Los molinos de viento en Canarias
Ligados a las desaparecidas labores harineras y salineras, los molinos de viento de las islas Canarias se han quedado como reliquias del pasado, frágiles y vulnerables por su envejecimiento y falta de uso. La conservación de este patrimonio tecnológico y cultural pasa necesariamente por rehabilitarlos y convertirlos en generadores de electricidad o darles otros nuevos usos acordes con la sociedad actual.
La introducción y la expansión en las islas Canarias de los molinos de viento se producen en los primeros años de la conquista y colonización de las islas, lo que supuso un cambio radical en los modos de vida de los habitantes aborígenes que se asentaban en el archipiélago y que transformaron su forma de vida nómada en una vida sedentaria. Los colonizadores trajeron a las islas un modelo de economía predominantemente agrícola y de carácter cerealista.
El incremento constante de la población en las islas a lo largo del tiempo, así como las continuas transformaciones de las estructuras económicas por parte de los colonizadores, supuso entre otros la implantación de los nuevos sistemas de producción para generar los productos de primera necesidad como eran la harina y el gofio, por lo que aumentó el tamaño de los instrumentos de trituración de los cereales. En primer lugar se utilizaba la fuerza animal y de las personas mediante los denominados “los molinos de sangre” para, posteriormente, implantar nuevos sistemas de producción accionados por las fuerzas de la naturaleza como son el agua y el viento. Así, aparecieron en las islas Canarias los molinos de agua y de viento, con lo que consiguieron aumentar considerablemente el volumen de producción de estos productos de primera necesidad.
Los molinos de viento son unas máquinas que transforman la energía cinética del viento en energía mecánica aprovechable para determinadas actividades de los hombres y es a su vez un elemento cultural que ha tenido corta vigencia en la historia de la humanidad. El molino de viento es un elemento de la “arquitectura popular” definiendo la misma como aquella arquitectura cuyos artífices son los albañiles, los maestros o expertos en el arte de edificar, y que utilizaban leguajes primarios y simples que les proporcionaban los elementos industriales básicos en un intento paulatino de sustituir la fuerza muscular por una energía mecánica que proviene de las máquinas.
Conservar y recuperar la “arquitectura popular” es un tema de actualidad en España debido, fundamentalmente, a la gran variedad y riqueza de esta arquitectura. La falta de estudios e inventarios de la misma, la desaparición de los modos de vida a los que van ligados y la fragilidad de los materiales de construcción de estas edificaciones las hacen especialmente vulnerables.
Patrimonio etnográfico
Los molinos de viento que han sobrevivido al paso del tiempo no solo ofrecen datos sobre la economía y técnicas que se usaban en épocas anteriores en Canarias, sino también sobre la capacidad de los habitantes canarios para aprovechar los materiales disponibles en el medio insular, y forman parte del patrimonio etnográfico tanto los objetos físicos como los conocimientos, las técnicas, etcétera, de la cultura tradicional canaria. Los molinos de viento forman parte del patrimonio histórico español junto con todos aquellos bienes que poseen valor arqueológico, artístico, arquitectónico o etnográfico y que, con el paso del tiempo, nos deja como testigos de la evolución cultural de una determinada comunidad.
Este legado constructivo forma parte de nuestra historia e identidad y por estas razones debemos realizar un esfuerzo para conocerlo, conservarlo y difundirlo, ya que estas singulares construcciones pertenecen al patrimonio histórico español y es el principal testigo de la contribución histórica de los españoles a la civilización universal. La protección y el enriquecimiento de los bienes muebles e inmuebles que los integran constituyen obligaciones fundamentales que vinculan a todos los poderes públicos, según el mandato que a los mismos dirige el artículo 46 de la Norma Constitucional. Los bienes más relevantes del patrimonio histórico español deberán ser inventariados o declarados de interés cultural en los términos previstos por la Ley 16/1985, de 25 de junio del Patrimonio Histórico Español (LPHE 85).
