La evolución del mobiliario escolar

0 12.339
The evolution of school furniture

RESUMEN

El propósito de esta investigación es hacer una revisión de la evolución del diseño del mobiliario escolar desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, pasando de los bancos escolares bipersonales hasta los puestos individuales de la actualidad. Para ello, se han estudiado los cambios que se han ido produciendo en el mismo, no todos ellos positivos desde la perspectiva ergonómica, desde el punto de vista de la forma y de las dimensiones, como de los materiales de fabricación empleados. Además, se han buscado las causas más importantes que motivaron estas variaciones. La adaptación del mobiliario escolar a la antropometría o a las necesidades físicas de los niños es el motivo principal de los avances más relevantes realizados en este campo.

Recibido: 23 de abril de 2010
Aceptado: 20 de enero de 2011

Palabras clave
Ergonomía, diseño industrial, mobiliario escolar, niños

ABSTRACT

The purpose of this research is to review the evolution of school furniture design from the late nineteenth century to the present, from two-person school benches to the individual seating found today. To this end, a study has been made of the changes that have taken place in school furniture, not all of them positive from an ergonomic perspective, both from the point of view of form and dimensions, and in terms of the materials used in its construction. In addition, the most important causes behind these changes have been identified. The adaptation of school furniture to the anthropometry or physical needs of children is the main reason behind the most significant advances made in this field.

Received: April 23, 2010
Accepted: January 20, 2011

Keywords
Ergonomics, industrial design, school furniture, children

El mobiliario escolar ha evolucionado mucho en el último siglo, desde los ban-cos escolares de comienzos del mismo hasta las sillas y mesas actuales. Las claves de esta evolución han sido: el Movimiento Moderno a principios del siglo XX, que da prioridad a la funcionalidad; la II Guerra Mundial, con su repercusión en el desarrollo de los métodos de fabricación y la ergonomía; las investigaciones de A. C. Mandal sobre la postura sedente y su propuesta de postura semisentada, y la trasformación de los métodos de enseñanza tradicionales hacia otros más activos. En los últimos años, el uso de nuevas tecnologías está originando otra revolución en los métodos de enseñanza, y se empieza a percibir la necesidad de adaptar el mobiliario escolar a las nuevas características. Aunque se están desarrollando propuestas para dar una solución, todavía no se ha adoptado la definitiva.

Pasado y presente del mobiliario escolar

En España, el mobiliario escolar no gozó de un diseño centralizado hasta finales del siglo XIX y principios del XX. Por ello, en cada pueblo o escuela había ban-cos o mesas de distinto tipo, y eran los carpinteros de los pueblos los que diseñaban su propio modelo. No obstante, en determinados lugares, por parte de algunos inspectores se dictaban normas de cómo debía ser el mobiliario escolar (Museo del Niño y Centro de Documentación Histórica de la Escuela, 2001).

Uno de los modelos de banco escolar que se extendió por toda España a finales del siglo XIX y primera mitad del XX fue el llamado pupitre “Museo Pedagógico Nacional” (figura 1), que era bipersonal, con asientos abatibles, rejilla de madera para apoyar los pies y tablero inclinado con estante para guardar los libros y carteras y orificios para tinteros. Se trataba de un mobiliario de dimensiones fijas, no adaptable al alumno, pero con una serie de características que colaboraban en ayudar al usuario a mantener una postura sana, con el cuello erguido y la espalda recta, como era la inclinación del plano de trabajo.

En la figura 2 se puede observar otro modelo de banco escolar de la misma época, pero con un diseño mucho más sencillo. No tiene rejilla para apoyar los pies ni estante para los libros, y el tablero es horizontal. Esta última característica no era habitual en una época en que casi la totalidad de los pupitres se fabricaban con el plano de trabajo inclinado (Bustamante, 2004).

