Ciencia y desarrollo
En la línea de plantear un tema de reflexión desde esta columna de la Fundación Técnica Industrial, merece la pena comentar el reciente escrito de los 11científicos de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular en el que han solicitado un pacto de estado por la ciencia, con el fin de aumentar la inversión científica y no quedarnos en el furgón de cola de la Unión Europea. En el citado documento se dice que “en los últimos dos decenios el mundo desarrollado ha iniciado una profunda transformación. De la mano del conocimiento acumulado en áreas tan dispares como la ingeniería genética, la biología molecular, la física o las telecomunicaciones, entre muchas otras. El mundo que hoy conocemos ha pisado el acelerador rumbo al futuro. La biomedicina, la biotecnología y la nanotecnología, además de las potentes herramientas en genómica y proteómica, son sólo algunos de los ejemplos en los que se fundamenta este prodigioso cambio de paradigma”.
La economía española en los últimos 25 años ha logrado ocupar un lugar destacado en el panorama internacional. Tal desarrollo ha estado fundamentado, por un lado, en el sector servicios, en el que el turismo ha representado tal vez el mayor exponente, produciéndose una componente laboral competitiva, y por otro, en los nada despreciables flujos de fondos de cohesión europeos. Mantienen estos científicos en el documento que presentaron al Gobierno “que el modelo sobre el que se sustenta la economía española empieza a dar síntomas de agotamiento”, observándose que empresas del sector industrial se están marchando a otros países donde los trabajadores cobran mucho menos que en nuestro país, encuadrándose este hecho en la deslocalización industrial, en la fuerte competencia de las economías emergentes y, por supuesto, en la creciente dependencia española del avance científico y técnico exterior. En otro apartado del citado documento se dice que “sólo la generación de conocimientos puede asegurar el mantenimiento de la economía española y el bienestar de sus ciudadanos ”.
No hay duda de que la dependencia científica y tecnológica de otros países más avanzados que el nuestro perjudica nuestro desarrollo. Pero esto sólo se podrá corregir superando la inversión en I+D, que actualmente representa el 1% del PIB. Y si tenemos en cuenta los objetivos prioritarios de la Unión Europea que plantean para 2010 una inversión media del 3% del PIB, se podrá observar lo lejos que estamos. A este respecto, el citado documento señala que “los hechos demuestran que los países que ejercen un liderazgo económico, político y social son aquellos que en su día decidieron apostar con la innovación surgida de la investigación científica en las más diversas ramas. La innovación se ha traducido en conceptos y, con el tiempo, en tecnologías e industrias capaces de marcar la pauta. Los países lideres supieron ver, y todavía lo entienden del mismo modo que invertir en ciencia es invertir en futuro”.
Hace falta que la Administración del Estado, las comunidades autónomas y todos los agentes económicos y sociales, además del sector industrial y los científicos, se convenzan de que invertir en ciencia es invertir en desarrollo, productividad y en nivel y calidad de vida. Pero todo ello será posible si se produce un cambio de mentalidad que permita la consecución de un modelo equilibrado que posibilite una estabilidad adecuada en el tiempo, en la forma y con las dotaciones presupuestarias necesarias para cometer la mejora deseada de calidad.
Para que nuestro país pueda contribuir a la vanguardia del conocimiento será necesario que el nivel de desarrollo económico y social alcanzado en los últimos 20 años se corresponda con su grado de desarrollo científico y tecnológico, que se empiece a producir ciencia de calidad que equilibre los indicadores de dicha economía haciéndola más competitiva y basada en el conocimiento, y dar el avance cualitativo que precisa para situarse en la modernidad de la economía mundial. Por supuesto, también es necesaria una adecuada coordinación y gestión de las diferentes administraciones implicadas en la responsabilidad a la que hemos aludido.
El anterior Ministerio de Ciencia y Tecnología parece que no ha sido capaz todavía de organizar, coordinar y tal vez no haya podido impulsar las medidas legales que modernicen el sistema para que la ciencia y el desarrollo alcancen los mayores logros en el campo de la ciencia y nos podamos aproximar a la inversión media del 3% del PIB que la Unión Europea plantea para alcanzar como objetivo en el año 2010.