La pérgola

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“LAS ENERGÍAS RENOVABLES, COMO TANTAS OTRAS CUESTIONES ECOLÓGICAS, SE HABÍAN INTUIDO, Y EN PARTE DISEÑADO, HACE YA MÁS DE CIEN AÑOS”

La pérgola solar del Fórum de Barcelona se ha convertido en el símbolo de los contenidos (desarrollo sostenible, pacifismo, solidaridad) que se han querido dar a este evento, con el trasfondo de una gran operación urbanística, admirable en tantos aspectos, entre otros los meramente ingenieriles, poniendo en evidencia que las llamadas energías renovables o alternativas constituyen también una opción estética de primer orden. De hecho, la pérgola es una obra de arte, una magnífica escultura, plena de solemnidad, como lo son también los molinos de viento que proliferan por nuestros paisajes, a veces con desalentador desorden.

Pero la pérgola solar, que hemos admirado en medio de una crisis petrolífera más o menos artificiosa, es también un guiño de futuro. Porque el nuevo urbanismo y la nueva arquitectura no se entienden ya sin las energías renovables, por mucho que el boom de la vivienda de estos últimos años esté más próximo a los criterios especulativos de los sesenta y setenta que a los postulados de la cultura ecológica tan perceptibles en el recinto del Fórum. La depuradora subterránea, por ejemplo, constituye otro hallazgo de feliz coyunda entre ecología, ingeniería y técnicas constructivas.

A pesar de todo, y al margen de las arquitecturas efímeras, el Fórum no deja de ser una actuación excepcional, como lo es la propia pérgola de paneles deslumbrantes. Con la mejor de las intenciones, cualquiera puede preguntarse por qué no se construyen cinco, diez, cien pérgolas de ésas en Barcelona, o en cualquier otro lugar de España, aunque no haya Fórum, ni Expo, ni Juegos Olímpicos. Todos estos eventos han servido para demostrar que, cuando se quieren hacer determinadas apuestas, todas las dificultades acaban superándose. Y hora es ya de que el urbanismo imaginativo salga de los recintos, de los cuarteles de invierno, para difuminarse por nuestros barrios.

Seguimos considerando las energías renovables como una opción de futuro, casi con el mismo embobamiento científico-milagroso con el que abordaban estos asuntos las revistas y periódicos del siglo XIX y primera mitad del XX. El periódico La Regencia explicaba en 1878, en la sección de “Inventos útiles», los secretos de la cocina solar que acababa de presentarse en París: «Los hermosos rayos del sol se reflejaban en grandes reflactores plateados, que elevan la temperatura en breves instantes. Las calderas de agua zumbaban. La carne y legumbres metidas en las marmitas hervían con fuerza. Las cafeteras cantaban alegremente (…) y los testigos de esta prueba aplaudían entusiasmados».

Alrededor del mundo informaba en 1900 de que en la Exposición Universal de París se había presentado una bombilla de bajo consumo inventada por los alemanes: «El alumbrado producido por esta lámpara es muy intenso y muy blanco. Al mismo tiempo el consumo de corriente eléctrica es próximamente la mitad que con las lámparas actuales». Esta misma revista contaba en 1908: «Otra fuente de energía que hasta ahora hemos atendido poco son las mareas. Los inventores lo saben desde hace tiempo. Hay motores y molinos movidos por las mareas. El viento es otra fuerza natural no bien aprovechada. Los molinos de viento, con ser tan antiguos, apenas dan idea de la utilidad de este agente atmosférico. Un ingeniero inglés ha calculado que su país podría ahorrarse mucho dinero si todos los faros de sus costas se iluminasen por medio de la energía derivada de un motor fundado en el principio de los molinos». Otro número de 1909 decía que «los gases desprendidos de los excrementos de los cerdos llegaron a mover un motor de tres caballos, que a su vez ponía en movimiento una mantequería que producía un quintal de manteca diario». De este mismo año es un reportaje sobre los barcos solares: «Los rayos que caen sobre un espacio de dos metros cuadrados solamente, equivalen en energía casi a un caballo de vapor. Los que caen sobre un kilómetro cuadrado, a cerca de un millón de caballos. La cubierta de un buque recibe del sol la energía suficiente para mover sus máquinas. No hace mucho, en nuestra revista dábamos también cuenta del invento de un motor para sacar agua en el que no se empleaba más que la energía del sol».

Ya en 1921 mostraba Arededor del mundo su preocupación por el agotamiento de las fuentes energéticas convencionales e insistía: «Hay una fuente que nos puede procurar mucha energía: el empleo directo de los rayos del sol. Pero éste es un problema que aún está por solucionar y en cuya solución se tienen grandes y fundadas esperanzas». Naturalmente, no se trata de analizar el rigor científico de estas informaciones, sino de constatar que las energías renovables, como tantas otras cuestiones ecológicas, se habían intuido, y en parte diseñado, hace ya más de cien años. Algo falla si seguimos contemplando la pérgola de Barcelona con la admirada candidez de aquellos parisinos ante la primera cocina solar.

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