En busca de la excelencia

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Baja revuelto el río de la ciencia española. Se recortan presupuestos que ya venían amputados de antemano, se retrasan proyectosya aprobados, desaparecen grupos de investigación consolidados,se paralizan infraestructuras, se dejan sin renovar puestos ocupados por investigadores brillantes, se adelgaza el sistema en suconjunto hasta niveles pretéritos que parecían ya cosa prehistórica.

No es un descanso para tomar aliento, porque, como señalanvoces autorizadas, cada paso atrás no se recupera con un meropaso adelante, sino que suponequedarse rezagado durante décadas.La ciencia es un tren de alta velocidady el que pierde el ritmo queda descalificado.

Desde las instancias oficiales yano se trata de negar lo que las cifrascantan, como ocurrió en los primerosaños de retroceso, pero se asumenlos recortes con un cambio de perspectiva: primar la excelencia endetrimento de la mediocridad. Comoen la parábola bíblica de los talentos,al que más tenga se le dará aún másy al que poco tenga se le quitaráincluso ese poco.


El buque insignia del nuevo planteamiento es el programa Severo Ochoa,por el que se destinan recursos adicionales a los centros seleccionadosno tanto para financiar proyectos concretos
como para poner en marcha
acciones transversales: fortalecimiento
de su estructura, dinamización de la actividad de sus miembros, creación
de grupos específicos de investigación con participación de
talentos del exterior, organización de eventos, impulso de las actividades
de comunicación y divulgación? Durante cuatro años, cada
centro recibe un millón de euros para semejantes objetivos, con el
propósito de ayudarles a ser más competitivos respecto a sus equivalentes
en los países más desarrollados.

“EN MUCHAS DISCIPLINAS O ÁREAS DE CONOCIMIENTO SE HA CONSEGUIDO ESTARJUNTO A LA ÉLITE,PERO RARA VEZ SE HA FORMADO PARTE DE LA MISMA”

Para conseguir estar entre los elegidos, cada centro debe certificar
un alto nivel de impacto y competitividad en su campo, no
ya en el ámbito nacional, sino en relación con los centros más
relevantes del escenario mundial, con los que debe mantener incluso
acuerdos de colaboración e intercambio. Además, es condición
necesaria el que se someta periódicamente a procesos de evaluación
científica mediante comités científicos externos e independientes.
Debe presentar también un programa estratégico que
permita mantener su actividad investigadora en la frontera del conocimiento.
La adecuación a los requisitos exigidos los evalúa un
comité de expertos internacionales, entre los que se encuentran
varios premios Nobel.

En la primera convocatoria, celebrada en el otoño de 2011, se
seleccionaron los ocho primeros centros. La segunda tanda, formada
por otros cinco centros, se
incorporó en octubre de 2012, y otros
más se irán añadiendo anualmente
hasta un límite máximo de 40. A los
cuatro años, cada centro podrá presentarse
de nuevo para conseguir
mantenerse en el grupo de los selectos
escogidos, pero deberá demostrar
que la propuesta inicial con la que
consiguió ser elegido se ha llevado a
cabo satisfactoriamente y presentar
una nueva de suficiente enjundia y
ambición para revalidar su categoría.

El concepto de excelencia que tanto
se oye en boca de los políticos, fue propuesto
en 1982 por Tom Peters y
Robert Waterman, en su libro In search
of excellence, dirigido al ámbito de la
economía empresarial. La idea era que
el éxito consiste en mantener siempre
una meta inalcanzable que estimule la
mejora constante de la calidad productiva
y la competitividad de cada
compañía. Convertida en un best seller, la obra extendió pronto el
concepto a otros ámbitos, como el deporte, la educación y la
ciencia, en los que se ha convertido en la fórmula mágica capaz de
acreditar o descalificar la actividad de un científico, un grupo o un
centro.

La investigación española ha conocido en el último cuarto de
siglo, tras la aprobación de la Ley de la Ciencia y la puesta en
marcha del Plan Nacional de I+D, un desarrollo extraordinario, salpicado
de grandes zancadas y pequeños parones que han servido
para estar más o menos en la posición que nuestro tamaño económico
y social exigía. Pero el espacio ocupado por el conjunto de
nuestros investigadores ha sido más bien central. En muchas disciplinas
o áreas de conocimiento se ha conseguido estar junto a
la élite, pero rara vez se ha formado parte de la misma. Hemos
creado una clase media científica y es el momento de apostar por
los talentos más brillantes y las fronteras más prometedoras. La
sequía de premios Nobel españoles en ciencia es un síntoma de la
categoría alcanzada, pero tampoco cabe olvidar que es difícil conseguir
una ciencia de excelencia sin una ciencia mediana que la
soporte, la nutra de talentos y lleve a cabo el trabajo menos brillante
pero necesario para que el genio consiga brillar.

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