España vive un auténtico auge de la energía termosolar, una tecnología en la que nuestro país es líder mundial pero a la que se le exige que no cometa los mismos errores que la fotovoltaica
La única certidumbre sobre el futuro energético es que el actual modelo es insostenible. Así lo acaba de advertir la Agencia Internacional de la Energía (IAE) en su reciente informe anual World Energy Outlook 2011. El desafío, común a todos los países, es aún mayor en el caso de España, donde la enorme dependencia del exterior y la elevada intensidad energética (relación entre el consumo de energía y el PIB) nos colocan en una posición cada día más difícil de digerir.
Pocos discuten, además, que con una economía en crisis y sometida permanentemente a los vaivenes especulativos de los mercados, la energía se presenta hoy más que nunca como un elemento clave para la seguridad y soberanía de nuestro país. Por eso, no resulta extraño que casi todas las miradas se dirijan cada vez con más intensidad hacia el ahorro y la eficiencia energética, pero también hacia las energías renovables en las que España es líder mundial.
Y algo se está moviendo en este campo. Si a lo largo de los últimos años los mayores esfuerzos se han venido concentrando en captar la fuerza del viento en tierra para generar electricidad, el sector bucea ahora en el mar para encontrar los mejores escenarios en los que ubicar plataformas eólicas marinas y busca, especialmente en la mitad sur peninsular, terrenos baldíos y extensos para llenarlos de espejos de metal capaces de seguir todos los días la trayectoria del sol.
Hablamos, en este último caso, de la energía termosolar, una fuente renovable que desde 2008 ha experimentado un fuerte impulso en nuestro país gracias, en gran medida, a las primas a la generación con las que está subvencionada por parte de las Administraciones, pero también a la existencia de la tecnología necesaria en prácticamente toda la cadena de valor.
Según datos de la patronal del sector, Protermosolar, nuestro país es hoy líder indiscutible en esta fuente tras vivir durante estos tres últimos años un auténtico boom que le ha permitido multiplicar por tres su capacidad instalada hasta superar los 1.000 MW operativos con los se prevé que cerrará 2011. Con 10 plantas en funcionamiento y otras 16 en construcción avanzada, amén de otras muchas inscritas en el Registro de Preasignación de Retribución, la energía termosolar tiene previsto contar con más de 60 plantas y una potencia de 2.500 MW en 2013, que se convertirán en 4.800 MW en 2020, de acuerdo con el Plan Energías Renovables 20112020 (PER) aprobado por el Gobierno el pasado 11 de noviembre.
Primera planta de torre central
La apertura antes del verano en la provincia de Sevilla de Gemasolar, la primera planta del mundo de tecnología de torre central, a la que en octubre se ha sumado la tercera y última fase de Andasol, en Granada, que ha hecho de esta la mayor térmica solar de Europa, adelantan un futuro más que sugestivo para esta fuente renovable que se podría ver confirmado a partir del próximo año cuando, si se cumplen los plazos anunciados, se inicie en Marruecos la construcción de un gigantesco proyecto solar liderado por empresas alemanas con la participación de alguna española que prevé sembrar de espejos el desierto del Sáhara con una inversión de 400.000 millones de euros hasta 2050.
Los defensores de esta tecnología, que en su funcionamiento se asemeja bastante al de una planta de carbón pero con la diferencia de que lo que calienta el agua es un aceite que llega a más de 400ºC dentro de unas turbinas calentadas por la radiación de centenares de miles de espejos, apuntan que se trata de la opción renovable que más y menor posibilita gestionar la generación eléctrica de acuerdo con la demanda del operador del sistema gracias a su capacidad de almacenamiento e hibridación.
Además de señalar que el sector cuenta con una curva de aprendizaje muy prometedora que a medio plazo le puede permitir reducir sustancialmente el coste de inversión, sus valedores sostienen que la energía solar termoeléctrica evita la emisión de miles de toneladas de CO2 a la atmósfera (3,1 millones en 2015 y 5,3 en 2020, según los objetivos del PER) y que tiene efectos muy positivos sobre otras actividades productivas y el empleo, con cerca de 24.000 ocupados en 2010, el doble que dos años antes.
Pero tampoco faltan detractores, especialmente en el sector eléctrico. Entre ellos, hay quienes no han dudado en criticar abiertamente el despliegue masivo de plantas termosolares por carecer, a su juicio, de toda justificación energética, económica y medioambiental, y han alertado de la posibilidad de que la termosolar pueda provocar una nueva “burbuja” como la fotovoltaica.
El futuro energético será verde. Queda por ver qué fuente consigue cumplir antes de una sola tacada los requisitos de la sostenibilidad de ser abundante, limpia, barata y además segura en el suministro.