EDUARDO HARO TECGLEN
«PARA ESCRIBIR NO ES NECESARIO NI INSULTAR, NI INJURIAR, NI CALUMNIAR, NI NADA. HAY QUE DECIR LAS COSAS ASÍ DE SENCILLO»
Eduardo Haro Tecglen nació en Pozuelo de Alarcón en 1924. Un niño de verano, del signo de cáncer. Perezoso, escéptico, enamoradizo, un poco raro. O así le gusta decir de sí mismo. También utiliza la palabra “rojo” para definirse “aunque puede parecer estúpida, arcaica, inútil y lejana”, porque ella sintetiza un concepto de libertad interna. Asume el sentimiento republicano como el de una aspiración de las libertades y el de un conocimiento respetuoso del mundo y de los demás. Vio llegar la República en Chamberí y como también dice: fue acogido por su enseñanza y su estética popular y culta. “La vi perder y con ella la noción de patria”. Su afiliación es el periodismo. Su dilatada carrera profesional ha transcurrido, entre hostilidades y ayudas. Sus comienzos fueron en Informaciones, luego vendría la dirección de la Nueva España en Tánger, las revistas Sábado Gráfico y Triunfo y actualmente El País. Crítico de teatro y considerado como uno de los mejores columnistas de este país, su pensamiento expuesto con grandes dosis de distancia irónica ofrece al lector el sucesivo torrente de los acontecimientos que se pueden oír y ver. La escritura breve y fragmentada también alientan el mayor recorrido de sus libros.
¿Cómo recibe un niño republicano los homenajes que se le hacen al cumplir los ochenta años? Lo ve como algo que no tiene que ver con la época en la que vivimos. Ahora los homenajes se hacen a personas como Pepín Bello que tiene 100 años, a personas que tienen 90, pero a los ochenta es una burrada uno no deja de ser todavía un niño. Un niño de la tercera república.
¿Si se llegara a dar consideraría que su patria ha vuelto a surgir de nuevo? No, no creo. Porque no pienso que se dieran las condiciones que tuvieron lugar para que se proclamara la II República. Aquella fue de verdad, surgió en las calles. La monarquía empezó a caer ya en 1898 con la pérdida de Cuba y Filipinas, con las guerras de África, con los disparates militares; a partir de las sangrías de los campesinos, unido a un renacimiento intelectual, a la recuperación de cierto espíritu de la Revolución Francesa que había estado apartado desde 1808. ¿Porqué fuimos a echar a los franceses si luego nos quedamos con los alemanes?, ¡fíjate que cosa más disparatada!
Esto puede ser una de las manifestaciones de lo contradictoria que es la sociedad española, incluso hoy. ¿Tú ves contradicción en esto? Yo creo que no la hay. Ya que es lo mismo echar a los franceses y traer a los hitlerianos, es lo mismo quitar la Constitución y traer el nazismo. Todo es horroroso. Fíjate como la iglesia en este país nunca ha cometido contradicciones. Hay tienes al obispo Julián criticando a las parejas de homosexuales, con botafumeiro incluido; ¡si el no se va a casar de todas formas aunque lo sea! La palabra república es una palabra muy bonita y sobre todo la idea, la filosofía, la rex pública, lo que es de todos, el gobierno del pueblo, el bien patrio es de todos. Bueno, al menos duro un rato. Pero no había hecho nada mas que empezar y ya estaban ahí los del PP de entonces, los generales, los sanjurjos, que son los mismos de ahora. Mira lo que está pasando en la comisión sobre el 11 de marzo, lo que están diciendo con una desvergüenza verbal total: que la policía y la guardia civil estaban mediatizadas por el partido socialista que les daba a ellos las pistas y no al Gobierno, es una cosa de enfermos mentales, pues en la república era igual. ABC era lo mismo que es ahora. Una de las cosas que no varían en este país es el ABC, eso sí, pierde lectores, pero no sé si esto es una esperanza, ya que al ritmo que los va perdiendo tendría que esperar otros ochenta años. La república vino después de unas lecciones, fue el pueblo quien la quiso, si tuvieras mi edad habrías visto por estas mismas calles camiones llenos con banderas republicanas, concentraciones en la Puerta del Sol, pero lo lamentable es que esto durara un suspiro, porque ya estaban conspirando.