En la figura 3 se muestra un modelo de pupitre de la década de 1940, en la que se puede ver la escasa evolución que tuvo el mobiliario escolar en la primera mitad del siglo XX en España, si se compara éste con el de la figura 2, que data de los años veinte.

Si se analiza el mobiliario escolar en el resto Europa en esa misma época, a finales del siglo XIX hay constancia de los primeros proyectos de pupitres que permiten al alumno adaptarse a distintas posturas, como es el caso del mostrado en la figura 4, proyecto suizo de pupitre escolar de 1890, en el que el usuario puede adoptar tres posturas sanas, fomentando el cambio de postura por parte del estudiante.

En la figura 5 se muestra un pupitre alemán de 1910, adaptable a distintas tallas, que permite ajustar la altura del pupitre, del asiento e incluso del respaldo.

La llegada del Movimiento Moderno, a principios del siglo XX, trae consigo un cambio en el diseño de las sillas. Las nuevas tendencias dan prioridad a lo esencial y a la funcionalidad, eliminando cualquier tipo de ornamentación considerada superflua. Estas nuevas características iban encaminadas a convertir la silla en un producto totalmente industrial, facilitando su fabricación en serie y, por tanto, abaratando costes. Sin embargo, estos nuevos diseños en apariencia más sencillos eran producidos prácticamente de modo artesanal, debido a la falta de tecnología de la época (Fiell y Fiell, 2002).

En la figura 6 se muestran distintos modelos de pupitre diseñados por el arquitecto francés Jean Prouvé en las décadas de 1930 y 1940. En estos diseños puede observarse esa tendencia hacia la funcionalidad y, además, suponen una transición entre el pupitre clásico y lo que serán los diseños de mobiliario a partir de la II Guerra Mundial. Aunque en ellos se mantienen el asiento y la mesa unidos, y el plano de trabajo sigue siendo inclinado, se trata de diseños mucho más sencillos. Cabe destacar la desaparición del banco en los pupitres bipersonales, evolucionando hacia asientos individuales.

La II Guerra Mundial tuvo incalculables consecuencias sobre la industria del mueble, en especial en Estados Unidos. En tiempos de guerra se hizo una enorme inversión en investigación y desarrollo en las industrias bélicas, y en la posguerra se permitió a diseñadores y fabricantes de mobiliario aprovechar las nuevas tecnologías para la fabricación de sus productos con fines pacíficos. Por tanto, fue a partir de la II Guerra Mundial cuando las nuevas tendencias del diseño tuvieron repercusión en el mobiliario escolar. Se empiezan a fabricar muebles más simples, se separa la silla de la mesa y se eliminan todo tipo de elementos considerados superfluos, como la inclinación del plano de trabajo. Eso permitió abandonar una producción prácticamente artesanal para comenzar a hacer una producción industrial (Bustamante, 2004).

El diseño de mobiliario realizado por el arquitecto Arne Jacobsen en la década de 1950 para la escuela Munkegards (Dinamarca) es un ejemplo de estas nuevas tendencias (figura 7). Pese a no fabricarse desde finales de los años sesenta, el mobiliario de Jacobsen tuvo gran importancia. Por una parte, representó una ruptura con la idea de pupitre que venía fabricándose hasta entonces y, por otra, fue el punto de partida para una nueva idea de diseño escolar con unas características que siguen vigentes en la actualidad, como es la separación de la silla y la mesa, la idea de plano de trabajo horizontal y el empleo de tubos de acero como material. Tanto la silla como la mesa (figura 7A) estaban disponibles en tres tamaños y, además, había un modelo de silla con ruedas (figura 7B).

Este tipo de mobiliario tiene unas dimensiones estáticas, medidas en una posición de referencia, que serían tronco erguido, vista al frente y ángulos de 90 grados en codos, caderas, rodillas y tobillos. Dicha posición de referencia no tiene en cuenta la variedad de posturas que se adoptan al leer, escribir y atender al profesor. Además, el plano de trabajo horizontal obliga al alumno a adoptar una postura más encorvada que en los antiguos pupitres de madera con plano inclinado.

