En otro mundo

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¿Existe un mundo paralelo al nuestro? No me gustaría parecer demasiado trascendental al plantear una cuestión de este calibre. La literatura se sirve de suposiciones como ésta para crear historias. Prueba de ello es la última novela de Paul Auster, Un hombre en la oscuridad, que al hilo de la teoría de los mundos infinitos de Giordano Bruno construye una realidad paralela a la de su protagonista. El autor norteamericano utiliza esta teoría para hacer converger dos novelas en una hasta que el protagonista decida acabar con uno de sus dos mundos. Pero ¿quién era el filósofo Bruno? ¿De dónde surge la teoría de los mundos infinitos?

Este filósofo napolitano que ha pasado a la historia como el filósofo del infinito tuvo un trágico final en la hoguera del Campo dei Fiori de Roma tras un largo proceso (1592-1600). A partir de ese momento se creó una vida de leyenda que ha corrido paralela a sus ideas visionarias. En el año 2000, en la celebración del cuarto centenario de su ejecución, el Vaticano corrigió el veredicto dictado en su contra por la Inquisición: rehabilitó la figura de Bruno pero no su doctrina, que consideraba incompatible con la fe cristiana. Como datos biográficos remarcables podemos destacar que Giordano Filippo Bruno (1548-1600) nació en Nola, en la Campania italiana. Estudió filosofía y literatura en Nápoles y teología en el monasterio de San Doménico Maggione. En 1572 se ordenó sacerdote y en 1576, tras poner en duda muchas tesis cristianas y ser tachado de hereje, abandonó el sacerdocio. Entonces empieza la etapa más fructífera de su vida con viajes que le llevaron a Suiza, Checoslovaquia, Francia, Alemania e Inglaterra e inicia estudios, imparte conferencias y escribe diálogos como el conocido La cena de las cenizas.

No aceptó los límites impuestos por la cosmología clásica. Bruno defendió la doctrina de la infinitud del universo, porque es parte de la noción misma de Dios. En efecto, Dios es infinito y eso produce el efecto de un universo infinito en el plano de extensión espacial y temporal, el cual es concebido no como un sistema de seres rígidos, sino como un conjunto que se transforma continuamente, que pasa de lo inferior a lo superior y al revés, por ser todo una y la misma cosa, la vida infinita e inagotable. Asimismo, rechazó la conocida dicotomía aristotélica de las diferencias entre lo terrestre y lo celestial para abogar por mantener que el Universo, del latín universus, como mundo, es el conjunto de las cosas creadas que se regía por las mismas leyes físicas de la Tierra.

“HAY METALITERATURA EN LA
VIDA DE TODOS AQUELLOS QUE
ALGUNAS VECES SOÑAMOS EN
OTROS MUNDOS, EN OTRAS
VIDAS POSIBLES”

Por su atrevimiento, las ideas de Bruno rozaron la ficción en imaginar vida en otros mundos y concebir un Universo renovándose constantemente. Sus contemporáneos menospreciaban su uso de la imaginación en la cosmología. Fingió, del latín fingere, que según el diccionario de la RAE significa “dar existencia ideal a lo que realmente no la tiene”: se aventuró a crear ficción sobre el cosmos en una suerte de pensamiento creativo fomentado por las tesis copernicanas y criticó los puntos de vista geocéntricos de la realidad. Más aún, Bruno asociaba la intelección, del latín intellectio, como acción y efecto de entender, a la imaginación a partir de un pasaje De anima de Aristóteles y, como muchos autores renacentistas, no establece fronteras entre arte y filosofía: “los verdaderos poetas, los verdaderos filósofos se estiman y admiran recíprocamente, pues no es filósofo quien imagina [fingit] y pinta, por lo que no sin razón se dice “inteligir es especular con imágenes y el intelecto es imaginación o no es sin imaginación”. Extraído de la traducción del diálogo Sigillus sigillorum dentro de Opera latine conscripta, II, Ii, p. 133 que traduce Miguel A. Granada, autor del completo e imprescindible ensayo Giordano Bruno. Universo infinito, unión con Dios, perfección del hombre (Barcelona, Ed. Herder, 2002).

Infinitos mundos, infinitas probabilidades, que nos pueden llevar a escenarios clónicos en los que nuestra vida no sea ni tan siquiera singular. Y si el Universo es infinito, tanto en potencialidad como en actualidad y su poder es ilimitado e infinito, no es de extrañar que los novelistas como Auster puedan hallar en el filósofo napolitano Giordano Bruno una coartada para la creación de personajes con vidas paralelas y con un Universo continuo, sin principio ni fin en el espacio ni en el tiempo. El novelista del azar, de la casualidad y causalidad, en su última novela Un hombre en la oscuridad (Editorial Anagrama, 2008), ensaya la metaliteratura, una novela dentro de otra novela, para crear una ficción de otra ficción que enseña los entresijos de la escritura con la implicación del lector en el trasunto del texto y en la resolución de ambas. Pero hay metaliteratura en la vida de todos aquellos que algunas veces soñamos en otros mundos, en otras vidas posibles.

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