Parece que siempre tenemos que recurrir en este país al sentido del humor para que ciertas actitudes no se desborden. Este nuevo Gobierno sólo lleva 100 días en él y ya ha hecho muchas cosas. Entre ellas hablar con Ibarretxe, nada menos, cuando se le considera un “demonio”; ha igualado el número de mujeres y de hombres en el Gobierno lo cual es un disparate, pero es un disparate positivo. Es una arbitrariedad, el talento para gobernar no es de unos ni de otros, no es de nadie, pero bueno al no ser de nadie ese disparate por lo menos sirve de ejemplo. Ha hecho la ley contra la agresión hacia la mujer, que es otro disparate jurídico, así que fíjate lo gracioso que es este país que lo que más nos gusta son los disparate políticos.
Pero esto de ir de disparate en disparate no puede significar un peligro para la salud mental de los ciudadanos. Sí, pero este es un país muy listo, no cree en nada, pero está contento porque se ha ido un personaje horroroso, y ahora, que se le ve sin poder, se le oye decir cosas extrañas como lo de los papeles de la investigación: ¿qué significa esto de que no los tiene en su poder material?
Ante todos los acontecimientos que se van sucediendo no sólo en España, sino en el mundo, ¿necesita utilizar la ironía en sus columnas para poder abordarlos? Claro sí, porque si lo que digo lo digo enfadado sería inaguantable, sería demasiado duro.
¿No teme que este uso continúo de la ironía pueda ser criticado? No creo, es el estilo español de siempre, es el estilo de Quevedo, es el de Cervantes, es el estilo de Larra. Es el estilo del sainete aquel de la lechera que está pensando en tener una vaca que tendrá leche, que si venden la leche tendrá para una oveja y si tienen una oveja tendrá una granja y en eso se cae la lechera, eso es una ironía, es una manera de dulcificar la dureza.
En una entrevista para la revista Ajoblanco le decía a Vázquez Montalbán que escribía para decir lo mal que estaba todo y que él escribía para construir el mundo futuro. ¡Sí, decía eso!, no lo recuerdo, pero sí recuerdo una de las últimas conversaciones que tuve con él en la que me decía muy seriamente lo mal que estaba todo, pero afirmaba que las propias contradicciones del capitalismo provocarían su caída, y yo le dije: pero Manolo, si esto lo estoy oyendo desde antes que nacieras tú, si lo decía Marx, Engels y mira. Pero él creía que sí sucederá, y es posible que tuviera razón. Hay países como España que es muy difícil imponer un régimen totalmente capitalista, porque éste está hecho para países de gran poderío económico como Estados Unidos, y si no, para poner y qui-tar dictadores. Los países pobres no pueden tener siquiera un capitalismo que les permita desarrollar la capacidad intelectual del individuo, no está diseñado para ellos. En España, ahora, este capitalismo es exagerado, porque es un país exagerado, las grandes empresas están jugando, están felices con su descubrimiento, están reduciendo los sueldos al minino, despidiendo personal. Aquí es así porque se ha mezclado el espíritu del rico español, el rico hacendado español que su afán es echar a la gente a la calle y que no coman, con las posibilidades legales del capitalismo.
Parece que todo se mueve en círculo y que se retroalimenta para ser lo mismo aunque cambie la forma. Como no va a ser lo mismo si ha sido así desde el principio de los siglos. Pero bueno, yo cito mucho a Rosa Luxemburgo, escribió un artículo que se titulaba El orden reina en Berlín y decía: “El camino del socialismo está empedrado de derrotas”. El camino del socialismo se hace hacía delante de derrota en derrota, algo se va ganando cada vez que se pierde. Tal vez no sea ésta la frase literal pero sí el sentido. A parte de que la mataron al día siguiente de publicarlo –algo que es muy frecuente entre los articulistas–, a parte de eso, hay una realidad, hoy hasta los mendigos viven mejor. Para tener pobres medievales los tenemos que traer del extranjero, como para tener hijos. Fíjate si eso no parece una ventaja. Algo hemos progresado.
Pero a usted tampoco le gusta el abuso de la palabra progreso. No, no exactamente, lo que pasa es que existen dos formas de ver el progreso uno mecánico y otro el de las humanidades. El progreso mecánico nos trae la posibilidad de escuchar esta música (la entrevista se realiza en un local cercano a la casa de Haro Tecglen). Antes no hubiésemos tenido derecho a escuchar una música tan espantosa. El progreso material se hace para evitar el trabajo ¡no!, para eso que se llamó el estado del bienestar, creíamos en la civilización del ocio, pero se ha llegado en todas partes, como en este país, a que el rico hacendado dice que si no trabajas no cobras.
