La eficiencia energética, cuestión inaplazable

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La industria, responsable de la cuarta parte del consumo de energía final en España, debe asumir hasta 2020 el 55% del ahorro adicional necesario para cumplir con la directiva de eficiencia energética

La eficiencia energética pasa por ser el mayor recurso energético de la Unión Europea, especialmente dependiente en este capítulo del exterior, y una de las formas más rentables para reforzar la seguridad en el abastecimiento y mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y otras sustancias contaminantes.

En el caso de España, que necesita importar el 70% de la energía que consume, reducir esta factura, que en el conjunto de la UE supone un gasto de más de 400.000 millones de euros anuales, hace tiempo que dejó de ser un objetivo deseable para convertirse en una inaplazable obligación para todos los sectores productivos, incluido y fundamentalmente el industrial, responsable, según figura en el informe anual de seguimiento de los avances hacia los objetivos nacionales de eficiencia energética para 2020, remitido el pasado 30 de abril por el Gobierno de España a las autoridades comunitarias, de algo más de la cuarta parte del consumo de energía final, que en 2013 alcanzó las 81.138 ktep (miles de toneladas equivalentes de petróleo).

Así lo recoge, además, el Plan Nacional de Acción de Eficiencia Energética PNAEE 2014-2020, que atribuye a la industria española el 55% del ahorro adicional necesario para cumplir con la directiva europea de eficiencia energética (DEE), que asigna a nuestro país un objetivo de ahorro de energía acumulado de 15.979 ktep antes del 31 de diciembre de 2020.

Para fomentar e impulsar su consecución, el Comité de Seguimiento y Control del Fondo Nacional de Eficiencia Energética –FNEE, un instrumento creado hace algo más de un año para el apoyo económico, financiero, de asistencia técnica, formación e información dirigido a incrementar la eficiencia energética en los diferentes sectores consumidores de energía– acordó en su primera reunión celebrada a principios de enero la puesta en marcha de un programa de ayudas dirigido, entre otros, al sector industrial, con especial atención a la pequeña y mediana empresa, para el desarrollo de proyectos de ahorro y eficiencia energética.

El programa, coordinado por el Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE), plantea reducir el consumo energético de las empresas, que en algunos casos suponen uno de sus costes más relevantes, si no el que más, por encima incluso de los laborales, haciendo de la eficiencia una herramienta de gestión de primer orden en la estructura productiva, condicionada con carácter general por ciclos de vida de los productos cada vez más cortos y cambios constantes en las necesidades de sus clientes.

En concreto, estas ayudas directas que se pueden solicitar hasta mayo de 2016 promueven la realización de actuaciones empresariales que reduzcan el consumo de energía final y las emisiones de dióxido de carbono en la industria mediante la ejecución de proyectos de ahorro y eficiencia energética tanto de mejora de tecnología en equipos y procesos como en implantación de sistemas de gestión energética.

El Ministerio gestionará cerca de 1.400 millones de euros para 10 programas de ayudas para el ahorro y la eficiencia energética

Dotado inicialmente con un presupuesto de algo más de 49 millones de euros, el Ministerio de Industria, Energía y Turismo decidió recientemente complementarlo con otros 66 millones, toda vez que los 320 proyectos presentados por las empresas del sector industrial hasta el pasado mes de octubre totalizaban ya solicitudes de ayudas superiores a la cuantía inicial. Las ayudas se instrumentan bajo la modalidad de entrega dineraria sin contraprestación, con una cuantía máxima del 30% de la inversión elegible correspondiente y un importe máximo de inversión elegible por solicitud de cuatro millones de euros.

Además, el IDAE aprobó también destinar otras cantidades a crear dos nuevas línea dirigidas, por un lado, a la reducción del consumo de energía en todo el ciclo del agua, con el foco puesto en la desalación, y, por otro, a la mejora de la eficiencia energética en el sector ferroviario mediante actuaciones de recuperación de energía en la frenada de trenes, mejora de la eficiencia energética en los edificios de las estaciones, alumbrado exterior de túneles, galerías, andenes y aparcamientos y la introducción de tecnologías más eficientes energéticamente en señalización y balizamiento. A ellas hay que añadir una tercera línea, iniciada en 2015, para la rehabilitación energética de edificios, dotada con 82 millones de euros.

En total, el Ministerio gestionará casi 1.400 millones de euros para un total 10 programas de ayudas para el ahorro y la eficiencia energética, entre los que también se encuentran los dirigidos a la renovación del alumbrado exterior municipal, un uso más eficiente de los modos de transporte y la selección de proyectos singulares de economía baja en carbono ejecutados por entidades locales, entre otros.

