Gonzalo Nieto Feliner

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Gonzalo Nieto Feliner (Madrid, 1958) es doctor en Biología y, salvo un año en EE. UU., ha desarrollado toda su carrera profesional en el Real Jardín Botánico, uno de los centros de investigación más antiguos de España, con 250 años de historia, y sede del nodo español de una gran malla internacional de bases de datos sobre la biodiversidad global. Ha trabajado en biosistemática de plantas y ha contribuido significativamente al proyecto Flora Ibérica durante más de 15 años. Pero su interés científico se centra desde hace más de una década en la biología evolutiva, en concreto en reconstruir la filogenia (genealogía) de grupos de plantas, y muy especialmente en contribuir a la solución de varios problemas de esta disciplina, como la integración de datos moleculares y de otras fuentes para reconstruir la filogenia, o la búsqueda de patrones filogeográficos (modelos de distribución espacio-temporal de variabilidad molecular), en la cuenca mediterránea.

«LOS BOTÁNICOS NO NOS DEJAMOS EMBAUCAR POR LA PRESTANCIA DE LOS ÁRBOLES, LO QUE NOS GUSTA SON LAS ESPECIES»

Es otoño, ¿qué tal le sienta esta estación al Jardín Botánico.

Todas las estaciones tienen interés para el visitante de este jardín. Cada una otorga su estética y su belleza.

Se puede calificar al Real Jardín Botánico de Madrid como el primero de España.

Este jardín se inauguró en 1781 y es el sucesor de otro que estaba en la Huerta de Migas Calientes, en las inmediaciones de lo que hoy se denomina Puerta de Hierro, a orillas del río Manzanares. Así que sí se podría calificar así, y sus singularidades provienen de tener esta larga trayectoria, de su historia, de haber acumulado durante estos 250 años los legados que configuran sus distintas colecciones botánicas, de su gran archivo documental de libros y de las grandes expediciones. Es singular también por su ubicación, ya que está situado en el centro de una gran ciudad y en la milla de los grandes museos de arte de Madrid. Esto es muy raro tanto en España como en el resto del mundo. Estar tan céntrico y estar tan vivo y activo en todas las facetas que desarrolla le permiten tener peculiaridades propias. Su enclave otorga un contraste al tráfico y al bullicio, lo que no sólo es atractivo para los que habitan Madrid sino también para sus visitantes. Además, tiene una oferta diferenciada, ya que está centrada sobre todo en nuestra parte expositiva, en la ciencia, la técnica y el medio ambiente, además de la botánica.

Con respecto a la vegetación, ¿qué singularidades tiene el jardín?

El clima de Madrid no es muy adecuado para todas las especies, ya que al tener un clima muy continental las especies que contiene tienen que aclimatarse a sus variaciones. Además, no tenemos mucho espacio, así que la colección de plantas vivas del jardín tal vez no sea lo más importante, aunque siempre tratamos de mejorarla. Yo creo que lo fuerte de este jardín es, por una parte, su carácter histórico, con un diseño heredado. Inicialmente fue neoclásico, pero a lo largo de su historia fue variando. Una de las últimas modificaciones realizadas fue en 1981 y se eligió una síntesis de estilos que fue muy bien acogida porque no fue sencillo hacerla y de acordar, ya que hasta llegar a ella se intentaron otros diseños. El que se acordó entonces sintetizaba la historia del jardín. En las dos terrazas bajas se optó por el estilo clásico del siglo XVIII y en la terraza superior el estilo romántico isabelino que se había añadido por Mariano de la Paz Graells en el siglo XIX.

El Jardín Botánico es un museo de plantas vivas. ¿Cuáles destacaría?

