Latinismos

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“EL LATINISMO NO DEBE SER CONSIDERADO NI TRATADO COMO UN EXTRANJERISMO, SINO COMO RELIQUIA DE UNA LENGUA UNIVERSAL, MADRE DE LAS LENGUAS ROMÁNICAS”

Desde el inicio ya he usado un latinismo para dar nombre a esta sección, verbi gratia, locución latina que se usa en lugar de “literalmente” o “por ejemplo”. Y es que los latinismos siguen muy presentes en el uso común de la lengua. Cuando espigamos la procedencia idiomática de las voces extranjeras establecidas en la lengua española, encontramos un nutrido grupo de palabras y locuciones latinas, que aderezan el lenguaje culto de los científicos, economistas, juristas, filólogos y otros.

Hemos asumido los latinismos como cultismos de nuestra lengua con un uso singular que parece marcar unos matices que no tienen sus equivalentes en lengua vulgar. Podemos citar algunas voces latinas de uso frecuente como ad hoc, álter ego, a posteriori, a priori, ex profeso, factótum, grosso modo, in albis, in mente, in situ, ipso facto, peccata minuta, rara avis, sine die, sine qua non, sui géneris, vox pópuli, etcétera.

En el encuentro entre Grecia y Roma, la ciencia helénica era superior a la romana. Los científicos griegos que se trasladaban a Roma eran tratados como extranjeros porque seguían escribiendo sus obras en griego. Por su parte, los romanos eran conscientes de que aun siendo inferiores científicamente, eran superiores en el poder político, militar y económico. Todo ello conllevó que los científicos griegos se romanizasen y los romanos asimilasen la ciencia griega. Los científicos romanos que escribían en latín usaban denominaciones griegas en el vocabulario científico y técnico, sobre todo en el lenguaje de la marina, mecánica, biología, medicina, astronomía y gramática.

Los estudiosos creen que la terminología latina debió de fijarse en los textos administrativos a partir de los siglos XIII y XIV con el surgimiento de las universidades europeas y se fue acrecentando en el Renacimiento y el Humanismo por el impulso dado al de – sarrollo de las ciencias y las artes, hasta llegar al presente siglo, que le asignó importancia histórica y cultural en los lenguajes especiales de la ciencia y la tecnología. La lengua culta de referencia era el latín; por ello las expresiones y los términos en derecho, aún más cuando se basa en el derecho romano, en medicina y en ciencia se valen de esta lengua para denotar la diferencia de matiz entre el latín vulgar y el clásico. Para diferenciar este nuevo uso se acuñó el término «neolatín» para describir el uso del latín para cualquier finalidad, científica o literaria, después del Renacimiento (por lo que se toma como referencia el año 1600). El término se popularizó a finales del siglo XIX entre lingüistas y científicos. Hoy día la lengua de la cultura global es el inglés que domina e influye en todas las demás.

Si nos fijamos en el lenguaje médico, empezando por el nombre medicina, “ciencia médica, medicamento”, del latín medicina, tiene una larga retahíla de palabras latinas como fecundación in vitro, delírium trémens (acuñado por el D Sutton en 1813 como delirio excesivo), in artículo mortis, cesarea, córpore in sepulto, post mórtem, mens sana in córpore sano, etc. Los prefijos latinos también dan lugar a palabras habituales en el lenguaje médico: corpus (corporal), capillus (capilar), oculus (oculista), auricula (auricular), bucca (bucal), pectus (pectoral), entre otros.

Los numerales cardinales del latín se mantienen con pocas modificaciones unus/una, duos, tres, quattuor, quinque, sex, septem, octo…

Locuciones latinas breves como ad hoc, ipso facto o ut supra, resultan a veces incomprensibles al hablante poco versado en la lengua latina, pues siguen reglas sin vigencia en la técnica actual del habla, lo que induce a errores de ultracorrección, como por ejemplo ad joc, en manu propia, a contrario senso. Se trata, pues, de uno de los fenómenos del lenguaje que el lingüista Coseriu llama “supervivencias de la diacronía en la sincronía”, ya que los latinismos están fuera de la gramática y el léxico sincrónicos del hablante y, por tanto, escapan a las reglas de estructuración que le son conocidas.

El latinismo no debe ser considerado ni tratado como un extranjerismo, sino como reliquia de una lengua universal, madre de las lenguas románicas. La tendencia, sin embargo, es a ir menguando esta presencia cotidiana: los técnicos, filólogos, filósofos e historiadores que no usan tanto el latín. La Iglesia experimenta un proceso parecido. Las misas ya no se ofician en latín aunque el papa actual propuesto volver a celebrarlas en latín. Y acabaremos, como no podía ser de otra manera, con una expresión latina: verba volant, scripta manent.

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