La Comunidad Autónoma de Canarias tiene competencias exclusivas respecto del patrimonio histórico y desde 1990 confió a los cabildos insulares la tarea de velar por la conservación y administración de los Bienes de Interés Cultural (BIC) de cada una de las islas del archipiélago. El 15 de marzo de 1999 surge la Ley 4/1999 sobre el Patrimonio Histórico de Canarias que, posteriormente, es modificada por el Ley 11/2002 del 21 de noviembre.
En las Disposiciones Generales del Título Preliminar de esta ley, en el artículo 1 se cita lo siguiente: “La presente ley tiene por objeto regular el régimen jurídico de los bienes, actividades y demás manifestaciones culturales que integran el Patrimonio Histórico de Canarias”. “La finalidad de la presente ley es la protección, la conservación, la restauración, el acrecentamiento, la investigación, la difusión, el fomento y la transmisión en las mejores condiciones posibles a las generaciones futuras del patrimonio histórico de Canarias, así como el disfrute por los ciudadanos como objeto cultural y educativo y de su aprovechamiento como recurso económico, en tanto tales usos armonicen con la referida finalidad”. En el artículo 3 correspondiente a la unidad del patrimonio histórico canario se cita lo siguiente: “Todos los bienes integrantes del patrimonio histórico canario forman parte del legado histórico común del pueblo canario, con independencia de donde se hallen situados y de la Administración que tenga encomendada su protección”. En el artículo 4 correspondiente a deber general de respeto y conservación se cita: “Los ciudadanos y los poderes públicos tienen el deber de respetar y conservar el patrimonio histórico canario y de reparar el daño que se cause a los mismos”. “Las Administraciones competentes asegurarán el mantenimiento y conservación de los bienes del patrimonio histórico canario, con independencia de su titularidad o régimen jurídico, garantizando que su gestión se produzca sin merma de su potencialidad y de modo compatible con la finalidad de protección, preservándolos para futuras generaciones”.
Es por ello por lo que los bienes que posean notorios valores históricos, arquitectónicos, artísticos, arqueológicos, etnográficos o paleontológicos que constituyan testimonios singulares de la cultura canaria se declararán Bienes de Interés Cultural (BIC) y esta declaración conlleva el establecimiento de un régimen singular de protección y tutela, y se otorga la máxima protección jurídica a los más relevantes del patrimonio histórico canario. Los molinos de viento tradicionales son, por tanto, bienes inmuebles que poseen ciertos valores históricos, arquitectónicos y etnográficos que constituyen testigos singulares de evolución de la cultura popular canaria.
Por orden cronológico de aparición en las islas Canarias existen tres categorías de molinos de viento atendiendo al uso a cual se destinan. En prim er lugar están los molinos harineros, en segundo lugar, los molinos aeromotores y, en tercer lugar, los molinos aerogeneradores.
Los molinos harineros
Estos molinos de viento son los que transforman la energía cinética del viento en energía mecánica para la trituración de las semillas vegetales obteniendo el gofio y la harina. En las islas Canarias se introduce principalmente el molino de viento harinero tipo torre importado de la meseta castellana durante los siglos XVI y XVII. Se trata de una construcción de planta circular que se construye con muros de mampostería concertada, compuesta por piedras del lugar y con juntas de unión unas veces de barro y otras de mortero de cal. Tiene tres plantas de altura y cuya maquinaria de trituración o molturación se sitúa en la tercera planta y bajo una cubierta cónica de madera, que alberga un rotor de compuesto por cuatro aspas ancladas a un eje horizontal ligeramente inclinado.
La orientación del rotor de aspas hacia los vientos dominantes se realizaba por medio de un eje o timón de madera que se sitúa en el extremo opuesto del rotor de aspas y que posibilita el giro de 360º de la cubierta cónica y móvil de madera (figura 1). Estos molinos de viento van sufriendo transformaciones continuas en la construcción de los edificios, los roto-res y las maquinarias de molturación ciertamente interesantes al confluir en las islas distintas culturas tecnológicas a lo largo del tiempo.