El Botánico alberga unos 1.500 árboles y cuenta con nueve que llamamos monumentales. El más antiguo es un olmo del Cáucaso o cercoba de 40 metros. Es el más alto, pero por las dimensiones del jardín no se puede apreciar en todo su esplendor. No se puede ver como en un jardín inglés, pero aun así se puede apreciar que es un árbol imponente. Aquí las siluetas naturales de los árboles no siempre se pueden mantener, porque hay que realizar podas para mantenerlos. El más antiguo es un ciprés, tiene la misma edad que el jardín. Incluso es anterior a éste, ya vino del anterior emplazamiento del Real Jardín Botánico, el de Migas Calientes. También alberga una colección destacable de rosas antiguas donadas por el Banco Urquijo que está en los cuadros centrales de abajo del jardín. Se llaman antiguas porque se obtuvieron hace tiempo. Los cultivadores de rosas siempre van creando nuevas variedades. Otros puntos de valor es el invernadero de las palmas de Graells del siglo XIX. Más moderna es la colección de bonsáis donados por Felipe González o la colección de emparrados.

Junto a la monumentalidad botánica, alberga también edificios históricos.

Sí, y esta serie de edificios le otorgan también valor a este espacio. El más significativo es el pabellón Villanueva que se construye alrededor de 1780 y se termina dos años más tarde interviniendo en su construcción dos arquitectos reales. Lo comenzó Sabatini diseñando las dos alas, los dos invernáculos separados, y luego Juan de Villanueva se incorporó al proyecto y los unió con un atrio y con la cátedra que luego se llamó de Cavanilles porque él daba sus clases ahí. Otro elemento emblemático arquitectónico es la puerta del Rey, que es de finales del XVIII y la utilizamos de símbolo. A esta puerta llegaban muchas personas a por plantas. En este período la botánica era muy popular porque se esperaba extraer sustancias y encontrar remedios para las enfermedades, se repartían plantas medicinales, costumbre que se mantuvo hasta mediados de los años 80 del siglo pasado. Como todo jardín botánico, éste también es una mezcla y una síntesis de actividades, de objetos, de diseños. Este jardín es paradigmático en eso, junto con las tres grandes facetas que todo jardín botánico aborda, como son la educación, la investigación y la conservación. Éste tiene una faceta cultural, de espacio expositivo de cultura y de conocimiento que otros no tienen tan acentuado.

En estos momentos, el recién remodelado edificio de Villanueva acoge la exposición Ars Mechanicae, Ingeniería Medieval en España.

Sí, es una exposición que, a través de 110 piezas originales procedentes de 36 instituciones y 31 maquetas y modelos, proporciona una amplia visión de la ingeniería medieval en los antiguos reinos que poblaron la Península Ibérica, con especial atención a las obras públicas, una gran variedad de artes relacionadas con la industria y los más diversos ingenios y máquinas del período medieval.

¿Cada cuánto tiempo se renuevan las exposiciones?

Cada tres meses más o menos albergamos una exposición. Sí que me gustaría decir que nos diferenciamos de la oferta que se hace en otro sitios. Como organismo de investigación damos priori-dad a la naturaleza y el medio ambiente y a la ciencia en general.

El Jardín Botánico no siempre tuvo este tamaño. ¿No es así?

Fue más grande. Tanto la cuesta de Moyano como todo el terreno que ocupa el actual Ministerio de Agricultura eran parte del Botánico, y se cogió parte de él para su construcción. En 1882 se segregan dos hectáreas para construir el edificio.

Entre otras curiosidades, este jardín también tuvo un zoológico.

En 1857, siendo Mariano de la Paz Graells director del Real Jardín, se realizaron reformas importantes que aún perduran, como el invernadero que lleva su nombre y la remodelación de la terraza superior. También en época de Graells se instaló un zoológico, que 12 años más tarde, siendo ya director Miguel Colmeiro, se trasladó al Jardín del Buen Retiro.

«EL JARDÍN BOTÁNICO ALBERGA UNOS 1.500 ÁRBOLES Y CUENTA CON NUEVE ÁRBOLES QUE LLAMAMOS MONUMENTALES. EL MÁS ANTIGUO ES UN OLMO DEL CÁUCASO O CERCOBA DE 40 METROS»

Desde 1939, el Real Jardín Botánico depende del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Por tanto, es también un centro de investigación. ¿Cuáles son las líneas que desarrollan actualmente?

