Conectividad para todo

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Internet ha penetrado definitivamente en nuestras vidas y se ha integrado en la cotidianidad de la mayoría de los españoles. Somos ya 26,2 millones de usuarios (1,45 millones más que en 2013), el 93,5% navega todas las semanas y el 78,7%, todos los días, porcentaje que sube hasta el 88,9% en el caso de los jóvenes de 16 a 24 años. Así lo confirma el Informe Sociedad de la Información en España 2014, elaborado por la Fundación Telefónica y que arroja datos sociológicos sobre los hábitos de consumo digital en España. Este informe también hace hincapié en el llamado Internet de las cosas, que forzará inevitablemente a muchas empresas a modificar el diseño de muchos de sus productos para permitir que estos funcionen con conectividad.

Algunos llaman a esta expansión de datos la cuarta revolución industrial, al proporcionar información en tiempo real y permitir a las empresas eliminar la ineficiencia en sectores como la industria, la sanidad, el transporte, la energía y el retail. Pero para ello hay que solucionar el desarrollo del software y sistemas de análisis que permitan a las “fábricas inteligentes” que sus datos sean útiles y valiosos. Muchos opinan que en este mundo orwelliano seremos más vulnerables y la seguridad será su talón de Aquiles.

El es el elemento fetiche para mostrarnos un futuro lleno de posibilidades. No hay película de ciencia ficción que no haya creado sus propios modelos futuristas, ya sea su capacidad de volar o que se conduzca solo. La levitación magnética podría permitir lo primero y Google ya trabaja en lo segundo, con una flota de coches sin conductor que utilizan GPS y rádares láser para maniobrar. De momento solo son legales en tres Estados estadounidenses, pero el fenómeno parece imparable.

“EN 2020, ENTRE 22.000 Y 50.000 MILLONES DE DISPOSITIVOS SE CONECTARÁN A INTERNET PARA PROPORCIONAR A LOS CIUDADANOS UNA SERIE DE SERVICIOS Y APLICACIONES ‘INTELIGENTES’ SIN PRECEDENTES”

El coche fantástico, la serie que tal vez sea la más recordada por las fantásticas prestaciones de un coche, ya que este hablaba y disponía de inteligencia artificial, también contaba con una enorme variedad de accesorios de todo tipo. Podía conectarse a bases de datos y contaba con varios monitores para ver televisión, consultar datos y jugar a videojuegos. Esto ya nos suena al presente. Como no podemos viajar en el tiempo en un coche como en la película Regreso al futuro, nos ceñiremos a lo que el presente ya nos depara.

A pesar de que el vehículo conectado es todavía una realidad incipiente, se observa que ya tiene importancia como para condicionar la compra de vehículos: según las encuestas, el 79% de los conductores creen que es más probable que compren uno que incluya servicios conectados. Por ello, se prevé que en el año 2020 el 90% del parque de vehículos disponga de conectividad.

El Internet de las cosas seguramente modificará el Internet de las personas. Frigoríficos que hablan, televisiones, calefacción u otros utensilios caseros que se encienden antes de llegar a casa y control de luces y semáforos en las ciudades son algunas posibles aplicaciones del Internet de las cosas o Internet de los objetos (IoT, por sus siglas en inglés). Se trata de una revolución en las relaciones entre los objetos y las personas, incluso entre los objetos directamente, que se conectarán entre ellos y con la red y ofrecerán datos en tiempo real. O dicho de otro modo, se acerca la digitalización del mundo físico. Todo parece que será inteligente. Gracias al sistema RFID, bastará con integrar un chip en cualquier objeto del hogar, del trabajo o de la ciudad para poder procesar y transmitir información a partir de él constantemente. Se calcula que en 2020, entre 22.000 y 50.000 millones de dispositivos se conectarán a Internet con el fin de proporcionar a los ciudadanos una serie de servicios y aplicaciones inteligentes sin precedentes. Difícil imaginar un mundo donde las cosas y objetos se conectan. Más del 99% de las cosas del mundo físico no están conectadas.

Por ahora, es más fácil imaginar a una persona conectada a la red, y como ejemplo, los dispositivos electrónicos que han irrumpido con mayor fuerza en el último año y que han sido los denominados wearables, dispositivos o sensores que se incorporan en ropa o complementos y que tienen capacidades de procesamiento y conectividad. Durante este último año se han convertido en productos de moda, especialmente los dispositivos para controlar la actividad física como las conocidas smartbands y los relojes inteligentes; se han llegado a vender 2,7 millones en el primer trimestre de 2014. Se estima que durante 2014 se han vendido 50 millones de unidades y que estas ventas aumentarán hasta los 90 millones de unidades en 2015. Las ventas acumuladas de wearables entre 2012 y 2017 podrían alcanzar los 250 millones de dispositivos. Estas ventas situarían a esta gama de dispositivos como la octava fuente de ingresos para los fabricantes de dispositivos de consumo, por detrás de los móviles, ordenadores portátiles, proyectores, consolas de videojuegos y cámaras.

Es curioso que el informe de Telefónica ponga de manifiesto que ante esta digitalización imparable solo parece que resiste el libro. Pero como todo, nada es para siempre.

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