Generación perdida

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Fue la escritora americana Gertrude Stein quien acuñó el término generación perdida, a principios de la década de 1920, para referirse a un grupo de jóvenes escritores que vivían en París, poco después de la Gran Guerra. Stein incluía dentro de esta generación nombres que luego sería muy conocidos, como Hemingway, Dos Passos, Steinbeck y Scott Fitzgerald. Según recoge el propio Hemingway en su obra memorialística París era una fiesta, Stein le dijo en una conversación trivial: “Vosotros sois una generación perdida”. Desde entonces esta expresión ha hecho fortuna.

Este grupo de escritores estuvo marcado por las experiencias vividas en la I Guerra Mundial, los locos años veinte y la depresión de los años treinta. Nos dejaron obras maestras como Adiós a las armas, Manhattan Transfer, El ruido y la furia, Las uvas de la ira y El Gran Gatsby, en las que reflejaron sus propias experiencias y las turbulencias de aquellos difíciles años. Algunos obtendrían más tarde el premio Nobel de Literatura. No está mal para una generación perdida.

Según un informe del Fondo Monetario Internacional, la actual crisis económica ha generado en apenas tres años 30 millones de para-dos adicionales, elevando con ello la cifra mundial de desempleados en 210 millones. Un hecho destacado de esta crisis es que afecta sobremanera a los jóvenes, sobre todo en España, donde el desempleo juvenil afecta a más del 40%. Dominique Strauss-Khan, presidente del citado organismo, nos advirtió del riesgo de crear una generación perdida de jóvenes sin empleo y sin perspectivas de futuro. Desde luego, no es una buena forma de animar al personal.

Las consecuencias de este tipo de paro estructural van más allá de las grandes cifras macroeconómicas. Cuando llegue la recuperación económica y vuelva la alegría consumista, habrán quedado por el camino proyectos aplazados, trayectorias quebradas, vidas erráticas, etcétera. Incluso algunos expertos afirman que las personas que sufren “paro crónico” tienen una esperanza de vida inferior, concretamente, de un año y medio, para ser exactos. Y es que a los expertos les gustan las cifras exactas, que luego modificarán sobre la marcha.

Realmente, esta situación no es una novedad. Por ejemplo, en España, desde principios de los años ochenta hasta mediados de los noventa, la tasa de desempleo estuvo entre el 15% y el 20%. Coincidió con el inicio del retraso de la juventud en emanciparse y con unas bajas tasas de natalidad, indicador claro de las secuelas que dejó esa crisis, más profunda que aguda. Precisamente, fue en aquellos años cuando el sociólogo alemán Ulrich Beck acuñó la expresión “sociedad del riesgo”, para referirse a un nuevo modelo social diferente al de la vieja sociedad industrial.

Los expertos afirman que la actual crisis es diferente de las anteriores, lo que no es mucho decir; también dicen que es la peor crisis de todas, olvidando que todas son las peores para quienes las sufren. Se apunta que la crisis puede abrir una importante brecha generacional entre los mayores con empleo fijo y estable y los jóvenes en precario, sin trabajo y sin hipoteca. En realidad, nada nuevo bajo el sol. Lo que todos esperamos es que los jóvenes encuentren su lugar en el mundo, como hicieron otras generaciones perdidas.

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