La II Guerra Mundial también tuvo repercusión en el desarrollo de la ergonomía, fundada por Kaare Klint en 1917, en el marco de ciertas investigaciones militares que condujeron a lo que se llamó “human engineering”. Después de 1945 los diseñadores se vieron por primera vez en situación de evaluar datos referidos a la relación hombre/máquina, lo que posibilitó configurar asientos con mayor capacidad de adaptación al cuerpo (Fiell y Fiell, 2002). Con este interés creciente por la ergonomía y la adaptación entre la silla y el usuario, empieza a ser motivo de discusión entre los expertos si la postura que se estaba tomando de referencia para realizar los diseños (tronco erguido, vista al frente, ángulos de 90 grados en codos, caderas, rodillas y tobillos) era realmente la más saludable.

En los años setenta el médico danés A. C. Mandal publicó una serie de estudios que se recopilan en el libro The Seated Man, publicado en 1987. En esta obra se analiza la postura del hombre sentado y se dan algunos criterios de evaluación de su salubridad. Según los estudios realizados por Mandal, la postura erguida (extremidades flexionadas a 90º) no es posible mantenerla durante periodos largos de tiempo, no hay base científica como para considerarla la más adecuada y, además, da lugar a fatiga y malestar. La postura correcta sería aquélla en la que el usuario está semisentado, en la que se forma un ángulo de 135º entre el tronco y las piernas. De esta forma, se conserva la curva lumbar y se relajan los músculos, permitiendo que la espina dorsal lleve el peso del cuerpo de una manera más cómoda. Mandal partió para su estudio de las investigaciones del cirujano ortopédico Hanns Schoberth en 1962 y del cirujano americano J. J. Keegan en 1953. Sobre esta base, Mandal propuso un tipo de silla más alta cuyo asiento se inclina hacia delante unos 15º. Además de la conservación de la curva lumbar y la mayor relajación muscular, esta postura proporciona más movilidad y libera parte de la presión en los pulmones y el estómago.

Para evaluar el efecto que un asiento inclinado hacia delante tiene en la flexión y en la curvatura de la espalda, Mandal llevó a cabo un experimento (Mandal, 1987). Para realizarlo, los participantes se colocaron en una estación de trabajo con un asiento y una superficie de trabajo de altura fija (figura 8). Sin embargo, los pies se colocaron en tres posiciones diferentes para simular diferentes alturas de trabajo, y el asiento y la superficie de trabajo se inclinaron. En primer lugar, los participantes se colocaron en la posición tradicional de ángulo recto (figura 8A), con lo cual el asiento y la superficie de trabajo se inclinaron gradualmente, y la posición de los pies se bajó, para simular un incremento de la altura del asiento y de la superficie de trabajo (figura 8B y C).

Los resultados fueron significativos. En la posición final (figura 8C), la flexión y la curvatura hacia delante en la cadera y en la espalda se reducía enormemente, preservando la lordosis lumbar. Es una posición de descanso natural, en la que los músculos están relajados y el cuerpo equilibrado, y es la más adecuada para largos periodos de tiempo en posición sedente.

Otra razón para que Mandal (1987) proponga un plano de trabajo más alto está basada en la distancia visual, que es más corta en un niño que en un adulto. Si la altura de la mesa no está planteada considerando su campo de visión, el niño lo compensa inclinándose hacia los papeles y los libros.

De modo orientativo, Mandal (1987) propuso la altura del usuario como referencia para la silla y el plano de trabajo, para lo que la altura de la silla tiene que ser un tercio de la altura de la persona y la del escritorio la mitad de esa misma dimensión (Mandal, 1987). Un mobiliario tipo Mandal se muestra en la figura 9.

