereje. Todos ellos me han marcado y han sido importantes para mí.

¿Campo o ciudad? Yo vivo en una ciudad.

¿Lo lleva bien? Sí, yo me adapto bien. Viví con mi mujer en el campo durante cinco años en Doñana, en una época que no había ni electricidad, ni teléfono, ni internet, porque de esto hace veintitantos años. Ahora lo añoramos, pero nos fuimos cuando tuvimos el primer niño porque no se podía sopor-tar. Así que nos dijimos: vámonos a Sevilla y cuando el niño sea mayor volveremos, pero no hemos vuelto. Sevilla no me es incómoda para vivir. Voy a trabajar todos los días en bicicleta aunque a veces llego con barro en mi cartera.

¿Viajar para usted es un placer o una obligación? No lo distingo, compagino muy bien ambas cosas. De los trabajos que he hecho más a gusto posiblemente hayan sido en vacaciones. La vacación pasiva la llevo mal. El ser naturalista tiene una ventaja: todo te puede llamar la atención.

¿Alguna especie que quiera conocer en vivo y en directo? Todas, pero tengo una gran empatía para ponerme en el lugar de quien las conoce. Uno de los aspectos que tenemos que asumir es que nos gusta la naturaleza porque está ahí no porque la vayamos a consumir. Me preocupa mucho cuando se dice: “me gustaría ver los osos”, y se acaba haciendo una carretera para ir a verlos. Prefiero saber que hay osos y no verlos si no tengo 10 días para ir andado a verlos.

¿Admira a alguien por su labor? Sí claro. Edward O. Wilson, que inventó el término biodiversidad. Es poco asequible, es mayor, pero merece mucho crédito y respeto. Es un gran inventor de palabrotas como sociobiologia, consiliencia, y un gran divulgador . Hay otros. Pero no tengo grandes mitos, soy mas mitómano cinematográfico, más de Bogart que de biólogos.

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