El ‘revival’ de lo analógico

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En plena era digital, los discos de vinilo, las cámaras fotográficas de carrete, las lentes anamórficas
que proporcionan imágenes en cinemascope sin trucos de ordenador y otras tecnologías aparentemente obsoletas se aferran a la vida y tienen un uso regular.

La tecnología analógica dominó la industria del audio durante más de un siglo, des-de que aparecieran los primitivos aparatos en la década de 1870. La cinta magnética y el disco gramofónico, generalmente de vinilo, fueron los iconos del siglo XX. De poco sirvieron algunas iniciativas como Elcasete, que duplicaba el tamaño y la velocidad de la cinta del casete convencional, con una supuesta mejora del sonido. La llegada del disco compacto en la década de 1980 popularizó el sonido digital y fulminó el vinilo. Pero donde las dan las toman: la digitalización cava su propia tumba al disco compacto, víctima de la facilidad de copiar y descargar los archivos MP3 por Internet y reproducirlos en todo tipo de dispositivo multimedia.

El debate analógico frente al digital no parece tener final. ¿Qué suena mejor, un LP en un buen tocadiscos o un CD en un lector láser de alta precisión? Un sector audiófilo busca en la artesanía del sonido la máxima calidad y fidelidad en toda la cadena de reproducción. No es extraño que paguen fortunas por el mejor tocadiscos para pinchar su música, magnetofón o amplificador de válvulas y abominen del soporte digital. Defienden que la experiencia sonora, la profundidad en los matices, es muy superior y cálida a la proporcionada por la presunta y fría eficacia de los bits. Eso sin contar las magníficas y grandes portadas, en algunos casos auténticas obras artísticas. Y para los que tienen me-nos recursos y mantienen sus viejas colecciones llenas de polvo, hace tiempo que existen platos que permiten copiar los antiguos discos en el ordenador.

Tesoros técnicos del pasado

¿Vuelve la fiebre por los vinilos? Los DJ o pinchadiscos llevan años usándolos en sus celebradas remezclas, aunque los hay que sustituyeron las pesadas colecciones de discos negros por las minúsculas memorias de ordenador. Algunos grupos de música actual lanzan ahora ediciones limitadas de sus obras en este viejo soporte, que se pueden encontrar hasta, quién lo iba a decir, en el gigante comercial de Internet Amazon, que mantiene una sección para este formato analógico. Mientras las ventas de discos ópticos languidecen, aumentan las de vinilos. No solo los nostálgicos mantienen viva la llama analógica; también la generación digital, que nunca vivió los dorados tiempos analógicos, descubre ahora los tesoros técnicos del pasado y los hacen revivir. Unos, porque es lo más moderno; otros, porque les permite expresarse de una forma original, única e irrepetible. La cuestión es: si el libro en papel aguanta el tipo en las estanterías, ¿por qué no pueden sobrevivir otros formatos de creación visual?

Pero, ¿qué representa un proceso analógico? En la grabación tradicional, un análogo de la original onda de sonido se transfiere a una cinta, en forma de un patrón magnético de partículas orientadas en cuanto a su polaridad. En el caso de un disco de vinilo, los surcos representan un análogo de la onda de sonido original, con desviación lateral y vertical que corresponde a la original onda acústica. La cápsula fonocaptora del tocadiscos generará una alternancia actual que es nuevamente un análogo de la modulación de la ranura. Esta señal será amplificada y el altavoz la convertirá de nuevo en una onda acústica que se espera no sea distinta de la original. La tecnología digital convierte la información en números binarios.

El debate analógico frente al digital no parece tener final. ¿Qué suena mejor, un LP en un buen tocadiscos o un CD en un lector láser de alta precisión?

El problema de la grabación analógica es que cada nueva copia (pongamos por caso que copiamos una cinta de casete) produce pérdidas, tiene más ruido y se parece menos a la original, una gran desventaja frente a las señales digitales, que presuntamente siempre son idénticas (excepto si se produce la compresión de la información, proceso que la merma).

Fruto de la nostalgia, teléfonos inteligentes y tabletas tratan de imitar con aplicaciones los viejos efectos logrados por el cine y la fotografía química para colgar los resultados de forma inmediata. Ya no hay miedo a equivocarse o hacer tomas desenfocadas. Algunos reflexionan que, a cambio de ello, la fotografía digital convierte la imagen en algo banal. Defienden, en cambio, que la sorpresa espera tras el revelado de un carrete. Unos experimentan con soportes antiquísimos como el colodión; otros incitan a la reflexión. El proyecto Focused quiere recuperar el espíritu de la fotografía tradicional y ralentizar el proceso de creación. Un profesional preocupado por el futuro de la imagen, ha enviado cinco packs con una réflex antigua de 35 milímetros precargada con un solo carrete de negativo en color, que pasarán por un total de 200 fotógrafos de todo el mundo desafiados a hacer una sola foto. “Tenemos una sociedad contaminada con imágenes”, piensa el fotógrafo e impulsor del proyecto Focused Chip Litherland.