Tal vez la sociedad del ocio no era muy realista, pero el que no se haya conseguido no debería significar tampoco que sea necesario que nos devoremos los unos a los otros. Sí, pero lo cierto es que nos aniquilamos los unos a los otros. Yo posiblemente aniquile puestos de trabajo desde que me levanto. Yo escribo en un ordenador, le doy a un botón y sale en la redacción de El País. He quitado trabajo al motorista que venía antes, al linotipista que escribía el original que yo había mandado, al corrector. Pero esto es así, si no de qué como. Voy a contar una anécdota, cuando se pusieron los ordenadores en El País había una periodista que ahora es escritora. En ese momento todo el mundo, en un principio, se negó a ellos porque emitían radiaciones peligrosas, pero bueno todos los acabaron aceptando menos ella, entonces la metieron sola en un cuarto sin ordenador, pero salió un día diciendo que no podía resistir eso de estar aislada.
Es curioso algo que pasa con su biografía, mucha gente piensa que ha nacido en Tánger. Tal vez porque estuvo 10 años allí. Sí, hay una anécdota muy graciosa de un señor que un día me dijo, yo he conocido mucho a tu padre en Tánger cuando era director de la Nueva España. Y le dije, pero hombre, que no era mi padre que era yo. Esa confusión se da también con mi hijo Eduardo que todo el mundo dice que nació en Tánger y nació en Madrid. Allí nacieron dos de mis hijas. Mi hijo se educó allí o tal vez todo lo contrario. Allí estaban los beatniks, todos esos americanos. Él era amigo de William Burroughs, de Paul Bowles, de Truman Capote.
Llegó a conocer a Truman Capote. ¿Cómo era? Pues era un dandy. Todos eran un poco eso. Cuando lleve a conocer a mi hijo a Burroughs, éste al verlo se llevo una decepción enorme, porque vio a un señor vestido de oscuro, con corbata, muy serio, y él se preguntaba cómo podía ser así, y yo trataba de explicarle que era necesario disfrazarse y claro, él creía que había que ir por la vida como se es.
Se puede decir que ha hecho un gran recorrido por la prensa española del siglo XX. También que se siente más escritor de periódicos que de libros. ¿Existe el periodista vocacional? Claro y no solo vocacional sino de nacimiento. Mi padre trabajaba en un periódico yo iba con él a la redacción, iba también con él a los estrenos de teatro. Los que entraban a mi casa de visita eran los periodistas, era una cosa natural.
Sin embargo ha escrito como una docena de libros. Por citar algunos: El niño republicano. Ser de izquierdas, Hijo del siglo, Diccionario político, El 68. Las revoluciones imaginarias. Sí, pero todos están hechos a trocitos. Escritos con cosas cortas aunque el libro sea largo; siempre mediante fragmentos.
Pero de memoria larga, porque en todos ellos se recupera. Lo cual puede ser útil para un país como éste que a veces es muy desmemoriado. Un recurso suyo es hacer referencia de quiénes fueron los padres o los abuelos de quien habla en sus columnas. Bueno más que desmemoriado es un país de gente que no se quiere acordar de las cosas, no sea que ocurra algo; y si me gusta hacer eso es porque quiero que se sepa de quien hablo; así como recordar el significado de las palabras, porque no se sabe lo que significan, ya que se ha perdido vocabulario y se va perdiendo cada vez más, porque ahora se aprende el idioma vía oral, mediante la televisión y la radio. Y en todos los idiomas pasa lo mismo, que no es igual el lenguaje oral que el escrito. Hoy mismo he recibido un correo electrónico de alguien escribiéndome que no entendía lo que había escrito, y eso que explico las palabras, las genealogías y debe ser que el idioma me sale raro para cómo se habla ahora.
Qué supone estar viendo y oyendo continuamente para que otros te oigan y te lean. Además de su columna diaria en El País, también tiene una “barra libre” todo los días en el programa La ventana de la cadena SER. Pues se lleva bien, es un hábito que tengo desde niño, en mi casa se leían los periódicos, se comentaban, oía a mi padre por teléfono encargar un editorial, luego los he encargado yo y me los han encargado a mí, eso forma parte como de los hijos de los leñadores aprender a coger el hacha.
