Genios despreciados

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A punto de abandonar la acogedora ciudad de Montreal (Canadá), descubro en el anchuroso paseo que bordea el río San Lorenzo un peculiar edificio que me llama la atención. Se trata de Hábitat 67, un complejo residencial construido en 1967 con motivo de la Exposición Universal que entonces sirvió como hotel de invitados para convertirse luego en viviendas de precios prohibitivos, todo lo contrario de lo que pretendió el arquitecto que lo diseñó, Moshe Safdie, basándose en su propia tesis doctoral. Más de 300 viviendas de 15 tipos diferentes armadas con bloques de hormigón prefabricado. A simple vista, un laberinto de cubos superpuestos de manera irregular casi cayéndose sobre el San Lorenzo. El edificio se incluye en el libro Arquitectura extravagante, en el que leo que Moshe Safdie no logró llevar a cabo ningún otro proyecto similar a este con el que trató de aportar soluciones al viejo problema de la vivienda, que fue, por cierto, el tema central de debate en la Exposición Universal.

Poco antes de este gratificante descubrimiento, apoyado plácidamente en la barandilla del mismo paseo, había estado contemplando la famosa geoda del estadounidense Richard Buckminster Fuller (1895-1983), que se encuentra al otro lado del río, en la isla de Ste-Hélène, y que fue también construida para la misma Exposición Universal de 1967. Sobre este clarividente personaje, adelantado de la cultura ecológica, ya escribí aquí hace unos meses (véase Técnica Industrial 290). Baste recordar ahora que Fuller, rescatado por su amigo y alumno Norman Foster, apuntó en su momento soluciones imaginativas en relación con la vivienda y el ahorro de materiales (“más por menos”). Pero tampoco Fuller tuvo suerte y sus avanzadas propuestas cayeron en el olvido. ¿Sería oportuno rescatarlas para atender a los miles de estadounidenses desahuciados de su vivienda tras las crisis de 2007?

En la galería IvoryPress de Madrid, donde descubrí a Fuller, se ha expuesto recientemente la obra de otro personaje para mí desconocido cuya trayectoria encaja con la de los dos anteriores. Se trata en este caso del diseñador francés Jean Prouvé (1901-1984), que durante su larga trayectoria profesional colaboró estrechamente con el mundo de la arquitectura. Sin ir más lejos, en 1971 presidió el jurado del concurso para la construcción del Centro Pompidou, que probablemente se haya convertido en el edificio más famoso y visto de Francia después de la Torre Eiffel. Prouvé creó un modelo de casas seriales con materiales estandarizados que los expertos se plantearon utilizar en EE UU tras el impacto devastador del Katrina.

Escribe Javier Montes en ABC Cultural que la obra de Prouvé “contiene lecciones urgentes y aplicables, más que nunca, aquí y ahora, mientras buscamos reencauzar una crisis más global y menos pasajera de lo que creíamos”. Y añade: “No es difícil imaginarle hoy pensando en un low-cost no degradable que no degrade a su usuario, en la sostenibilidad y el ahorro energético: ya los practicaba antes de que se bautizaran. O en el realojo de millones de refugiados en campamentos infames por todo el mundo”.

SAFDIE, FULLER, PROUVÉ Y AMBASZ: UN CUARTETO DE GENIOS PARA RECORRER LA YA VIEJA CULTURA DE LA SOSTENIBILIDAD

Y en fin, en el museo Reina Sofía ha expuesto recientemente el argentinoespañol Emilio Ambasz (1943), que estudió arquitectura en la Universidad de Princenton, participó en el diseño del Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York, representó a EE UU en la Bienal de Venecia de 1976 y ha sido profesor de prestigiosas universidades. A pesar de este currículo, que podría alargarse mucho más, la mayoría de proyectos que Ambasz expone en el Reina Sofía son solo eso, proyectos, porque muy pocos han llegado a ejecutarse. Por fortuna para nosotros, una de sus grandes obras está en nuestro país: Casa de Retiro Espiritual en el Ronquillo (Sevilla), una de las construcciones más hermosas que jamás haya visto.

No hace falta saber nada de arquitectura para disfrutar, y casi diría entender, su obra ingente construida o plasmada en maquetas. Dice el folleto de la exposición: “En sus proyectos construidos, pero también y especialmente, en aquellos que aún no han visto la luz, se condensa su condición da fabulador por encima de la de ideólogo, y de artista asociado a lo telúrico por encima de la de mero imaginador utópico. Parece que en su obra el telos quede, por primera vez, por encima de la Arcadia mediante una inversión de valores y roles entre la arquitectura y la naturaleza, sin descubrir completamente cuál es más civilizada, cuál más violenta”.

La delicadeza con la que Ambasz inserta sus edificios en el terreno y su llamativa generosidad al plantear que la misma superficie ocupada debe compensarse con otra equivalente de vegetación son algunas de las características de este artista desbordante apeado del boom de la arquitectura en unos años en los que, precisamente, hemos podido observar avances indudables en su integración con el ideario ecológico. Por eso llama tanto la atención que los edificios vegetados de Ambasz se hayan quedado en meras maquetas, tan bien hechas por cierto, que sus fotografías logran confundir al espectador. Safdie, Fuller, Prouvé y Ambasz: un cuarteto de genios para recorrer la ya vieja cultura de la sostenibilidad. ¿Podemos permitirnos semejante despilfarro?

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