Acabamos de concluir un plan estratégico de actuación para el cuatrienio 2009-2013 en el que se recogen las principales líneas de investigación que queremos desarrollar, y que fundamentalmente son cuatro. Éstas dependen de los temas a abordar y de los organismos que colaboren. Pero, resumiendo, todas van encaminadas a ahondar más en las causas de la biodiversidad. En el Botánico, tradicionalmente y lógicamente se trabaja en plantas, pero también en hongos, aunque éstos no puedan clasificarse como vegetales. Los estudios en hongos y en briofitos se centran en cuestiones de filogenia o de parasitismo. Otra de las líneas es la que se dedica a hacer inventario o seguimiento de la biodiversidad, mediante catálogos, publicaciones y se enfoca al estudio de lugares que se conocen peor. La Península Ibérica es un caso especial; por razones históricas no teníamos una flora moderna bien documentada. Por ello, en los años 80 se emprendieron estudios para conocerla e inventariarla, y esto está en proceso de culminación. Estos estudios básicos de biodiversidad también se orientan a países del trópico y a aquellos con los que España tiene una vinculación, como son los países latinoamericanos. Estamos trabajando en Ecuador, Bolivia, Argentina, México y también en Guinea Ecuatorial. De este último país hace casi tres décadas que se acumulan colecciones y estudios parciales y ahora acabamos de publicar el primer volumen de su flora. Luego hay otra línea que está centrada en estudios genéticos y de biología evolutiva, para comprender cómo se ha producido la diversidad, y que se complementa con la biogeografía, que es la que estudia la distribución de los organismos a lo largo del tiempo y el espa-cio. La biogeografía tiene también como misión estudiar el papel de los grandes vientos como determinantes de la distribución de las plantas y su relación con las aves. También tienen importancia para nosotros las plantas acuáticas y los humedales. Esta investigación es aplicada, ya que junto al conocimiento se trabaja en enfoques para la recuperación de zonas húmedas y relacionadas con el cambio climático. Lo difícil en el Jardín Botánico es mantener un equilibrio entre todas las posibilidades de investigación y que éstas sean productivas y fructíferas, que tengan acciones sinérgicas y que no fomente la competencia entre líneas y servicios, sino que se complementen entre ellas.

¿Cuantos investigadores trabajan actualmente?

La plantilla del Botánico es de más de 130 personas. Se divide casi al 50% entre personal investigador y otros servicios. Tenemos 20 investigadores de plantilla más los estudiantes de doctorado y los investigadores posdoctorales. Tendríamos que crecer porque hemos alcanzado un nivel y una calidad en nuestras líneas de investigación; nuestro trabajo puede ser muy competitivo. El Botánico siempre ha sido un referente de la botánica en España. Desde hace décadas han sido las colecciones y su biblioteca el referente vivo más antiguo de la botánica española.

Tal vez se piensa que las expediciones científicas son algo del pasado. Pero no es así.

Es cierto que se hacen menos y a lugares más concretos. Tal vez hay menos épica, ya que ahora es muy fácil desplazarse a los sitios. La logística es muy diferente. También es cierto que existen sitios muy inaccesibles y tal vez se tienen que emplear algunos días para llegar, pero no tiene nada que ver con la dificultad de hace 200 años. El trabajo de Guinea fue porque había zonas muy poco estudiadas. Por eso se ha estado haciendo este trabajo de campo durante 30 años. Y en Latinoamérica pasa lo mismo. Todas las grandes instituciones, como el Jardín Botánico de Misuri, que es el más importante de Estados Unidos junto con el de Nueva York, tienen campañas de este tipo.

¿Se realizan nuevos descubrimientos?