En algún momento se ha calificado como hijo del siglo XX, tiene alguna percepción de lo que será el XXI. Todavía estamos en el XX. ¿Cuándo ha terminado el anterior y ha comenzado éste? Unos dicen que con la caída del muro de Berlín, puede ser. Buch dice que la nueva época es ésta. Yo noto esto como muy siglo XX. No veo muy claro cuando empieza un siglo y comienza otro. ¿Cuándo empezó el siglo XX en España, con la caída de Cuba? ¿Cuándo terminó, cuando se muere Franco? ¿La muerte de Franco significó un cambio de época, esto significó un cambio total? Tampoco se puede decir que todo haya cambiado totalmente.
«QUE NO SE PONGAN BARRICADAS NO QUIERE DECIR QUE NO HAYA GENTE QUE NO TENGA UTOPÍAS. HAY MUCHOS JÓVENES QUE VIENEN A MÍ Y ME DICEN: ¿QUÉ NOS RECOMIENDA? Y YO LES DIGO: ¿Y TÚ QUE ME RECOMIENDAS A MÍ?»
Como crítico de teatro se arriesga uno a sufrir las filias y las fobias del mundillo. No, no se arriesga uno a nada, lo más que te puede pasar es que te aburras mucho viendo teatro. Ir cada noche al teatro, en estos momentos, puede ser una auténtica tortura. En esto de los libros y el teatro ocurre que puede haber un 80% de las cosas que uno lee o ve que no tienen categoría. Siempre hay más malo que bueno, entonces si vas todos los días a ver lo que se estrena te aburrirás ese 80%. Pero sí pienso que ahora es peor, ya que el sistema gubernamental de protección al teatro, que ahora quieren llevarlo al cine, a hecho bajar mucho su calidad al tener aseguradas unas funciones, unas giras por provincias. Las autonomías, los ayuntamientos, las cajas de ahorro, las fundaciones contratan lo seguro, así que un programador de la caja de ahorros de Cuenca no va a querer nunca que una obra sea subversiva. Sí hemos perdido calidad con respecto al siglo XX.
Si ha habido otra una constante profesional, además de analista político, ha sido la de crítico teatral. Esto también es de nacimiento. Mi padre fue autor de teatro. Pero en estos momentos se ríen mucho de mí porque voy al teatro, incluso en El País. Me deben de ver como un monstruo raro. Y la verdad, es que es raro, somos muy poca la gente que vamos al teatro.
¿Es verdad que uno de los mejores calificativos para usted es que le sigan llamando rojo? Sí, te voy a contar una anécdota, cuando era pequeñito, bueno 14 años, ya trabajaba en Informaciones, y mi padre estaba condenado a muerte, entonces Víctor de la Serna que era compañero suyo me cogió y me metió en una redacción a parte que era la de deportes, yo que no había hecho deporte ni en el colegio, y a veces tenía que entrar en la redacción general porque me enviaban a coger un periódico o un frasco de cola y allí había una persona que al entrar decía: no sólo hay que matar a los periodistas rojos sino también a sus hijos. Para mí, eso de ser uno de esos rojos que había que matar era como una cosa de dinastía, de orden.
Sin embargo, manifiesta el mismo escepticismo para la izquierda como para la derecha. ¿Esto no se puede confundir con que todo da igual? No, ni mucho menos, pero la izquierda que quiere gobernar no es realmente la izquierda, es una derecha más culta, más civilizada. Zapatero es civilizado, Aznar no es civilizado. Pero si un partido se llama socialista tiene que socializar, tiene que nacionalizar, tiene que repartir las propiedades; la tierra para quien la trabaja. ¿Esto lo puede hacer el partido socialista? ¿Lo puede hacer alguien? No, pero todavía hay anarquistas, hay un partido comunista que tratan de todo esto. Son minúsculos, inoperantes, pero todavía intentan de que haya un mejor reparto de la riqueza, que no exista pobreza. Tal vez no la igualdad, que era uno de los ideales de la Revolución Francesa, porque hoy no parece posible. Pero el mayor problema es que no hay nadie que lo proponga. No existen utopías con respecto a estas cuestiones.
En su opinión, no hay nadie que haya recogido la antorcha de las utopías. La utopía que existía era la de los pensadores y la de los intelectuales, ellos creían que podía ser posible. Hoy ni se plantea. Tal vez se plantee en la India, porque la pobreza es tan exagerada que o evolucionan o se mueren. En África, pero posiblemente este continente ya no tenga arreglo. Pero aquí, ¿quién pone barricadas? Los marroquís, los ecuatorianos. Pero esto no quiere decir que no haya gente que no tenga utopías, hay muchos jóvenes, que vienen a mí y me dicen: que nos recomienda, y yo les digo y tú que me recomiendas a mí. Anarquistas hay muchísimos, comunista millares.
