Gramáticas de la creación

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“SI LA ENERGÍA SÓLO ES CAPAZ DE TRANSFORMARSE, EN EL ARTE Y EN LAS HUMANIDADES EVOLUCIONAMOS CREANDO Y DESTRUYENDO. DEBEREMOS SEGUIR REINVENTANDO LOS CONCEPTOS DE CREAR E INVENTAR PARA SEGUIR EVOLUCIONANDO”

Me he permitido tomar de prestado el título de uno de los ensayos de George Steiner, el gran maestro de la literatura comparada, quien en su estudio diserta, entre muchos otros temas, sobre el concepto de creación. En esta ocasión nos vamos a ocupar de los conceptos de invención y creación, y de cómo, superado el siglo XX, debemos reinventarlos. En la actualidad, hablar de creatividad es tratar un tema muy polémico, debido fundamentalmente a las diversas tendencias y posiciones desde las que se enfoca.

Steiner distingue diferentes aproximaciones al término creación. De entre ellas, nos interesa por su proximidad con la etimología de los vocablos su contexto estético, más que el religioso o epistemológico, aunque la presión de los valores religiosos y filosóficos es inevitable: «La creatio latina se basa en la biología y la política: en el acto de engendrar niños y de nombrar un magistrado. Entre las 30 acepciones principales que el Oxford Latin Dictionary atribuye a facio, la que corresponde a la poética se relaciona sorprendentemente con el préstamo de modelos de la literatura griega (…). Invenio, con inventio e inventor, se «pule» en contacto con la poética, con la expresión de Estacio auctor invertor que al igual que sucede con el infrecuente inceptor. La atención de Roma se dirige, como es sabido, al «hallazgo» o la «ideación» de materiales cívicos, legislativos y arquitectónicos» (Gramáticas de la creación, Ed. Siruela, 2001, p. 31). A pesar de la autosuficiencia del término, su evolución establece una transferencia semántica entre el griego, el latín y el hebreo.

Vayamos al estudio del origen de ambos vocablos. Crear proviene del latín creare, y al igual que criar, en la acepción que significa «producir de la nada». Según el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, de Corominas-Pascual, la distinción actual entre criar y el cultismo crear es muy tardía. Aplicado a la Divinidad, predomina todavía criar por encima de crear en el Siglo de Oro, y aún hoy se emplea en el lenguaje arcaizante de las oraciones y la predicación. En la Edad Media se puede encontrar algún texto con el término crear en sentido de nutrir, educar, aunque es mayoritario el uso del término con i, criar. La preferencia por la norma culta se hizo sentir primero en la acepción «nombrar, poner en un cargo». No por ello, en textos latinos de Horacio u Ovidio encontramos el término creare, algunas veces en el sentido de «dar a luz, engendrar». No le falta razón al erudito Steiner al afirmar que «el concepto de creación es a un tiempo inevitable e irritante», porque, por derivación, nos sitúa en una encrucijada semántica donde debemos tener en cuenta conceptos como el de mimesis, imprescindible para los fundamentos literarios (la República de Platón es un buen ejemplo), o imitatio.

Inventar tiene su origen en el latín invenire. Éste es el sentido que desarrollaremos, no en la derivación de fingire, de «fingir o discurrir sin fundamento». El Tesoro de la lengua castellana, de Sebastián de Covarrubias, define inventar como «sacar alguna cosa de nuevo que no se haya visto antes ni tenga imitación de otra». El imprescindible Diccionario de uso del español, de María Moliner, añade los significados de «descubrir, idear o imaginar». En este emparejamiento terminológico de inventar-crear, parece que deberemos echar mano de los matices. La acción de inventar recurre al hecho de «descubrir», «hallar», mientras que crear, auque en una única acepción, nos acerca al acto de hacer existir una cosa, sea Dios o el arte.

Muchos han sido los artistas, pintores, escritores, etc., en las humanidades, o los científicos e ingenieros en el campo científico, que han reflexionado y escrito sobre el acto de crear. Pero nos valdremos nuevamente de un ensayista, José Antonio Marina, quien en su obra Teoría de la inteligencia creadora discurre sobre ello: «Crear es someter las operaciones mentales a un proyector creador. (…) ¿Qué es lo que hace que un proyecto sea creador? En primer lugar, que sea libre. Tres conceptos van indisolublemente unidos: inteligencia humana, libertad y creación. Sólo de manera metafórica podemos considerar que una acción natural, efecto de leyes deterministas, es creadora» (p. 151). Entonces, ¿crear de la nada es posible? ¿A partir de qué se puede crear? Podríamos entrar en una ardua discusión sobre el primer movimiento, las teorías tomistas…, pero, ¿a partir de algo transformamos o creamos? La ley de la conservación de la energía establece que la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma (primera ley de la Termodinámica). Si la energía sólo es capaz de transformarse, en el arte y en las humanidades evolucionamos creando y destruyendo. Picasso es el paradigma del artista creador del siglo XX. Deberemos seguir reinventando los conceptos de crear e inventar para seguir evolucionando.

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