La Expo de Zaragoza, ejemplo de idea y ejecución
“EN LAS EXPOSICIONES INTERNACIONALES LOS INGENIEROS Y ARQUITECTOS ALCANZAN LAS CONDICIONES ÓPTIMAS PARA TRABAJAR DE FORMA CONJUNTA”
Desde que el Bureau Internacional de Exposiciones (BIE) admitió como candidata a la ciudad de Zaragoza, en representación de España, para la celebración de una muestra de alcance mundial, surgió un movimiento ciudadano de amplia base con la mejor disposición para trabajar activamente por conseguir la adjudicación del acontecimiento a la capital de Aragón. En el camino fueron quedando competidoras tan distinguidas como Trieste y Salónica.
El antecedente surgió de un grupo imaginativo de personas, allá por 2003, que empezó a discurrir posibilidades atractivas para la conmemoración de una gran gesta, pues se cumplían en 2008 los dos siglos del comienzo de los inolvidables Sitios de Zaragoza. Este grupo consigue interesar a otros grupos de ciudadanos y tiene la rara virtud de no monopolizar la idea, haciendo propietarios de la misma a cuantos desearon hacerla suya y compartirla. En efecto, todos los aragoneses y zaragozanos la sentimos desde el comienzo como algo nuestro. Y otro tanto ha sucedido con los sucesivos gobiernos de la nación, que han apoyado la iniciativa sin acepción de colores políticos. Nace con un fin preciso y, al calar en el conjunto social, acaba convirtiéndose en un proyecto más ambicioso; se habló al principio de realizar una exposición sobre los heroicos episodios de la Guerra de la Independencia y su tiempo, pero con un asunto de esa naturaleza era difícil lograr lo conseguido después: una exposición de ámbito mundial, con un asunto de interés planetario.
El proceso de aunar voluntades de ideologías diversas haciéndose todas partícipes de una causa común constituye un buen ejemplo de lo que un pueblo es capaz de conseguir trabajando unido y en paz en pos de una meta compartida. Y creo que esa actitud, por sí misma, constituye el mejor homenaje a nuestros héroes en su bicentenario; antepasados admirables que vivieron unidos en su destino, sin otra opción que la defensa heroica y por las armas de Zaragoza.
El éxito de Expo Zaragoza 2008 está asegurado. El agua como bien vital, escaso y mal repartido representa una problemática candente en toda la Tierra. El foro internacional abierto para tratar los temas de forma global o para alcances más limitados –sectoriales, regionales, locales–, pero no por ello menos importantes, representa una gran oportunidad para concienciarnos de esa importante problemática a todos los niveles. Será la ocasión adecuada para conseguir, sobre bases objetivas, una declaración de principios y pautas que orienten en todo el mundo los comportamientos en el futuro. Cuando una ciudad como la nuestra resulta agraciada por un evento de este tipo, se mueve todo y los ciudadanos nos sentimos en forma.
En Zaragoza las cosas se están haciendo bien: los modernos y atractivos edificios serán fácilmente reconvertidos para su uso por el sector terciario, una vez concluida la Expo, y quedarán como referente las construcciones emblemáticas, como la Torre del Agua, el Pabellón Puente, el Palacio de Congresos, el Puente del III Milenio y otros puentes y pabellones, sin contar con la regeneración que, en los amplios alrededores de la sede del acontecimiento, está experimentando la ciudad y el río Ebro a su paso por ella.
En la actualidad tienden a primar criterios meramente economicistas, el ornamento se considera superfluo y todo se desarrolla con vistas a la mera funcionalidad. Por eso es difícil lograr la singularidad. Las nuevas urbanizaciones y sus edificaciones se parecen en todos los sitios. En eventos como las exposiciones, los arquitectos e ingenieros poseen una cota mayor de discrecionalidad y su libertad no está tan supeditada a una cuenta de resultados; pueden aflorar ideas nacidas directamente de estímulos intelectuales y estéticos. El ingeniero Gustave Eiffel calculó una estructura metálica que era impensable para su integración en un paisaje ni convertirse en símbolo de una ciudad. Pero no solo ocurrió eso, sino que los resultados económicos fueron magníficos. ¿Cuántas veces se habrá amortizado ya la inversión desde 1889?
Parece una obviedad decir que el mejor motor de desarrollo es la iniciativa privada ligada a la libertad intelectual. Cuando ya no abundan mecenas como los del Renacimiento, las Exposiciones Internacionales son una de las mejores ocasiones para que los ingenieros y los arquitectos alcancen las condiciones óptimas para trabajar de forma conjunta, inventar buscando la singularidad y trabajar con el límite permitido por las innovaciones tecnológicas del momento.
Zaragoza, entre el 14 de junio y el 15 de septiembre, espera recibir a varios millones de visitantes. La Expo no os defraudará. Los zaragozanos, tampoco.