El éxodo de los ingenieros

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Desde hace algún tiempo se venía haciendo pública la carencia de ingenieros que sufre Europa. Y, sobre todo, las negativas perspectivas de futuro que no permiten vislumbrar una tendencia positiva en los próximos años. Esta situación se constata por la falta de estudiantes de ingeniería que aqueja a casi todos los países europeos. El papel de los ingenieros en la sociedad es clave para el desarrollo de ésta; de ahí la importancia que tiene impulsar las “vocaciones” de nuestros jóvenes y facilitarles el acceso académico y profesional a las actividades de ingeniería. Realmente, si analizamos las demandas de empleo, aun sumidos en la importante tasa de paro que afecta al 42,8% de los jóvenes españoles, podremos concluir que las ingenierías industriales están a la cabeza de esa demanda, lo que resulta muy significativo, si bien es cierto que, ni de lejos, esa demanda pueda cubrir el 100% de los jóvenes ingenieros en paro.

El Consejo General de la Ingeniería Técnica Industrial es, por tanto, consciente de la grave situación laboral en la que se encuentra nuestro país y considera que una de las prioridades, dada la coyuntura actual, es que los ingenieros técnicos industriales españoles, a los que tanto esfuerzo ha supuesto terminar su carrera, puedan trabajar en el sector profesional para el que se han preparado, en unas condiciones laborales dignas y con plenas garantías de desarrollo profesional, aunque para ello deban trabajar fuera de España.

Viene esto a colación a raíz de la oferta de la canciller alemana, Angela Merkel, y su intención de contratar a jóvenes cualificados del sur y este de Europa para dar respuesta a las necesidades del mercado alemán, principalmente ingenieros. Sin duda, sería del todo deseable que los ingenieros encontraran ocupación en nuestro propio país, y que el esfuerzo económico realizado por toda la sociedad española para formarlos revirtiera en el propio beneficio de ésta. Pero la realidad se impone y la coyuntura actual, desafortunadamente, implica que la demanda exterior de ingenieros (no sólo en Alemania) supera con creces a la interior.

En cualquier caso, no resulta una mala experiencia el ejercicio de la profesión en países que, como Alemania, gozan de un buen nivel tecnológico y una estructura propicia para el desarrollo profesional de los ingenieros, permitiéndoles tener una visión de la ingeniería que va mucho más allá de la meramente burocrática –que tantas trabas pone al ejercicio de los ingenieros técnicos industriales en España– y que supera, y mucho, el concepto de la ingeniería como “privilegio de clase”, una ingeniería que se justifica por el conocimiento y la aptitud profesional y no, exclusivamente, por los años de universidad.

Pero es que, además, las opciones de colocación en España son escasas comparadas con las que ofrecen los nuevos mercados de África, Asia o la misma Alemania, pues en el caso de Europa, se precisan cerca de 40.000 ingenieros, por lo que, ineludiblemente, un destino de los ingenieros técnicos industriales españoles es salir al extranjero. Unos profesionales de la ingeniería con una formación universitaria reglada de tres años, con formación demostrada y con atribuciones profesionales plenas en su especialidad técnica, sin duda, serán bien acogidos en esos países.

“PARECE UNA ESPECIE DE MALDICIÓN SECULAR QUE YA CREÍAMOS SUPERADA; ESTAMOS, DE NUEVO, ANTE UN EXCESO DE CAPITAL HUMANO UNIVERSITARIO; HA OCURRIDO CON LOS CIENTÍFICOS E INVESTIGADORES, Y AHORA CON LOS INGENIEROS”

De todos modos, hemos de reflexionar sobre la situación actual, que se produce por el incumplimiento del Ministerio de Industria de su obligación de promover e incentivar el sector industrial, lo que ha hecho que se pierda una buena oportunidad para reactivar ciertos sectores con una gran dimensión de futuro, como el de las energías limpias, el ahorro y eficiencia energética, etcétera. Todo ha quedado en buenas palabras sin la adopción de medidas concretas que habrían podido generar empleo de calidad para nuestros jóvenes ingenieros sin que se vieran abocados a la necesidad de aportar sus conocimientos fuera de España.

Parece una especie de maldición secular que ya creíamos superada; estamos, de nuevo, ante un exceso de “capital humano” universitario; ha ocurrido con los científicos e investigadores, y ahora con los ingenieros. ¿Conseguiremos sin ellos el ansiado cambio de modelo productivo que tanto promulga el Gobierno? Resulta paradójico que en la Ley de Economía Sostenible se hable de la necesidad de que los trabajadores tengan una mayor cualificación, para propiciar la generación y el mantenimiento del empleo, y que, a la hora de la verdad, el Gobierno deje escapar todo este “capital humano”. ¿Cómo vamos entonces a “incrementar la capacidad para competir en los mercados internacionales”? Ésta es otra de las intenciones recogidas en la citada Ley, entre las relacionadas con la mejora de la competitividad.

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