Industria o caos

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Recientemente hemos presentado nuestro IV Barómetro Industrial, el estudio que refleja la visión que desde el punto de vista profesional se tiene de este imprescindible sector, y lejos de las cifras macro que nos indican año tras año que no logramos despegar, lo que sí que deja patente es la voluntad inquebrantable de nuestros profesionales para que éste siga siendo la base del desarrollo, progreso y prosperidad de nuestra sociedad.

El problema viene cuando comprobamos, y nos suele ocurrir también en nuestra vida diaria, que la voluntad puede no ser suficiente, y que todos los esfuerzos que se realizan en un sentido pueden ser contrarrestados por otros factores externos y que no dependen de nosotros, lo cual pone a prueba de forma continua nuestra resiliencia.

Y es que lejos de conseguir el objetivo del 20% del PIB industrial en el año 2020, lo cierto es que la industria española ha ido perdiendo peso respecto del conjunto de sectores de la economía nacional, pasando de suponer en el año 2000 el 20,6% del valor añadido bruto (VAB) al 16,14% en 2019. Y hay quien puede pensar que si no se produce con la industria, se puede compensar con otros sectores, y que no hay mayor problema, y aquí es donde está el principal error, al ignorar la importancia vital y estratégica de la misma.

Pero la situación pandémica mundial que estamos viviendo ha aflorado los múltiples errores que hemos venido cometiendo, y que lejos de enmendar, parece que nos empeñemos en perpetuar. Y es que la continua deslocalización del tejido industrial y la ausencia de una estrategia real, al margen de frases bonitas, nos ha conducido no solo a tener una economía totalmente vulnerable, como ya se demostró en la anterior crisis, sino que ahora además, con casi 6 millones de personas desempleadas, una deuda pública desorbitada, y la economía estancada, seguimos aumentando nuestra dependencia del exterior, y sobre todo en sectores estratégicos.

No es cuestión de abrir el debate sobre la vacuna para hacer frente a la COVID-19, pero no es más que el fiel reflejo de cuáles son los países que no solo lideran, sino que además condicionan en la actualidad la economía y el desarrollo del resto. Y es que el liderazgo es una cuestión vital en una economía globalizada como la que vivimos, y debemos ser conscientes de que el mismo se consigue precisamente mediante la fortaleza que otorga el sector industrial y todo lo que ello conlleva de investigación, innovación, desarrollo y, por tanto, de generación de riqueza.

Estamos, por tanto, ante una situación crítica, que nos debe hacer reflexionar de forma profunda, pero también y como siempre que vivimos situaciones de este tipo, estamos ante una oportunidad histórica de realizar una transformación en nuestro modelo productivo, y para ello vamos a contar además con un suplemento extra con los famosos y ansiados fondos europeos Next Generation. Pero estos fondos son un arma de doble filo, y si no somos capaces de utilizarlos de manera inteligente, producirán el efecto totalmente contrario al que esperamos. Y es que cada vez son más las dudas que surgen en torno a los mismos, y ya no solo por el clima político generado, sino por la indefinición, la falta de información, las dudas sobre la capacidad de gestión y quizás por las enormes expectativas.

Y es por tanto, que debemos elegir muy bien y gestionar mejor, el uso de los fondos, para que realmente consigan ese efecto incentivador que dé forma a la siguiente generación, y que por ello deberá incluir, a su vez, las reformas estructurales que se necesitan para hacer viable nuestra economía. Y es que estos fondos no están pensados para que tengan un efecto inmediato, como algunos pueden pensar, y no están creados para financiar gastos corrientes ni pagar deuda, sino que su destino es una inversión transformadora, que permita sentar las bases de una economía más competitiva, digital y sostenible, y que va a requerir a su vez un esfuerzo inversor extra por parte de todos. Pero además, es totalmente imprescindible que tengamos cierta estabilidad política y social, para generar confianza inversora y potenciar nuestra credibilidad como país.

Esta inversión debe permitir, a su vez, paliar los efectos devastadores que la pandemia ha ocasionado en muchos sectores, pero todo ello pasa por una base muy sólida y cimentada en la actividad industrial que permita cierta estabilidad en las próximas generaciones. Es por ello, que el esfuerzo ha de ser ímprobo y la transformación muy meditada e incisiva. Se requieren grandes líneas para fomentar el emprendimiento industrial en determinados sectores estratégicos y necesarios, y se requiere un especial esfuerzo en la modernización de la pequeña y mediana industria, que va a tener un papel decisivo en la transformación del resto de sectores y, por tanto, en el conjunto de nuestra economía.

Estamos, pues, ante lo que entiendo debe ser la mayor de nuestras apuestas en nuestro modelo de país, conseguir que nuestras pymes industriales aumenten su competitividad y crezcan. Para ello será necesario algo más que fondos, y éste será el papel que debemos liderar nosotros, los profesionales del sector.

José Antonio Galdón Ruiz
Presidente del Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial de España y de la Fundación Técnica Industrial

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