Este tipo de mobiliario es utilizado desde los años setenta en países del norte de Europa como Dinamarca, Suecia o Noruega, y fue el punto de partida de una corriente alternativa a la postura sedente clásica. La discusión sobre cual es real-mente el mobiliario más saludable para el usuario se mantiene en la actualidad, y mientras que algunos expertos aseguran que la postura sedente clásica resulta patógena, otros mantienen que no hay base científica para mantenerlo, y que no está demostrado que otros tipos de mobiliario den mejores resultados.

En España, las nuevas tendencias no llegaron hasta años más tarde, y el uso de pupitres de madera se mantendría hasta finales de los años sesenta, e incluso hasta finales de los años setenta en las escuelas rurales. Los pupitres son cambiados por un conjunto silla-mesa individual, con el plano de trabajo horizontal, muy parecidos a los que se pueden encontrar en la actualidad en las escuelas españolas. El principal motivo de este cambio fue la transformación de los métodos docentes tradicionales, desde una enseñanza de tipo formal a otra de carácter informal (los denominados “métodos activos”). El aula tradicional requería la existencia de un estrado para que el profesor quedase por encima de los alumnos, y un sistema de colocación de estos que asegurase un mínimo movimiento por su parte. En cambio, con los nuevos métodos se suponía que los alumnos tendrían que desplazarse por la clase con facilidad y frecuencia. Así fue como el sistema banco-mesa fue sustituido por sillas y mesas individuales, que podían utilizarse por uno o dos estudiantes, o agruparse para uso de grupos de 4 o incluso 6 alum-nos (Scriven, 1975).

La estructura de estos muebles era de tubos de acero, mientras que para la tapa de la mesa, el asiento y el respaldo de
la silla se utilizaban láminas de madera
barnizada. La mesa tenía una cajonera
lateral para guardar los libros, aunque
en algunos modelos esta cajonera la
tenían situada debajo de la tapa de la
mesa. Además, en la tapa de la mesa
había una ranura para colocar los utensilios
de escritura.

A mediados de los años setenta empiezan
a aparecer las mesas y sillas de láminas
de madera con distintos tipos de acabado,
formica y melamina, materiales que
facilitaban la limpieza del mobiliario, si
bien la estructura sigue siendo de acero
y el diseño básico se conserva. Modelos
silla-mesa de esta época se muestran en
la figura 10.

Desde los años setenta hasta hoy en
día el mobiliario escolar presenta pocas
variaciones desde el punto de vista ergonómico.
Los parámetros de diseño siguen
siendo fundamentalmente los mismos, si
bien actualmente la superficie del asiento
y del respaldo son mayores y presentan
una curvatura que se adapta al cuerpo del
usuario, lo que hace que el asiento sea
más cómodo y se de una mayor protección
a la espalda. Sin embargo, las dimensiones
generales del puesto son menores
que las de los pupitres de los años 50, a
pesar de que la talla media del alumno, a
igualdad de edad, de aquella época era
menor que en la actualidad (Bustamante,
2004
). También se ha modificado la situación
de la cajonera, que ha pasado de
estar en un lateral a estar debajo de la tapa
de la mesa.

Los materiales empleados sí han evolucionado.
Actualmente, aunque la
estructura sigue siendo de acero, el
asiento, el respaldo de la silla y la tapa de
la mesa son de madera prensada con un
recubrimiento plástico ligeramente
rugoso, para evitar que se deslice el papel.
Un modelo de puesto escolar actual se
muestra en la figura 11.

En los últimos años han surgido distintos
diseños de puesto escolar, muy diferentes
entre sí, pero que podrían marcar cuál
va a ser el futuro del mobiliario escolar.

En la figura 12 se muestra un diseño
del arquitecto y ergónomo Antonio Bustamante
(2004), modelo en que el alumno
mantiene una postura semisentada y se
tiene un plano de trabajo inclinado. Sin
embargo, el diseñador Philippe Starck
(2003) recupera el concepto de pupitre
tradicional de madera, pero con plano de
trabajo horizontal (Cooper et al., 2005),
como puede observarse en la figura 13.
Por último, el diseñador Ronnie Lacham
(2002) propone una silla escolar que
pueda balancearse como una mecedora
(figura 14).