¿Por qué la revista Triunfo fue una revista emblemática? Porque era la única. Y luego porque fuimos haciendo como un pequeño barbiquie un agujerito en la pared que luego se fue ampliando y cuando se dieron cuenta, el agujero ya estaba hecho. ¿Por qué publico una columna en la sección de televisión del periódico El País?, en la cual escribo lo que quiero, pues por lo mismo. Cuando me dijeron que hiciera la crítica de televisión, de ahí el nombre de visto/oído, estaba haciendo las editoriales del periódico, no las nacionales pero sí algunas de internacional, yo pense que me querían quitar de en medio y no sabían como. Así que me dije pues que la vamos hacer; yo pensaba que era mayor, cuando todavía me quedaban unos cuantos años para serlo. Entonces me di cuenta que la televisión, en estos momentos, es todo. Todo pasa por ella. Si tu escribes de lo que ves, cumples con el trabajo que te han encargado y lo mismo que hablas de un programa puedes hablar de un obispo, del Gobierno o del rey.
En términos generales, ¿cómo se ve la prensa actual? La veo igual que al teatro. Sobre todo hay una mentalidad que no entiendo. Si yo puedo hablar lo que hablo de un obispo, hay mucha gente que piensa lo mismo y no se atreve. Si yo puedo hablar de Aznar siendo presidente y digo lo que digo, por qué los demás no, si lo saben igual. No estoy hablando de los periodistas de una redacción que están sometidos a la tiranía de su jefe de sección, pero sí de estos que escriben y quieren ser educados; educación es otra cosa. Además hay pocos periodistas y muchos catedráticos de sociología o de lo que sea, y no digo que sean inútiles pero hay que tener otro oficio para escribir en los periódicos. Pero el problema es que los periodistas que escriben no quieren pasar ciertos límites.
MUY PERSONAL
Vivir en Chamberí también le viene de familia y usted lo ha convertido en su hábitat natural. Mi patria es Chamberí, por qué no voy a ser yo presidente de la república de Chamberí o presidente de la autonomía de Chamberí si tenemos más habitantes que en algunas de las capitales.
¿Nunca te has planteado vivir en otras zonas de Madrid? No, creo que hay otras interesantes pero no tienen una calle como la de Fuencarral, con sus cines, que puede ser como un Broodway a la madrileña.
Pero has vivido en otras ciudades como Tánger o París. Sí pero no había cortes ingleses. París tenía algunas imitaciones. Así que he decidido vivir en Madrid y sólo en Chamberí. En el campo tampoco, hay ortigas y bichos.
¿Los cambios que ha visto en su barrio le han gustado o no? Mira la casa en la que estamos y sus alrededores eran la cochera de los tranvías de Madrid y aquí delante no había nada mas que vaquerías. En este barrio había muchas vacas. Todo ha cambiado.
¿Hay algún político que le caiga simpático? Me hace mucha gracia la Trini, parece una chica simpática.
¿Y del pasado? Pues te digo otras dos mujeres, la Pasionaria y Federica Montseny.
¿Se ha planteado alguna vez dejar el periodismo y dedicarse a otra profesión? Sí todas las mañanas cuando leo los periódicos. Aunque a veces veo que es bueno para la salud porque te da fortaleza, pero moralmente leer todas las mañanas la prensa te hace pensar: con esto yo no puedo.
¿Ha habido alguna época donde se ha sentido más identificado con la forma de hacer periodismo? Sí cuando había más periodistas tratando de hacer lo que yo hago utilizando las palabras próximas a las que no podías decir. Porque no es necesario para escribir ni insultar, ni injuriar, ni calumniar, ni nada. Hay que decir las cosas, así de sencillo.
En El niño republicano además de citar a otros autores de teatro le dedicas un capítulo a Lauro Olmo. Hablo de él porque era un héroe civil. Se lanzaba en medio de sus espectáculos y leía sus manifiestos. Tampoco es que Lauro fuera la Pasionaria pero sí frente a la burguesía. Esto también lo podría decir de Alfonso Sastre. Siempre han existido autores que han tratado de ser críticos.