El despegue de la robótica industrial
España aspira a consolidar su posición relevante en el contexto mundial de la robótica, un sector
llamado a protagonizar la cuarta revolución industrial y a invadir la sociedad del siglo XXI
Aunque no seamos plenamente conscientes
de ello, los robots forman parte
de nuestras vidas y han llegado para quedarse.
La robótica con aspecto de brazo
manipulador confinada tradicionalmente
a espacios cerrados, habitualmente industriales
y para tareas repetitivas, ha
salido a la calle vestida de nuevas formas
para hacerse cargo de multitud de tareas
que hasta ahora se efectuaban manualmente.
Según los expertos, esta tecnología,
directamente relacionada con lo que
muchos se refieren como la cuarta revolución
industrial, invadirá la sociedad del
siglo XXI para intervenir masivamente en
todos los aspectos de la vida cotidiana y
productiva. Esta imparable robotización
traerá consigo consecuencias aún difíciles
de calcular con precisión, pero entre
las que sin duda no faltarán perdedores
ni ganadores.
Según la Asociación Española de Robótica
y Automatización Tecnologías de
la Producción (AER-ATP), el sector de
la robótica prevé una inversión de 2.500
millones de euros en España y la creación
de más de dos millones de puestos
de trabajo en los próximos ocho años.
Estas cifras afianzan la posición de nuestro
país como octava potencia mundial y
cuarta europea en industria robótica,
con más de 31.000 unidades instaladas,
y refuerzan la idea compartida por todos
los agentes sociales y económicos de
que España necesita avanzar hacia un
nuevo sistema productivo basado en la
innovación.
Las ventas mundiales de
robots industriales crecerán
el 15% anual hasta 2018
Hace unos años, el Libro Blanco de
la Robótica en España ya apuntaba la
importancia de que España se subiera
a este tren para poder mejorar la competitividad
de nuestras empresas, especialmente
-resaltaba- en estos tiempos
en los que los mercados se encuentran
invadidos por productos de bajo coste
procedentes de países emergentes. En
su resumen ejecutivo, este trabajo desarrollado
por el Comité Español de Automática
(CEA) destacaba que la innovación
en robótica no solo tiene un claro
impacto socioeconómico en el sector
productivo como mecanismo para elevar
la productividad y calidad de los productos,
sino también y fundamentalmente en
el sistema de producción y en la propia
organización del proceso productivo.
Así lo han corroborado después otros
muchos estudios, que señalan que en
las próximas dos décadas los robots
desempeñarán el 45% de las actuales
actividades laborales. A pesar de que
los trabajadores temen que la creciente
automatización acabe con su trabajo -el
42% de los españoles cree que su puesto
será automatizado antes de 10 años,
según reflejaba en diciembre pasado
una encuesta de Randstad Workmonitor-,
hasta el momento no hay ninguna
evidencia de que este proceso haya destruido
empleo en términos netos.
El estudio Robots at work: the impact
on productivity and jobs, que recoge información
sobre la automatización en 17
economías industrializadas, asegura que
la robotización conllevará un cambio en
la mayoría de las ocupaciones y la desaparición
de los trabajos menos cualificados,
que serán compensados por nuevas
profesiones que todavía no existen.
De hecho, el Foro Económico Mundial
calcula que alrededor del 65% de los
niños que ahora empiezan el colegio terminarán
trabajando en ocupaciones que
hoy ni siquiera tienen nombre.
Pero lo que nadie pone en duda es
el enorme potencial de crecimiento que
presenta este sector. La última edición
del informe World Robots Statistics,
publicado por la Federación Internacional
de Robótica (IFR, por sus siglas en
inglés) asegura que las ventas mundiales
de robots industriales crecerán un
promedio del 15% anual hasta 2018.
Según este estudio, el número de unidades
vendidas se duplicará durante los
tres próximos años hasta llegar a cerca
de 400.000 gracias, fundamentalmente,
al impulso del sector automotriz y de la
industria electrónica, que concentrarán
más del 60% de la robótica industrial.
Por su parte, la feria internacional
Global Robot Expo, celebrada el pasado
enero en Madrid, puso de relieve que el valor del mercado mundial de robots pasará de los 20.000 millones de euros actuales a más de 80.000 millones en cinco años.
Un empujón final
Pese a estos buenos augurios, que se ven apuntalados por las oportunidades de crecimiento en China –se calcula que uno de cada tres nuevos robots industriales se instalará en el gigante asiático en 2018–, la mayoría de los analistas creen que a España le falta una suerte de empujón final para poder mantener el lugar destacado que actualmente ocupa en el contexto internacional en cuanto a consumo y densidad de robots por cada 10.000 empleados en la industria. Y lo hacen conscientes de que esta posición relevante, por encima de la situación económica general del país, se debe fundamentalmente a la fuerte implantación del sector de la automoción, una industria en la que trabajan prácticamente dos de cada tres robots instalados en España.
Sin embargo, el Libro Blanco advertía de que el número de robots en funcionamiento no debe ser considerado en ningún caso un indicador del estado de la tecnología robótica de un país porque, según resaltaba, puede tratarse, como así ocurre en el caso de España, de una tecnología adquirida a terceros. Nuestro país, aunque cuenta con numerosas empresas y centros de investigación pioneros y líderes en el ámbito de la robótica, presenta aún una gran dependencia tecnológica en el desarrollo de robots –los born in Spain solo facturan 400 millones de euros al año– y, en gran medida, de los procesos de ingeniería asociados a su implantación.
A ello se une, además, una falta de formación técnica, también reclamada desde la Asociación Española de Robótica y Automatización Tecnologías de la Producción, y una auténtica cultura de la innovación en la pequeña y mediana empresa, aspectos ambos que dificultan la robotización.
Los sectores electrónico y automotriz concentran el 60% de la robótica industrial
Los autores del Libro Blanco de la Robótica consideran que los sectores del calzado, astilleros, cerámica o el juguete, que se enfrentan a una fuerte competencia motivada por la globalización de los mercados, podrían aumentar su competitividad y sumarse a otros, como los de la vigilancia de grandes infraestructuras, la supervisión de líneas de distribución de energía y combustibles, la agricultura, la cirugía o la exploración submarina y espacial, en los que los analistas consideran que la robótica está llamada a desempeñar un papel fundamental.
Con todo, el campo donde se espera que la robótica avance más en los próximos años es en el de los servicios. Educadores robóticos, asistentes personales para el cuidado de enfermos y personas mayores o niños, y exoesqueletos diseñados para prevenir lesiones de espalda y ayudar a cargar pesos, convivirán con otros robots ideados para el entretenimiento y el ocio, la limpieza de viviendas y calles o la seguridad doméstica y urbana. Se trata, en todos los casos citados, de sectores y aplicaciones con un escaso nivel de automatización y que emplean a un gran número de trabajadores en actividades generalmente tediosas y, en ocasiones, hasta peligrosas.
Que esto termine siendo así también en España requiere, a juicio de los especialistas, de una mejor conexión entre la oferta y la demanda de robots y de una mayor transferencia de tecnología al mundo empresarial. Tampoco faltan quienes reclaman el lanzamiento de un plan nacional de robótica que permita obtener importantes retornos socioeconómicos y situar al país a la vanguardia tecnológica. El objetivo es que los autómatas dejen de ser considerados exclusivamente un medio de producción y sean vistos también como productos profesionales y de masas. El tiempo, sin duda, está de su lado.