Sí, se descubren especies nuevas, pero de grupos que son menos conocidos. Y no es tanto encontrar una especie muy diferenciada morfológicamente de las demás, sino que uno al ponerse a trabajar en un grupo descubre diversidad biológica en ellos. Sin embargo, hay ejemplos curiosos. En 1994 se descubrió en Australia un árbol que era un auténtico fósil viviente, una cornífera, cuyo pariente más cercano es la araucaria que vive en Chile y en otros países del hemisferio sur. Se conocían fósiles de éste que se descubrió cerca de Sydney de hace 50 millones de años. Lo sorprendente es que ha llegado a nuestros días sin ninguna variabilidad genética a las descritas mediante fósiles, lo cual se explica muy mal, ya que la variabilidad genética le da a una especie recursos para sobrevivir y reaccionar ante los distintos cambios ambientales. Esta cornífera es un auténtico clon de las fósiles. Se descubrieron un centenar de individuos en unas gargantas. Luego se multiplicaron in vitro y se han repartido por distintos jardines botánicos. Nosotros tenemos dos.

¿Se han aclimatado bien a Madrid?

Bueno, están con nosotros hace un año y medio y han pasado bien el invierno. Tenemos dos ejemplares, uno está dentro en el invernadero y otro está fuera. Pero no sabemos si las heladas -Madrid las tiene a veces prolongadas- le afectarán.

Tengo entendido que también un equipo del Botánico ha encontrado una nueva especie de hongo en las islas Canarias.

Así es, se supone que llegó a las islas con el viento y vive en ambientes semidesérticos sobre restos de vegetales en descomposición.

El Jardín Botánico tiene otras facetas, ya que dispone de un gran archivo, una biblioteca y un importante herbario. ¿Hacen de guardianes de estos tesoros o están disponibles para todo el mundo?

Todas las facetas del Botánico tienen su entidad. El archivo, la biblioteca, el herbario, tienen su vida propia y se facilitan préstamos. Las colecciones de herbarios más importantes están aquí. El archivo es de acceso público y para que sea todavía más estamos llevando a cabo un gran trabajo de digitalización; el archivo está abierto a investigadores de todo el mundo. Pasa lo mismo con la biblioteca, que es la mejor de España en Botánica. También es para investigadores, pero si hay personas con una petición porque necesitan obtener información para su trabajo, también. En la biblioteca hay 40 volúmenes y unas 20.000 revistas, algunas que no están vivas y otras sí. El herbario es una gran herramienta de trabajo.

¿Qué incluyen los herbarios?

Incluyen especímenes, plantas, que están secadas y prensadas, y de esa forma se conserva bastante información de estos seres vivos. Secadas no se deterioran, no se pudren. Con ellas se pueden hacer una gran variedad de estudios, como son los moleculares, estudios que empezamos aquí a mediados de los años 90, puesto que a partir de hojas se puede extraer ADN y se puede secuenciar parte del genoma. Los estudios moleculares dentro de nuestro campo se utilizan para identificar y para caracterizar una especie mediante las secuencias genéticas. Las comparaciones de las secuencias genéticas nos sirven para saber las evoluciones de especies relacionadas y se pueden construir árboles filogenéticos. En la actualidad, el herbario cuenta con aproximadamente un millón de ejemplares provenientes de todo el mundo. Hay reunidas unas 14.000 plantas, representadas por unas 13.000 fanerógamas y un millar escaso de criptógamas.

El herbario y el banco de semillas, ¿son dos áreas distintas o están relacionadas?

Las dos áreas están relacionadas. Las semillas se pueden extraer de un pliego si éste fue secado en tiempo de fructificación o se pueden recolectar en el campo independientemente. Aunque aquí, por trabajo, siempre se tiene un pliego testigo para poder cotejar con la especie a la que pertenecen, porque muchas veces identificar una subespecie no es tan sencillo. Éste es el gran caballo de batalla de la taxonomía, que estudia la clasificación de los organismos. En la investigación se necesita tener certeza en la identificación del material vivo. Los bancos de semillas o de germoplasma son un banco de recursos genéticos, es una pieza fundamental en las estrategias de conservación ex situ. Las semillas son organismos vivos que simplemente han detenido su crecimiento en una fase embrionaria muy temprana, pero ya está el individuo constituido. Si conseguimos que la semilla se mantenga viable, al ocupan muy poco espacio, es una forma idónea de conservación.

