Miedo ambiente

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Más que su posición, tan respetable como cualquier otra, lo que me llama la atención de los negacionistas o escépticos respecto al cambio climático es esa denuncia de persecución que, hasta donde yo sé, nunca han precisado. ¿Persecución? ¿Quién los persigue? ¿Algún medio de comunicación ha maltratado al ex presidente José María Aznar, que junto con el presidente de la República Checa se ha erigido en uno de los paladines europeos de esa posición? No me consta. Si los medios han destacado sus declaraciones es, precisamente, por lo llamativas, porque disienten en medio de un consenso europeo y mundial casi generalizado. La ONU, La Unión Europea (UE) y la mayoría de los países miembros asumen la posición mayoritaria de que el cambio climático es una realidad constatable, pero no he visto ni oído que nadie les llamara al orden por salirse de la ortodoxia. Ni siquiera el apóstol Al Gore se ocupó de ellos. Sí ha sido beligerante, en cambio, la UE cuando el mandatario checo se salió de madre respecto a otros asuntos. Por otra parte, tampoco han sido muchas las voces disidentes en Estados Unidos, el país negacionista por antonomasia, cuando el presidente Obama dio un giro de 180 grados respecto a su antecesor en relación con este problema.

No. No hay persecución. Cosa bien distinta es que ellos se sientan marginados porque sus ideas no alcanzan el eco que desean. El pensamiento ecológico ha avanzado mucho en las últimas décadas, pero todavía carece de liderazgos mediáticos identificables, de lobbys poderosos, de intelectuales, o de think thanks como los que se organizan para otros menesteres, al parecer, con bastante eficacia.

Existen muchas voces favorables a la cultura ecológica más o menos vaporosa (recuérdese el apagón del pasado mes de marzo que fue acogido con mayor entusiasmo por las instituciones que por los ciudadanos), pero todavía no he identificado a los cruzados, salvo que se entienda como tales a las organizaciones ecologistas. Porque, en efecto, es en este sector donde se han podido escuchar algunas descalificaciones más contundentes. ¿Y qué? ¿Cuál es el peso de esas organizaciones en la opinión pública europea o mundial para que estos dos dirigentes se sientan perseguidos por ellas?

“A LO MEJOR NO LLEGA EL APOCALIPSIS, O SE RETRASA EN EL TIEMPO, PERO ES INNEGABLE QUE EXISTEN INDICIOS INQUIETANTES”

Ciertamente, el ecologismo militante soporta desde sus orígenes esa acusación de falta de pluralismo (hay muchos ecologismos, a pesar de todo), de aceptar mal las opiniones del contrario, o de reaccionar con excesiva virulencia dialéctica a determinadas decisiones que no les gustan de los gobiernos o de los organismos internacionales, y ha sido así en numerosas ocasiones, cada vez menos en mi opinión, probablemente como respuesta a su debilidad endémica. La sobreactuación de los ecologistas tiene mucho que ver con la necesidad de llamar la atención de unos medios de comunicación y de una sociedad que nunca han sido demasiado permeables a sus ideas, a pesar de que la perspectiva histórica demuestra que en sus pronósticos, a grandes rasgos, han estado atinados. Algún reconocimiento expreso deberíamos hacerles en estos momentos, cuando se apela a la industria ambiental como una de las salidas más seguras de la crisis. ¿Quiénes han puesto los cimientos de este andamiaje?

El otro aspecto que los escépticos del cambio climático y la mayoría de los ciudadanos no soportan de los ecologistas es su tendencia apocalíptica, los malos augurios respecto al futuro, por encima incluso de nuestras buenas acciones. Sobre ello ironiza La cena, el último espectáculo de Els Joglars con el que se han estrenado los Teatros del Canal de Madrid. De ellos he copiado el Miedo ambiente del título. Dice su actor más emblemático, Ramón Fontserè: “El tratamiento actual del medio ambiente no puede sino calificarse de frívolo, fanático y seudorreligioso (…) El caso de Al Gore, por ejemplo, es un caso de mucho morro: cuando era vicepresidente de los Estados Unidos no firmó el Protocolo de Kyoto, y ahora va y se pone a predicar a los cuatro vientos como un iluminado los peligros del cambio climático”.

En fin, algo se podrían matizar estas palabras, pero valga lo dicho. A lo mejor, no llega el apocalipsis, o se retrasa en el tiempo, pero es innegable que ya existen indicios inquietantes. La exageración de algunos mensajes suele estar en proporción directa con la dificultad para que sean escuchados. ¿No se ha convertido buena parte de la información en mero ladrido? Que cada cual exprese sus opiniones y que colabore como mejor le parezca, porque algo más habrá que hacer. De momento, el miedo más inmediato que nos atenaza es el de la crisis económica, y no veo yo que se reaccione con tanta dureza contra los agoreros que anuncian males sin cuento en relación con la crisis y con tantas otras cosas. ¿Contra los profetas del miedo? Vale, pero contra todos.

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