Las instantáneas Polaroid también han revivido. Un grupo de emprendedores ha creado el Impossible Project (Proyecto Imposible). Un austriaco enamorado de la marca atrajo el interés de antiguos ingenieros de la compañía y adquirieron la antigua fábrica de la compañía norteamericana en Enschede (Holanda), donde fabrican película instantánea y también venden máquinas reacondicionadas. Varias ciudades del mundo, entre ellas Barcelona, cuentan con tiendas y exhibiciones, y grupos de aficionados cuelgan sus imágenes en Flickr, donde lo digital convive con lo analógico. Lo mismo ha sucedido con las cámaras rusas Lomo, un objeto de culto que ha creado afición.

Con el cine está pasando algo parecido que con la música. La producción más independiente o de autor trata de dar carácter cinematográfico a la insultante definición, nitidez y artificiosidad que ofrece el vídeo digital en alta definición. En los últimos años, cada vez más cineastas y aficionados arman sus cámaras digitales con viejas lentes anamórficas que convierten las imágenes grabadas en 16:9 en formato panorámico (un proceso por el cual la lente comprime la imagen y durante la edición se descomprime sin alterar la altura pero sí la anchura del fotograma).

Cine panorámico

Muchos habrán visionado alguna vez una película en cinemascope. Este sistema de filmación exhibe imágenes panorámicas, logradas durante la filmación al comprimir una imagen normal dentro del cuadro estándar de 35 milímetros. Para conseguirlo, las cámaras y proyectores utilizan lentes anamórficas especiales, usualmente de Panavision: durante la filmación comprimen la imagen normal en un cuadro estándar de 35 milímetros y durante la proyección la anchura es entre 2,66 y 2,39 veces la altura.

Cineastas independientes y cada vez más aficionados avanzados filman o graban en cámaras HDSLR (réflex digital con capacidad de vídeo de alta calidad) sus obras con este tipo de ópticas, algunas de ellas fabricadas hace varias décadas para las cámaras súper 8 y súper 16 y los proyectores. La estética cinematográfica y el aire orgánico que respiran las creaciones audiovisuales con este tipo de ópticas o adaptadores son, dicen los cinéfilos, inigualables.

La óptica anamórfica, que generalmente se acopla delante de un objetivo esférico convencional, permite una mínima profundidad de campo y un desenfoque ovalado y, al encuadrar el Sol o focos de automóviles, por ejemplo, aparece el celebrado halo característico de películas de ciencia-ficción como Blade Runner. Panavision no vende sus ópticas y los objetivos Iscoramas, fabricados entre los años 1960 y finales del milenio, son delicatessen muy buscados en las subastas de eBay.

Además de ofrecer una excelente calidad en la imagen, las lentes Iscorama deforman la imagen en la horizontal por 1,5: así, el formato digital 16:9 acaba en panorámico con una proporción 2.39:1. Y mientras el resto de adaptadores anamórficos exigen enfocar la óptica esférica y la anamórfica al mismo tiempo, el sistema patentado por Isco Optics permite hacerlo mientras la lente esférica permanece en infinito. Excepto los Iscoramas monobloque fabricados para distintos tipos de montura (Nikon, Praktica, Pentax…), el resto de series incluyen una óptica trasera esférica desmontable y que puede ser reemplazada por ópticas de otros fabricantes y distinta focal, siempre que no viñeteen la imagen final.

Existe una comunidad muy activa en el formato cinematográfico súper 8 nacido en la década de 1960, soporte que está cobrando nueva vida en manos de cineastas y videoartistas, que los utilizan para dar una estética diferente a la del vídeo y hasta la grabación del sonido es analógica. De producción compleja y cara, la filmación es química. El cine invadió en la infancia la vida del coruñés Ignacio Benedeti, reconocido productor de cine que atesora una colección de más de 5.000 títulos rodados en 16 y 35 milímetros. Recientemente, Benedeti hizo un encendido homenaje a la película Kodachrome en súper 8 con una cámara Fuji ZC1000 de 30 años y objetivo anamórfico, tomando como fondo la ciudad de A Coruña. Como no podía ser de otra manera, el montaje lo hizo en una vetusta moviola, tras revelar la película poco antes del desmantelamiento de la última planta de procesado de Kodachrome en Kansas (EE UU), que deja de re-velar esta película de 75 años de vida el 31 de diciembre de 2010. Ahora solo nos queda para el recuerdo las filmaciones y las virtudes que cantó Paul Simon en su canción Kodachrome.

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