Qué le parece la idea del «Arca de Noé», el proyecto noruego para conservar millones de semillas de todo el mundo para asegurar su existencia en caso de catástrofe natural o humana.

Lo importante para que la semilla tenga una larga vida no es tanto la baja temperatura como la humedad muy baja. Si se consigue bajar la humedad y conservar la semilla en unos viales al vacío no es necesaria una temperatura muy baja. Este proyecto tiene algo de mediático, más que de utilidad. Pero, por otra parte, el conservar semillas es algo que nos ofrecen las plantas; con los animales es más difícil conservar la biodiversidad, de forma económica y fácil. Todas las iniciativas de bancos de semillas son importantes.

¿Habría que poner freno a la tendencia de patentar las semillas? ¿No deberían ser patrimonio de la humanidad?

Por supuesto. Y también realizar iniciativas de conservación de los distintos patrimonios. En los años 90, en Costa Rica, el Instituto de Parques Nacionales llegó a un acuerdo con la farmacéutica Merck, de tal manera que ella subvencionaba investigaciones si se le permitía recolectar plantas para rastrear la posibilidad de encontrar productos farmacológicos.

Los transgénicos han pervertido, por decirlo de algún modo, el mundo de las semillas.

No, no lo creo. En España existen varios bancos de semillas. Nosotros tenemos uno, no sólo incluyen semillas, sino esporas, hongos, bancos de ADN, banco de tejidos. Nuestro banco de germoplasma tiene más de 20 años de vida y ahora está más revitalizado que nunca.

Este año se celebran los 200 años de la muerte del médico y botánico Celestino Mutis. Supongo que como depositarios de su legado habrán participado en su conmemoración.

Por supuesto. Tal vez lo más llamativo sea una exposición que se inaugurará a primeros de diciembre en Bogotá con una serie de láminas originales de Mutis. Un proyecto que no ha sido fácil, ya que tienen una gran fragilidad. Después esta exposición viajará a Madrid. También hemos realizado un libro sobre Mutis, un calendario, una edición de láminas conmemorativas, y tenemos programada una exposición itinerante didáctica.

¿Qué se quedó en Bogotá del legado Celestino Mutis tras morir en esta ciudad?

Nada, todas las láminas, el herbario, los documentos, todo se vino a España. El general Murillo pidió que se metiera todo en un barco. Los colombianos han hecho reivindicación de estas láminas, pero lo cierto es que la expedición a Nueva Granada fue financiada por la corona española, antes de la independencia del país. Pero este contencioso ha sido muy pequeño. En 1952 se estableció un acuerdo con Colombia para publicar las láminas de Mutis y su identificación de manera moderna. Lo cierto es que las láminas aquí se han conservado maravillosamente, llevan desde hace 20 años guardadas en un lugar climatizado. Antes no habían tenido ninguna medida especial de conservación y a pesar de eso no han sufrido ningún daño. Han conservado asombrosamente muy bien su color. Este legado es de una gran envergadura por su número -son 6.500 láminas, de las cuales 3.000 en color- y por la calidad artística. Cada lámina es una obra de arte por su diseño y sus colores con tintes naturales.

¿Qué se conserva de otras grandes expediciones?

En cierto sentido, las grandes expediciones fueron un fracaso, no en el sentido de la propia expedición, sino en sacarle partido. No se escribió ninguna flora como resultado de esas expediciones del siglo XVIII, sino que vinieron sólo los materiales. Algunas de las plantas que se enviaron fueron utilizadas por algunos grandes botánicos de la época, como Antonio José Cavanilles, y él a partir de las plantas enviadas desde México, sobre todo, sacó rendimiento científico. Por ejemplo, el género Dalia, que es tan importante dentro del jardín, lo describió Cavanilles a través de los ejemplares que se enviaron. Pasó un poco lo mismo con las colecciones de Martín Sessé y José Mariano Mociño a Nueva España, México y Guatemala. En general fueron un fracaso en este sentido. Sí dieron lugar a todos esos grandes e importantes materiales, tanto de herbarios, como iconográficos, de dibujos de plantas, y que luego poco a poco fueron saliendo a la luz, a veces de una forma muy fragmentaria y rara. La flora de Sessé y Mociño se publicó a finales del siglo XIX en México en una revista no muy conocida. La de Hipólito Ruiz y José Pavón a Perú y Chile se publicó en un volumen al cabo de muchos años, y de muchos otros a principio del siglo XX.