En la segunda mitad del siglo XIX en la isla de La Palma surge un nuevo molino de viento harinero denominado sistema Ortega según se recoge en el boletín del 18 de julio de 1868 de la sociedad Amigos del País de Santa Cruz de La Palma, publicado por la imprenta El Time. Se trata de un molino de viento que difiere mucho de los que se conocen y se están construyendo en esa época en el resto de las islas Canarias, en las islas Baleares y en la península Ibérica. Consiste en lo que se conoce como los molinos de pivote y que son muy característicos de Holanda y de los países nórdicos.
Este molino de viento harinero (figura 2) supone una notable innovación y reforma sobre los molinos de viento harineros tipo torre que se construyen en el resto de las islas Canarias. Su inventor, Isidoro Ortega Sánchez, y posteriormente su hijo Pedro Ortega Yanes construyeron gran número de estos molinos de viento harineros en la isla de la Palma y más tarde en La Gomera, Tenerife y Fuerteventura. Este nuevo sistema de construcción de los molinos de viento tuvo una gran aceptación entre los carpinteros y los artesanos de las islas orientales del archipiélago canario.
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX aparece un nuevo molino de viento denominado La Molina en las islas orientales del archipiélago canario como son Fuerteventura y Lanzarote. Estos molinos provienen de las variaciones que realizaron los artesanos y carpinteros locales de estas islas de los molinos de viento harineros sistema Ortega. La Molina (figura 3) tiene varias ventajas sobre el molino harinero tipo torre.
Por una parte, reúne en una sola planta las actividades de la molienda y la manipulación del grano, evitando al molinero el dificultoso trabajo de subir y bajar escaleras cargado con pesados sacos de cereales y, por otra necesita menos viento para accionar la maquinaria de trituración o molturación, tiene mayor rendimiento en la molienda de los cereales y se obtiene un producto (el gofio) de mayor calidad según los maestros molineros isleños.
A finales del siglo XIX y principios del XX aparece en la isla de Gran Canaria un nuevo de molino de viento harinero denominado sistema Romero, ideado por unos carpinteros de Gáldar (Manuel Romero e hijos) y que tuvieron gran difusión en la isla. Este molino de viento (figura 4) es una nueva variante que se realiza del molino harinero sistema Ortega. El nuevo molino de viento se caracteriza por tener un edificio con morfología y dimensiones de naturaleza variable al igual que los edificios de los molinos de viento harineros sistema Ortega y La Molina. Pero su elemento diferenciador respecto a los otros dos es una gran cola de madera que se ancla a la torre de celosía de madera y que permite la orientación automática del rotor de aspas hacia los vientos dominantes.
Esta orientación automática se produce cuando las aspas están colocadas sobre los largueros o radios. Si las aspas no están colocadas, la orientación de la torre que sostiene el rotor se realiza de forma manual desde la cubierta del edificio mediante un eje o timón de madera.
Los molinos aeromotores
Estos molinos de viento son los que transforman la energía cinética del viento en energía mecánica para la elevación de las aguas procedentes del subsuelo. Consecuentemente con los adelantos tecnológicos generados por la Revolución Industrial, surge en la segunda mitad del siglo XIX en América del Norte un nuevo molino de viento denominado molino americano. Estos molinos de viento (figura 5) se caracterizan por su aspecto de ligereza y en el que predomina la elegancia y la rapidez frente a la pesadez y lentitud de los tradicionales molinos de viento harineros. A finales del siglo XIX se empezaron a crear muchas empresas americanas que iban perfeccionando constantemente el diseño de este tipo de molinos de viento, lo que derivó con el paso del tiempo en la creación de grandes compañías constructoras de estos nuevos molinos no solo para el mercado interior americano, sino también para el mercado mundial.
La fabricación de estos molinos de viento no correspondió exclusivamente a los americanos, pues en muchos de los países industriales de Europa se mantuvo la tradición de esta industria, algunas en pequeños talleres locales que llegaron a crear patentes propias de estos novedosos molinos.