A finales de los años ochenta y principios
de los noventa aparecen en los
colegios españoles las primeras aulas
dedicadas exclusivamente al uso de ordenador.
En un principio se equiparon con
el mismo mobiliario que el resto de las
aulas, incluso con sillas y mesas que ya
habían sido desechadas para su utilización
en el aula tradicional.

En los últimos años el uso del ordenador
se ha convertido en una herramienta
fundamental de las actividades
docentes, y eso ha llevado a que los colegios
se hayan dotado de un mobiliario
específico para las aulas donde se desarrollan
actividades con pantallas de
visualización. Sin embargo, el tipo de
muebles que se están empleando están
diseñados para adultos, ni siquiera respeta las dimensiones antropométricas básicas de sus usuarios, ni tienen en cuenta la heterogeneidad en las tallas de los mismos. Aunque se están desarrollando propuestas para dar una solución a este problema, todavía no se ha adoptado una solución definitiva. En la figura 15 se muestra un aula de nuevas tecnologías cuyo mobiliario fue renovado en el año 2006.

Conclusiones

La evolución que ha experimentado el mobiliario escolar en el último siglo ha sido muy relevante. Se ha pasado de los bancos escolares bipersonales hasta los puestos individuales en la actualidad. Sin embargo, desde el punto de vista ergonómico, esta evolución no siempre ha sido positiva. Es el caso de la pérdida del plano de trabajo inclinado, o de la disminución de las dimensiones del puesto escolar, y más teniendo en cuenta el aumento de talla de la población infantil actual respecto a la década de 1950.

Una de las preocupaciones que se plantean hoy en día es la falta de adaptación del mobiliario, que constituye uno de los problemas más importantes de la ergonomía escolar, ya que, además de la incomodidad que puede generar, el puesto de trabajo del niño influye de manera muy negativa en la realización de las tareas escolares. Muchas veces, las características del mobiliario escolar tradicional obligan a los alum-nos a adoptar posiciones antifisiológicas, que con el tiempo pueden tener como consecuencia graves problemas de salud.

Otro inconveniente es cómo se va a adaptar el mobiliario escolar a la incursión de los ordenadores en el aula. De momento las aulas de informática se equipan con el mobiliario “sobrante” o incluso mobiliario de adultos, sin tener en cuenta la heterogeneidad en las tallas de los alumnos, ni ningún parámetro ergonómico.

La cuestión a resolver entonces en el futuro inmediato será cómo diseñar un mobiliario escolar adaptable a un gran rango de usuarios y de actividades, y a un coste competitivo.

Bibliografía

Bustamante A. (2004). Mobiliario escolar sano: estudio sobre las condiciones que debe reunir el mobiliario escolar para las aulas tradicionales y de informática. Editorial Mapfre, Madrid. ISBN 978-84-7100-737-7

Cooper E M, Doze P, Lavelle E (2005). Starck. Taschen.

Fiell C, Fiell P (2002). Modern Chairs. Taschen. ISBN 978-3-8228-2027-8

Fiell C, Fiell P (2005): 1000 Chairs. Taschen. ISBN 978-3-8228-4104-4

Mandal A C (1987). The Seated Man (Homo sedens). Dafnia Pubications, Denmark.

Museo del Niño y Centro de Documentación Histórica de la Escuela (2001). Disponible en: http://www.museodelnino.es/ (Consultado el 15 de junio del 2009).

Peters N (2006). Prouvé. Taschen. ISBN 978-3-82284877-7

Scriven F B (1975). Concepción y fabricación de mobiliario escolar: una evaluación. Editorial de la Unesco. ISBN 92-3-301233-6

Solaguren-Beascosa F (2002). Jacobsen. Edicions UPC – Santa & Cole. ISBN 978-84-8301-623-7

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.