¿Qué importancia tienen las láminas de las distintas expediciones?

Las láminas lo que hacen es representar especímenes, que se van recolectando a lo largo de la expedición con un despiece anatómico. Lo que pretendía Mutis era sustituir con ellas un poco a las colecciones científicas de plantas vivas, que la lámina tuviera todos los detalles, de tal manera que alguien pudiera estudiar el espécimen sin tener el material. Una pretensión no muy normal en botánicos, pero no dejó de tener la consecuencia de que son unas láminas tremendamente completas. Hay algunas especies que se describieron en láminas y no se han vuelto a ver en Colombia. Las láminas son representaciones muy fidedignas. Uno de los trabajos hechos con las láminas de Mutis, y que todavía está en marcha, es identificarlas con un criterio moderno, dar descripciones de ellas y publicar las láminas.

¿Cuál es el futuro del jardín?

Existen varios proyectos de cara al futuro. El desarrollo y la adquisición de conocimiento no siempre son predecibles, así que hay que dejar libertad de cátedra, de investigación, a pesar de las grandes líneas que están marcadas. Otro reto de futuro que no tiene que ver con la investigación es la ampliación del jardín que sólo tiene ocho hectáreas; no tenemos espacios para viveros, tenemos pocos invernaderos, sólo dos de exhibición, el de plantas tropicales y el de Graells, que es una estufa fría dedicada a helechos. Un proyecto es, por tanto, hacer un jardín satélite las afueras de Madrid, donde podamos tener una mayor zona de viveros, donde podamos crear una colección de árboles del mundo; a la gente le gusta reconocer las especies arbóreas, ya que son las más vistosas y hacer estudios allí de recuperación de riberas, ya que este nuevo jardín bordearía al río Jarama. Otro proyecto que está en fase final, pero que tiene que aprobar el ayuntamiento, es remodelar la esquina que está cerca del Museo del Prado, en la que queremos hacer una cafetería, una tienda, un aula de interpretación y sobre todo arreglarla y acondicionarla porque está muy mal desde hace tiempo. Otro es remodelar el edificio de investigación y administración, hacerle una especie de forro de cristal y vegetal de forma que mejoremos la estética, ya que este edificio se construyó en una época sin ninguna pretensión y el ayuntamiento en sus planes recomendaba que se tirase, aunque no daba soluciones alternativas, así que ahora pretendemos utilizar esa cubierta o forro para ganar espacio y que la investigación se haga más cómoda y sin problemas de espacio. También queremos hacer un jardín de invierno, que ya está en marcha, que es un itinerario en el flanco sur del jardín, en el cual se puedan admirar plantas de invierno, su flora, sus frutos, y luego hacer un nuevo invernadero para orquídeas y palmas en la zona de la pradera, básicamente de cristal, que serían dos elipses curvilíneas del arquitecto Fernández Alba. También nuestra página web, que estamos a punto de cambiar para que sea muy activa. Y, además, culminar la digitalización de las láminas de Celestino Mutis.

¿Qué importancia conceden a la cultura científica? ¿Cuál es su idea de la divulgación científica?

