Ingenio y retórica

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“EL LENGUAJE POLÍTICO DE NUESTROS DÍAS ESTÁ FALTADO DE INGENIO, UN MÉTODO DE CONOCIMIENTO QUE PERMITE PENETRAR LA REALIDAD PORQUE DESCUBRE RELACIONES ENTRE DIVERSOS ELEMENTOS. NO NOS CONFUNDAMOS: NO ES INGENIO USAR LOS TÉRMINOS A CONVENIENCIA POLÍTICA”

Hoy en día, cuando el lenguaje en boca de los políticos sufre todo tipo de reinterpretaciones, propio de una ingeniería lingüística delicada, conviene volver a los clásicos para subrayar la complejidad y dificultad del don de la palabra y de la retórica, del lat. rhetorica, del gr. rhetorike, el arte de hablar o escribir.

En el siglo XIII en plena expansión del vulgar en los ámbitos de la escritura culta y literaria, hasta entonces reservados al latín, Dante Alighéri escribió De vulgari eloquentia. En De vulgari eloquentia Dante ensaya sobre la locutio vulgaris, es decir, el lenguaje natural, facultad exclusiva del género humano, concepto distinto del de locutio secundaria o gramatica, que se refiere al lenguaje artificial en las dos lenguas gramaticales, el latín y el griego. Del vulgare latium, Dante destacaba el término locutio, del verbo loqui, que significa el don de la palabra. Quedaba clara la distinción entre el lenguaje natural y el lenguaje artificial transformado por la ars. Pero ¿qué sería de la palabra sin el ingenio? Baltasar Gracián en su obra Arte de ingenio. Tratado de agudeza (1642) (Emilio Blanco ed., Madrid, Cátedra, col. «Letras Hispánicas», 1998) expone ya en el título la paradoja del ingenium, del latín ingenium, “habilidad o talento para inventar cosas”, propio del poeta, opuesto a la ars, del latín ars, artis, “manera como debe hacerse una cosa” con preparación por medio de reglas. Espontaneidad versus preparación, una fuerza natural que no se encierra en las reglas. El lenguaje político de nuestros días está faltado de ingenio, un método de conocimiento que permite penetrar la realidad porque descubre relaciones entre diversos elementos, aunque también nos faculta a sobrepasarla. No nos confundamos: no es ingenio usar los términos a conveniencia política. Si, pongamos por caso, distintas fuerzas políticas utilizan el mismo lenguaje, tarde o temprano surgirá un sentido semántico diferente de las palabras. Ya hace tiempo que el lenguaje del derecho, de la economía, de la cultura se ha convertido en lenguajes políticos y agitativos. Pero si a los políticos les pedimos la facultad del ingenio, en una sociedad de palabras mesuradas y contenidas, quizás no puedan cumplir los decretos del Oráculo manual y arte de prudencia del mismo Gracián (Arturo del Hoyo ed., El Héroe. El Político. El discreto. Oráculo manual y arte de prudencia. Barcelona, Plaza y Janés, col. Clásicos, 54, 1986).

Con su Oráculo (1647), aforismos sacados de sus obras con el esprit, la quintaesencia de su autor, Gracián participó de la corriente francesa de los moralistas como La Rochefoucauld, la Bruyère o Pascal. Se sabe que el Oráculo influyó incluso en los filósofos germanos Schopenhauer y Nietzsche. En él están presentes sus tres obras más conocidas, a parte por supuesto de El Criticón, El Héroe, El Político y El Discreto, y “de un solo rasgo, todos los doce Gracianes”. Si tuviésemos que pedir a nuestros políticos la virtud de la prudencia en sus declaraciones e interpretaciones de la realidad, les pediríamos “sindéresis”, del griego synteresis, “exa-men”, concepto que Gracián rescata de santo Tomás para definir la “ley de nuestro entendimiento en cuanto que contiene los preceptos de la ley natural, los cuales son los primeros principios de los actos humanos” (Oráculo, op. cit, p. 369). Esta ley o hábito en Gracián “consiste en una conatural propensión a todo lo más conforme a la razón” (op. cit, aforismo 96), el cerebro es su asiento y ayuda a producir buenos dictámenes, en cuanto a juicio templado (op. cit, af. 60).

En conclusión, Gracián en el discurso L de Arte de ingenio. Tratado de agudeza sintetiza la agudeza en cuatro causas: el Ingenio, la Materia, el Exemplar y el Arte. En el ingenio y el arte ya nos hemos detenido anteriormente, examinemos Materia y Exemplar. Por Materia entiende “el fundamento del discurrir, sobre ella se levanta toda máquina de sutileza”, y por Exemplar al primer modelo, original, que guía el Ingenio por camino senderado. Si bien estos consejos fueron escritos para el Príncipe Baltasar Carlos, primogénito de Felipe IV, que murió adolescente y no llegó a ser monarca, siguen siendo vigentes para el buen hacer en política.

Pedimos pues a los políticos ingenio, prudencia y agudeza en sus juicios y declaraciones. A la hora de usar términos con nuevos sentidos que ultrapasan el original deberían optar por la retórica para “exprimir cultamente los conceptos” y para “el realce de la agudeza”: “Que la agudeza si no reina, merece conreinar” (El Héroe, op. cit, p. 117).

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