En la primera mitad del siglo XX se produce en las islas Canarias un gran auge de las salinas (figura 6) debido a la aparición de la industria conservera de pescado en la explotación del banco pesquero canario-sahariano, con lo que aparece un nuevo molino de viento denominado salinero canario. Estos molinos de viento captan la energía cinética del viento para transformarla en energía mecánica para bombear el agua del mar procedente de un estancadero para luego elevarla a los cocederos y a los tajos que se encuentran a una altura superior respecto al nivel de mar, donde luego se cristaliza la sal por la evaporización del agua del mar debido a incidencia de la energía solar. En las salinas canarias coexisten varios tipos de molinos de viento (figura 7) y en cada uno se distinguen varios elementos diferenciadores entre sí como es el edificio, la torre, el rotor de aspas y la maquinaria (los sistemas de orientación, los de regulación, los de transmisión y los de bombeo).
Los molinos aerogeneradores
Estos molinos de viento son los que transforman la energía cinética del viento en energía mecánica para después transformarla en energía eléctrica mediante un generador eléctrico. El aerogenerador que mayoritariamente se establece en las islas Canarias es el aerogenerador de rotor tripala (figura 8), que se suelen agrupar en parques eólicos y son los que han permitido obtener las mayores eficiencias en la conversión de energía mecánica en energía eléctrica, aunque se hayan fabricado otro tipo de aerogeneradores atendiendo a patentes comerciales y con escasa presencia en las islas.
Los nuevos diseños de estos molinos de viento, los materiales novedosos empleados en su construcción, la mayor altura de las torres y los mayores diámetros de los rotores de aspas de los modernos aerogeneradores engrandecen la función histórica y la estética de los molinos harineros tradicionales de tiempos pasados.
EL INVENTARIO DE MOLINOS ES PROVISIONAL: LA ISLA DE FUERTEVENTURA TIENE DECLARADOS 23 MOLINOS; LA ISLA DE TENERIFE, DOS; LA ISLA DE GRAN CANARIA, UNO, Y LANZAROTE, UNO
Protección y conservación
Los molinos de viento tradicionales harineros y salineros canarios son elementos singulares de la arquitectura popular canaria que pertenecen al pasado ya que han desaparecido los modos de vida a los que iban ligados y, por ello, no son muy útiles para la sociedad actual. La falta de estudio y de inventario de los mismos y la fragilidad relacionada con el envejecimiento de todos los materiales empleados para su construcción los hacen especialmente vulnerables ante el abandono y el desinterés sistemático por parte de la sociedad actual.
En determinadas ocasiones se les buscan soluciones para la protección jurídica, la restauración y la conservación como recuerdos históricos de las antiguas técnicas artesanales, agrícolas o industriales por su gran valor didáctico y para incentivar el estudio de la evolución de la sociedad tradicional en el curso del tiempo. En cuanto a la protección jurídica, cabe señalar que en las islas Canarias se han incoado y declarado como Bienes de Interés Cultural varios molinos tradicionales de viento ubicados en algunas de las islas del archipiélago y principalmente atendiendo a dos categorías: monumentos y/o sitios etnológicos.
Por orden cuantitativo, la isla de Fuerteventura tiene declarados 23 molinos; la isla de Tenerife, dos; la isla de Gran Canaria, uno, y Lanzarote, también uno. En cuanto a la restauración, cabe señalar que se han llevado a cabo diversas experiencias en las islas para garantizar la conservación de estos molinos de viento tradicionales y entre ellas sobresalen las llevadas a cabo en las islas de Fuerteventura y Lanzarote.
En la isla de Fuerteventura el Cabildo Insular puso en marcha un programa de restauración, rehabilitación y difusión del patrimonio histórico con el objetivo de conservar los bienes muebles e inmuebles y ampliar la oferta cultural de la isla. El Cabildo creó una red insular de museos y centros de interpretación con el fin de dotar a la isla de una infraestructura museística en la que se recojan las principales manifestaciones culturales del devenir histórico insular. Este proyecto de recuperación y restauración de los molinos de viento en la isla de Fuerteventura se inició en junio de 1985. Se procedió a la recuperación de los molinos de viento mediante la creación de la Ruta de los Molinos, que se culmina con la adquisición y restauración de los numerosos molinos de viento tradicionales existentes en la isla y la creación del Centro de Interpretación de Tiscamanita.
