Efemérides cervantina

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Los libros se escriben y se leen en soledad, pero se celebran entre multitudes. Como es sabido de todos, en este año de gloria de 2005 se cumplen, en números redondos, los 400 años de la publicación de la primera parte de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, obra de Miguel de Cervantes. No sabemos si celebrar el ingenio de Cervantes o el metafísico e implacable paso del tiempo.

Parece que las conmemoraciones son la otra fiesta nacional española. ¿Por qué razón? Ciertamente no puede ser por puro azar esta coincidencia de fechas entre 1605 y 2005, y de que por tanto hayan transcurrido exactamente cuatro siglos. Tiene que haber algo más, algo que se escape a nuestro raciocinio. Quizá sea ese algo, como dice Rafael Sánchez Ferlosio, el fundamento científico del “método histórico efemeridiano”, al que tan aficionados son nuestras autoridades culturales.

El asombro de los gobernantes españoles por los misteriosos arcanos de la ciencia de la cronología sólo corre parejo a su desmedido afán por el dispendio de los dineros públicos, sobre todo cuando se trata de cultura. Por medio de la magia de la conmemoración se funden el pasado y el presente, la escritura cervantina y la febril promoción cultural de nuestro tiempo. Quien crea la obra y quien la celebra acaban siendo la misma cosa. Pura ontología efemeridiana.

Si del famoso gol de España a la “pérfida Albion” en 1950 se decía que había sido marcado al alimón con la bota de Telmo Zarra y el micrófono de Matías Prats, a la vista de los fastos y dispendios preparados para la celebración del IV Centenario de la publicación de la obra cervantina, y merced a esta alquimia conmemorativa, se diría que el Quijote fue pergeñado por el famoso manco de Lepanto y nuestras actuales autoridades culturales. A cada uno su mérito.

Cuando fue publicado el libro de Cervantes, se vendía el ejemplar sin encuadernar a un precio tasado de 290 maravedíes y medio. Si tenemos en cuenta que un pollo –un artículo de lujo en la época– costaba 55 maravedíes, pueden ustedes calcular el precio de cada ejemplar. Poco partido le sacó a su obra don Miguel de Cervantes, pues es fama que murió como había vivido, es decir pobre y angustiado por problemas económicos y familiares. No supo el desdichado escritor alcalaíno el gran negocio que se perdía: dispendios en las cuentas del Reino, esponsorización de multinacionales, subvenciones para la compra de ejemplares, etcétera.

El maestro Josef de Valdivieso, encargado por el Consejo de Castilla de la aprobación de la segunda parte de El ingenioso caballero Don Quijote de La Mancha escribió: “Es obra muy digna de su grande ingenio, honra y lustre de nuestra nación, admiración y envidia de las extrañas”. Por nuestra parte, no nos queda más que recomendar su lectura, o relectura, según los casos, y recordarles que dentro de diez años se cumple el IV centenario de la publicación de la segunda parte de Don Quijote. Están ustedes advertidos.

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