La unión energética

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“SI HACE UN SIGLO SE INTUÍAN DE MANERA BASTANTE APROXIMADA LAS POSIBILIDADES DE LAS ENERGÍAS RENOVABLES, ¿CÓMO ES POSIBLE QUE HAYAMOS AVANZADO TAN POCO?”

Bajo un sentimiento creciente de vulnerabilidad, la Unión Europea ha impulsado el debate energético azuzada por varias amenazas tan reales como inquietantes: el aumento disparatado de los precios del petróleo y del gas con severos impactos en las cuentas públicas y privadas, la capacidad de extorsión de los países con recursos, como bien ha demostrado Rusia, nuestro principal suministrador de gas (España depende en solitario de Argelia) y la necesidad de cumplir el Protocolo de Kyoto. Con el Libro Verde como referencia (“estrategia europea para una energía sostenible, competitiva y segura”), la Comisión se ha comprometido a realizar una serie de propuestas a finales de 2006.

La situación es preocupante. Nuestra dependencia ha ido aumentando y, en dos o tres décadas, el 70% de las necesidades se satisfarán mediante productos importados si antes no desarrollamos fuentes autóctonas. La mitad del consumo de gas en la UE procede tan sólo de tres países: Rusia, Noruega y Argelia. Es un difícil reto y más aún si tenemos en cuenta que los modelos energéticos de la Unión Europea son los más exigentes, como bien lo demuestra el liderazgo mundial en eficiencia, en gestión de la demanda, en el fomento de energías renovables (con un volumen de negocios anual de 15.000 millones de euros) y en el desarrollo de tecnologías para reducir las emisiones contaminantes. A todo ello deben añadirse los esfuerzos para conseguir la interconexión de los Estados miembros que realmente haga posible el mercado único.

Aun respetando la autonomía de cada país para llevar a cabo las combinaciones energéticas que en cada caso considere más convenientes, la UE no renuncia a ningún tipo de energía. Tampoco a la nuclear, que supone en estos momentos un tercio de la producción total. El Libro Verde recoge las incertidumbres en relación con la seguridad y el tratamiento de los residuos radiactivos, pero reconoce a su vez que es la mayor fuente de energía prácticamente libre de emisiones de carbono. Muchos países europeos, incluyendo a Turquía con tres proyectos en marcha, se plantean la construcción de nuevas centrales nucleares y en tal sentido será clave la posición de Alemania. La reciente reforma constitucional que refuerza los poderes del Gobierno central en muchos aspectos y el alejamiento de Los Verdes del poder facilitaría una decisión favorable que, también en este caso, ejercerá de locomotora para los más reticentes.

A pesar del avance de las energías renovables, que según las previsiones cubrirán el 21% de la demanda en 2010, es posible redoblar los esfuerzos. Hace unos meses el Gobierno japonés se marcó como objetivo que en 2030 todos los coches dispongan de un motor que permita el uso alternativo de gasolina y de etanol, una medida que ya será efectiva dentro de cuatro años para todos los de nueva matriculación. En esa misma fecha, la UE se propone sustituir con biocarburantes casi el 6% de la gasolina y del gasóleo. ¿No caben programas más ambiciosos en este sentido?

Respecto a la energía eólica, destacan los informes que la UE tiene una capacidad instalada equivalente a 50 grandes centrales eléctricas de carbón con unos costes que se han ido reduciendo a la mitad en los últimos quince años. En efecto, ni los más optimistas aventuraban hace una década que estos nuevos molinos de viento iban a tener tal desarrollo. Y, sin embargo, en relación con las expectativas, las energías renovables se van implantando con una lentitud que no siempre es achacable a dificultades tecnológicas o económicas.

Algunas publicaciones de divulgación científica ya difundieron el primer prototipo de molino eólico en 1923 y unos años antes, en 1914, la revista Ibérica ofrecía a sus lectores las siguientes consideraciones: “Los molinos de viento y los mecanismos para utilizar las corrientes de agua datan de muy antiguo, pero el aprovechamiento del oleaje y las mareas, y del calor solar, son recientes y están en vías de perfeccionamiento. Hace años se hicieron en Barcelona tentativas para utilizar con fines industriales la fuerza desarrollada por el oleaje del mar, pero por diversas causas, las pruebas no dieron el resultado apetecido (…) En cuanto al aprovechamiento del calor solar, háblase ahora de ensayar en El Cairo un sistema de reflactores, a modo de espejos que concentrarían el calor sobre una caldera, según el proyecto ideado hace algunos años por el ingeniero de Filadelfia Mr. Frank Shuman”.

Reitero la pregunta que en otras ocasiones ya he planteado. Si hace un siglo se intuían de manera bastante aproximada las posibilidades de las energías renovables, ¿cómo es posible que hayamos avanzado tan poco? Tras la eólica comienza ahora el boom de los biocombustibles. ¿A la espera quizá de la revolución solar y del hidrógeno?

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