El cerebro de Dalí

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“EL PINTOR AMPURDANÉS SÍ RECONOCIÓ SU INTERÉS POR LA FÍSICA CUÁNTICA, LA ANTIMATERIA Y LA ESTRUCTURA DEL ADN”

A Dalí le gustaba poner a prueba su método irracional frente a la racionalidad de los científicos. La conversación con los científicos le aportaba el alimento necesario para sus obras. Intuía para estimular su imaginación pictórica, sin la necesidad de comprender profundamente. Para ejemplificar esta compleja relación, partiremos del encuentro Dalí. Nuevas fronteras de la ciencia, el arte y el pensamiento (Barcelona, Departamento de Cultura-KRTU, 2005) que reunió a conocidos estudiosos como Jorge Wagensberg, P. T. Landsberg, Roy Scott, Semir Zeki, Ignacio Gómez de Liaño y Gavin Parkinson para debatir acerca de la fascinación de Dalí por la ciencia. Este libro homenajea un debate científico anterior que tuvo lugar en el Teatre-Museu Dalí el 1 y 2 de noviembre de 1985, con la presencia de Günter Ludwig, René Thom, Evry Schatzman, Ramon Margalef y Ilya Prigogine.

Jorge Wagensberg narra un episodio puntual que ilustra esta necesidad antes apuntada. En uno de los descansos del debate en el Teatre-Museu Dalí, el científico Prigogine le preguntó a Dalí si era cierta la relación entre la teoría de la relatividad de Einstein y los relojes “blandos” múltiplemente representados en su obra. Dalí lo negó, aunque a raíz de este encontronazo nació una fructífera correspondencia entre ellos. En otra ocasión, el pintor ampurdanés sí reconoció el interés por fenómenos como la física cuántica, la antimateria y la estructura del ADN como bien refleja la obra Galacidalacidexoribonucleiacid (1963). Se cuenta que Watson se dirigió al hotel St. Regis de Nueva York, en el que se hospedaba el artista, y le escribió esta nota: “La segunda persona más brillante del mundo desea conocer a la más brillante”. Pero hay una nueva disciplina, que une la base biológica del cerebro con la experiencia estética, se ha ido imponiendo en los últimos años. Me refiero a la neuroestética, cuyo máximo representante es el neurocientífico británico Semir Zeki. En su aportación al estudio científico de la obra de Dalí, Las fuentes neuronales de la ambigüedad de Salvador Dalí, nos plantea un interrogante fascinante: “De hecho, ¿las contradicciones que la gente ha visto en su enigmática personalidad, no eran simplemente una amplificación de un mecanismo neuronal básico y bien desarrollado que permite que el cerebro dé más de una interpretación al mismo fenómeno, que vea los lados diferentes, una necesidad que se le impone en su papel de buscador de conocimiento?”. Según Zeki, la respuesta no es tal contradicción sino que Dalí aceptaba realmente las contradicciones porque él no las consideraba propiamente contradicciones, “sino la consecuencia inevitable de nuestro maquillaje psicológico, que yo interpreto como la constitución de nuestro cerebro.” La obra de Dalí reconoce que el mundo puede percibirse de muchas maneras diferentes y su propuesta es una posible solución que sistematiza la aparente confusión de la percepción. Zeki sugiere que entre 1928 y 1938, Dalí utilizó un mecanismo neuronal ambiguo, a su vez disperso y estable, que le permitía tener la capacidad de ver diferentes imágenes en el mismo estímulo; de todo ello surgió un lenguaje elaborado en su obra que puede ayudarnos a comprender la lógica del cerebro visual.

Esta aparente ambigüedad no es tal en términos neuronales. Zeki explica que Dalí entendió muy bien que se crea una fuerte estabilidad en la capacidad de percibir imágenes de forma inestable, de dar interpretaciones alternativas. Perceptivamente se da un continuum desde la imagen inestable, para la cual sólo hay una posible interpretación, que se mantiene permanentemente inestable por mucho que queramos forzar la percepción en una dirección. Tal vez creamos que esta contradicción es irresoluble, pero busquemos un desenredo a esta compleja madeja en la definición de “ambigüedad”. El Diccionario usual del español de María Moliner nos dice que “ambiguo” se aplica a lo que puede admitir más de una interpretación y, por tanto, carece de precisión. En síntesis, “vaguedad” e “incertidumbre”. Pero en el campo de la neuroestética, su definición, corrige Zeki, es la contraria: “La ambigüedad es certeza, pero la certeza de muchas interpretaciones diferentes, cada una de las cuales es soberana en un momento dado en el tiempo”. Así pues, vemos a través del cerebro, no de los ojos. Sólo podemos ver las imágenes que nos sirve el cerebro, que procesa la información de los ojos para crear modelos aproximativos de la realidad: imágenes mentales. Así pues, no vemos la realidad, sino el modelo que de ella crea nuestro cerebro.

El valioso estudio de Ignacio Gómez de Liaño, Diagramas para el conocimiento y la formación del yo, discurre sobre la dicotomía (no siempre perfecta) entre ciencia y arte. Pues, como afirma este autor, “que la imaginación constituye la base de las ciencias como de las artes, tanto de las artes mecánicas como de las bellas artes, lo vieron muy bien los griegos cuando adjudicaron a la Musa, o sea, a la diosa Memoria (Mnemosine) el origen de la poesía, las artes y las ciencias. ¿Y qué es la memoria sino imaginación como referencia de tiempo, al proceso histórico, si se quiere?”. Este estudioso del universo daliniano afirma que Dalí ha sido un artista conSciente de que la renovación del arte pasa por asumir las vicisitudes de la ciencia, y mantener un diálogo permanente con los científicos. Baudelaire dijo que la imaginación era la más científica de las facultades porque es la única que comprende la analogía universal. Hoy, la febril imaginación del pintor tendría sin duda en los últimos avances científicos un buen suministro de alimentos.

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