Todos estos programas están respaldados económicamente por el FNEE y los Presupuestos Generales del Estado de 2015 y pueden, asimismo, ser cofinanciados con el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Feder), dentro del Programa Operativo de Crecimiento Sostenible 2014-2020. Según estimaciones del propio IDAE, estos programas soportados con cargo a las dotaciones correspondientes a 2014 y 2015 permitirán generar ahorros equivalentes a 320 ktep al año

(3.720 GWh/año), lo que representa un ahorro equivalente al consumo anual de cerca de 400.000 familias.


Ramas más intensivas

En el sector industrial, el Plan Nacional de Acción de Eficiencia Energética, el instrumento central de la política energética española para alcanzar los objetivos de ahorro y eficiencia derivados de la DEE, destaca que las ramas de actividad más intensivas desde el punto de vista energético son las de química; metalurgia; minerales no metálicos; alimentación, bebidas y tabaco; y pasta y papel, hasta el punto de que entre las cinco llegan a concentrar el 76,4% del consumo energético de la industria nacional.

Pese a que este documento resalta el esfuerzo llevado a cabo por la industria con la ejecución desde el año 2000 de una serie de medidas de ahorro y de cambios tecnológicos que han permitido que el consumo de energía haya descendido desde entonces a una tasa media anual del 1,6% –ligeramente por encima del esfuerzo realizado por el conjunto de la UE, donde la eficiencia energética de las industrias de fabricación ha mejorado una media del 1,3% anual a lo largo de los últimos 15 años–, la Agencia Internacional de la Energía (IEA, en sus siglas en inglés) considera que los países de la Unión Europea necesitan invertir 150.000 millones de euros en eficiencia energética en la industria de 2014 a 2035, lo que casi duplica las tendencias de inversión actuales.

A juicio de los expertos, el mayor problema para conseguir este objetivo es la propia estructura atomizada del sector empresarial de la UE, y por ende de España, donde más del 95% de todas las empresas son pequeñas y medianas (se calcula que en Europa existen alrededor de 22 millones de pymes, que proporcionan unos 89 millones de puestos de trabajo), muy pocas de las cuales tienen capacidad para explotar de manera sistemática los ahorros de energía.

Este inconveniente se agrava por la existencia de empresas muy heterogéneas que desarrollan, literalmente, miles de procesos industriales diferentes y, sobre todo, por las maneras incontables que existen de diseñar y aplicar los proyectos de eficiencia energética. Pero de igual modo, nadie niega que la eficiencia energética ha contribuido positivamente a la competitividad de la industria europea, líder mundial en la materia, al permitir a las empresas gestionar de manera proactiva los aumentos de precios de la energía en los Estados miembro y conservar sus cuotas de exportación, aunque algunos analistas consideran que muchas de las medidas aplicadas son frutos maduros (con tiempos de amortización relativamente cortos) evaluados en función de medidas estrictas de amortización, sin tener en cuenta los amplios beneficios de las inversiones en eficiencia energética.

En lo que sí coinciden todos es en que, pese a lo mucho ganado, el potencial sin explotar de la eficiencia energética en la industria sigue siendo aún enorme. Su consideración como factor de creación de nuevas especializaciones productivas y de empleo y, en definitiva, como factor de reactivación de la economía será clave para impulsar y fomentar su desarrollo. Pero este esfuerzo puede resultar baldío si no viene acompañado de planes concretos de ahorro en el consumo e importación de gas y petróleo. De no hacerlo, la energía seguirá siendo un problema constante y de primera magnitud para España.

El primer combustible para Europa

La eficiencia energética es el primer combustible para la economía europea,
pues es competitiva, tiene una amplia disponibilidad y su producción es rentable.
Así lo entiende el Grupo de Instituciones Financieras de Eficiencia Energética
(Eefig), la entidad constituida a finales de 2013 a propuesta de la Comisión
Europea y el Programa de Iniciativa de Financiación Medioambiental de las Naciones
Unidas, que en un reciente estudio defendió la inversión en eficiencia
como el camino más rentable para reducir la dependencia energética en Europa.

Este grupo, del que forman parte más de 120 expertos y en el que están
integradas varias empresas con sede u operaciones en España, reclama que
para desbloquear de ahora a 2030 los múltiples beneficios de las inversiones
en eficiencia energética se necesita un nivel de colaboración histórico entre
los sectores público y privado. En su informe, publicado tras 16 meses de trabajo,
el Eefig recomienda que los Estados miembros dediquen más medidas
a conseguir un cambio de mentalidad entre los responsables de la toma de
decisiones de las empresas y hogares para elevar la prioridad de las inversiones
en eficiencia energética y la tolerancia cero ante el derroche. Porque, según
destaca, forzar la demanda no es lo mismo que impulsarla.

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