La ciencia del frío

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“ACABAMOS DE ENTRAR EN EL CUARTO AÑO POLAR INTERNACIONAL, QUE PROMETE DAR UN IMPULSO DECISIVO AL CONOCIMIENTO DE LOS POLOS Y SU INFLUENCIA GLOBAL EN EL RESTO DE LA TIERRA”

Karl Weyprecht fue un explorador austriaco que hace casi siglo y medio se sintió fascinado por las inmensas regiones de hielo que cubrían las altas latitudes. En 1872 codirigió una expedición austrohúngara que tenía como meta explorar las regiones árticas cercanas al Polo Norte; una aventura que le marcó para el resto de su vida. Por entonces las escasas iniciativas de ese tipo eran normalmente de carácter privado, individualista, aventurero… La ciencia polar no existía, y Weyprecht se empeñó en impulsarla, organizando encuentros para generar interés y poner en marcha proyectos internacionales. En Hamburgo, durante la Primera Conferencia Polar, celebrada en1879, consiguió que se aprobara la declaración del bienio 1882- 83 como “Año Polar Internacional”. Weyprecht no llegó a ver los frutos de su propuesta, ya que murió de tuberculosis en 1881, a los 43 años, que supusieron importantes avances en el estudio del Ártico. Se montaron 15 estaciones de observación desde donde se realizaron numerosas mediciones geomagnéticas y meteorológicas.

Puede parecer un escaso provecho, pero las posibilidades de aquel entonces eran muy reducidas. De hecho, el impacto que tuvo llevó a que 50 años después se celebrara el Segundo Año Polar, durante el bienio 1932-33. Para entonces ya se habían conquistado ambos polos y se organizaban de forma regular expediciones tanto al Ártico como a la Antártida. La celebración dio lugar a una amplia participación, ya que se sumaron 40 países a la iniciativa, y gracias al empleo de tecnologías avanzadas de la época, como la radio, el teléfono y los vehículos motorizados, se consiguieron resultados más importantes.

No hubo que esperar otros 50 años para dar un nuevo impulso a la ciencia polar. Un cuarto de siglo después, en el período 1957-58, se celebró la tercera edición, esta vez con el nombre de Año Geofísico Internacional. El impacto fue profundo, tanto científica como políticamente. La Unión Soviética anunció, dentro del programa de actividades, el lanzamiento de un satélite artificial, el Sputnik I, dando inicio a la era espacial. También se impulsaron las investigaciones en las profundidades del océano y de allí surgió una auténtica revolución en las ciencias de la Tierra, ya que las mediciones paleomagnéticas permitieron descubrir la expansión del suelo marino y, en definitiva, la deriva continental y la tectónica de placas, el paradigma hoy vigente en la geología. Y en el aspecto político, de aquella celebración surgió el Tratado Antártico, la norma que desde entonces regula la presencia humana en la Antártida.

Ahora, cuando se cumplen 50 años de este acontecimiento, y 125 del que puso en marcha Weyprecht, acabamos de entrar en el cuarto Año Polar Internacional (del 1 de marzo de 2007 al 28 de febrero de 2009), que promete dar un impulso decisivo al conocimiento de los polos y su influencia global en el resto de la Tierra. El Comité Conjunto creado para coordinar las actividades, en el cual participa el geólogo español Jerónimo López, ha seleccionado entre las miles de propuestas presentadas 210 proyectos globales de investigación, cada uno de los cuales es un marco en el que se inscriben diferentes investigaciones a realizar por diversos grupos de científicos de todo el mundo.

Ya no es la mera curiosidad o el afán del descubrimiento lo que impulsa este interés. Hoy sabemos que las regiones polares cumplen un papel esencial en la regulación del clima de todo el planeta y son el laboratorio apropiado para multitud de investigaciones de máximo interés: la capa de ozono, la evolución de los glaciares, los climas del pasado, los meteoritos, los ecosistemas polares, el ciclo del dióxido de carbono, la biodiversidad marina, el magnetismo, los líquenes, la tectónica de placas, la dispersión de contaminantes, la observación astronómica, el estudio de las radiaciones cósmicas y un largo etcétera, incluidos los efectos del calentamiento terrestre en las poblaciones subárticas.

España, que no formó parte del contingente de 67 países que hace medio siglo secundó la llamada del Año Geofísico Internacional, participa activamente en esta ocasión, con proyectos aprobados para investigar en ambas regiones polares. Nuestro país es un recién llegado a este ámbito científico, ya que dio sus primeros pasos por el hielo hace dos décadas. Hoy, con dos bases antárticas (la Juan Carlos I, en Isla Livingston, y la Gabriel de Castilla, en Isla Decepción), y dos buques operativos (el Las Palmas y el Hespérides) contribuye notablemente, en la medida de su desarrollo científico general, a la investigación polar. Por eso sorprende el escaso eco que la celebración está teniendo en los responsables políticos de la actividad científica, más dedicados a tratar de encontrar contenido a un “Año de la ciencia” muy aireado pero aún vacío que a difundir el Año Polar Internacional, que es justamente la otra cara de la moneda: repleto de actividades y olvidado por las autoridades.

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