En la isla de Lanzarote, el Cabildo Insular puso al servicio de los molinos de viento tradicionales a un grupo de albañiles, mecánicos y carpinteros para que reparasen las aspas rotas, sus mecanismos de movimiento y las bases sobre las que se apoyan dichos molinos. Muchos de estos molinos de viento tradicionales pertenecen a particulares que no opusieron resistencia a su restauración gratuita. Este proyecto de recuperación y restauración se inició en junio de 1992.
Existe un gran consenso social en el que el mejor método para conservar los edificios y las construcciones procedentes de la cultura tradicional es mantenerlos con vida, es decir, dotándolos de uso, nuevos usos compatibles con nuestra sociedad y respetuosos con estas construcciones tradicionales procedentes de nuestros antecesores.
En la actualidad los molinos de viento se utilizan generalmente para producir energía eléctrica a través de los modernos aerogeneradores de pequeñas, medias y grandes potencias eléctricas.
Nuevos usos
Como alternativa a las ya existentes destinadas a la conservación de estos elementos singulares se propone recuperar el funcionamiento de estos tradicionales molinos de viento dotándolos de un nuevo uso, es decir, implantándoles una tecnología que les permita producir energía eléctrica mediante el acoplamiento de un generador de baja potencia, iniciativa similar a la propuesta por el Ayuntamiento de Campos, en Palma de Mallorca, con un proyecto denominado Molins de Campos y realizado en el año 2000.
Este proyecto incluía la rehabilitación estructural además de concederle una prioridad ambiental integral, ya que genera energía eléctrica a través de la energía cinética del viento, limpia y renovable, al tiempo que se mejora el entorno con una serie de actuaciones colaterales, impulsando el empleo. El proyecto fue fruto de la experiencia adquirida en la ejecución de un estudio experimental desarrollado como consecuencia del convenio de colaboración suscrito el 16 de diciembre del año 2000 entre el Ministerio de Medio Ambiente, el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, el Ayuntamiento de Campos y la empresa privada GESA-Endesa.
La recuperación del patrimonio cultural de los molinos de viento permitirá a los visitantes disfrutar de unas alternativas de ocio compatibles con la preservación ambiental que tiene en los molinos de viento rehabilitados su principal atractivo y punto de referencia.
Hoy en día, es posible la implantación con garantías de una tecnología que posibilitaría obtener energía eléctrica a los molinos de viento tradicionales con una inversión económica viable que permitiría ofrecer un suministro de pequeñas potencias eléctricas en lugares donde no exista red general eléctrica o como complemento a la ya existente. La energía eléctrica obtenida se podría utilizar como servicio alternativo a las instalaciones complementarias a los tradicionales molinos de viento como son los talleres artesanales, el alumbrado público, los servicios varios, etcétera.
En ocasiones, la energía eléctrica sobrante se almacena en un banco de baterías comerciales que garanticen la cobertura de las necesidades variables del consumo eléctrico o se puede conectar a la red general eléctrica con el objetivo de vender a las diversas empresas suministradoras eléctricas la energía eléctrica producida.
Esta pauta posibilitaría obtener un aprovechamiento económico compatible con estas construcciones singulares de la arquitectura popular canaria, ya que no supone una inversión económica elevada sobre el total de la restauración de los mismos y resulta amortizable a medio plazo siempre que exista un con-sumo constante de energía eléctrica. La iniciativa descrita consigue dar respuesta a la inoperatividad actual de los tradicionales molinos de viento, incorporándoles un nuevo uso y que, al mismo tiempo, es compatible con las necesidades sociales actuales en el interés por la obtención de energía eléctrica a través de las energías renovables.
Este nuevo uso propuesto (producir energía eléctrica) posibilitaría recuperar, por una parte, lo que aún no se per-dido de estas construcciones singulares procedentes de la cultura tradicional canaria como son los tradicionales molinos de viento y, por otra, recuperar el funcionamiento de los mismos, que en lugar de moler grano o extraer agua del subsuelo o del mar producirían energía eléctrica.
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Víctor Manuel Cabrera García es arquitecto con las especialidades en Edificación y Urbanismo y doctor en Restauración y Rehabilitación Arquitectónica por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. victormcg@ev-arquitectos.com