Este tema está en plena ebullición en toda la ciencia. Los investigadores hemos sido muy poco dados a adaptar los conocimientos para que la gente los pudiera entender, pero en los últimos años tenemos menos escapatoria al hecho de generar conocimiento y comunicarlo no sólo a otros especialistas, tenemos que explicar al público qué hacemos y por qué merece la pena que el Estado nos financie. En el jardín, en los últimos años, hemos creado una unidad de cultura científica que tiene una gran actividad, con talleres, visitas guiadas; tenemos del orden de 30.000 o 40.000 colegiales. Este jardín de por su ubicación, está abocado a tener una conexión con la sociedad. Nosotros queremos emitir mensajes medioambientales y conservacionistas. Dentro de esta conexión con la sociedad acabamos de crear un periódico gratuito que es semestral, pero queremos ampliar la frecuencia: ahora vamos a sacar el segundo número. En este periódico hay información de todas las actividades de la casa, pero también investigación, conocimiento de horticultura, de jardinería, de historia. Siempre colaboramos en la Semana de la Ciencia y desarrollamos maratones de presentaciones científicas para estudiantes, para que vengan y vean lo que hacemos aquí.

Ha contribuido al proyecto Flora Ibérica. ¿Qué patrimonio deberíamos conservar?

En España la riqueza biológica está en el Sur. En las montañas béticas, en Valencia, en Canarias y en las islas Baleares. Allí es donde hay más especies, más endemismos. A estas zonas se las llama un punto caliente de la biodiversidad. En la Península Ibérica y en esas zonas se ha conservado más biodiversidad que en otros lugares del continente. Básicamente porque se han preservado a pesar de las distintas glaciaciones. Pero también por la variedad de hábitats que han permitido a las especie refugiarse las unas en las otras. También por factores orográficos, por tener montañas de este-oeste con muchos enclaves de refugio. Lo que habría que conservar es todo, pero evidentemente antes que nada esos mundos ricos en biodiversidad.

MUY PERSONAL

¿Qué es para usted la biodiversidad?

La biodiversidad es un concepto muy amplio, no sólo saber cuántas especies hay. Hay que definirla de una manera más integradora como el conjunto de la vida y sus procesos, como la maquinaria viva de la Tierra. Desde este planteamiento más pegado a la investigación básica se pueden hacer una gran variedad de estudios relacionados con la evolución, ya que ésta es la responsable de todo lo que vemos.

Veo por las fotos colgadas en su despacho que sólo una mujer ha sido directora del Botánico y que usted no ha puesto la suya.

Sí, es un hecho curioso, pero eso no significa que no haya investigadoras en el Botánico. Mi antecesora fue María Teresa Tellería con la que trabajé como vicedirector de investigación.

¿Flores o árboles?

Los botánicos no nos dejamos embaucar por la prestancia de los árboles, lo que nos gusta son las especies. Da igual que sea una hierba que todo el mundo pisotea. En ese sentido, tal vez me subyugan más las flores. La verdad es que las quiero a todas. Pero si tengo que elegir uno, me gustan los castaños de Indias.

¿Un lugar dentro del jardín?

La glorieta de la noria. También las nuevas terrazas que se han construido detrás del pabellón de Villanueva y que albergan la colección de bonsáis, ya que desde esas terrazas se divisa todo el jardín y el invernadero de Graells.

¿Le gustaría conocer algún país por su biodiversidad?

Sí, me gustaría ir a Nueva Guinea. Pero Madagascar sería el que me entusiasmaría.

¿Y uno que ya conozca?

Al trópico la gente va a estudiar por la gran variedad de plantas que existen. Pero yo soy más de concentrarme en grupos de organismos, así que me han interesado más las plantas de las zonas templadas como son las del Mediterráneo.

¿Su trabajo le permite tener otras aficiones?

No queda mucho tiempo, pero sí que lo utilizo para leer, para escuchar música que me libera del estrés, y para salir a correr, ya que se necesitan las endorfinas que te da el deporte.

Para entender de botánica, ¿que libro recomendaría?

Cualquiera que nos suscite curiosidad por el conocimiento del mundo natural. Yo soy biólogo además de botánico, así que un libro que me interesó mucho fue ADN, de James Watson y Andrew Berry.

¿Ha plantado usted mismo algún árbol?

Sí, he hecho mi pequeña contribución al planeta plantando algunos.

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