Cela, el hombre que no quiso perder

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El día 17 de enero de 2002 fallecía Camilo José Cela, y se convertía, en palabras de Francisco Umbral, en un cadáver exquisito. Ese día nacía el mito: la Fundación Cela, la marca Cela, la empresa Cela. Ese día, festividad de los mártires Espeusipi, Eleusipo, Meleusipo y Leonila, Cela pasaba a ser una figura de bronce, un clásico, un icono nacional, que es por lo que siempre estuvo trabajando toda la vida: por ganar la gloria literaria. Pocos escritores han sido tan amados y odiados en vida, quizá con toda justicia en ambos casos, y por los mismos motivos. Hombre contradictorio, egocéntrico, jactancioso y polémico, deja una inmensa obra literaria, aunque bastante desigual, al decir de los críticos.

Ian Gibson, el conocido hispanista de origen irlandés, autor de diversos trabajos sobre García Lorca, escribe un interesante ensayo sobre Cela, basado en la lectura de su obra novelística, memorialística y periodística. No se trata de una biografía, sino de un concienzudo estudio literario de la obra del escritor padronés. Gibson indaga en Cela, el hombre que quiso ganarse la vida con la escritura a través de su obra literaria, desde su niñez en Galicia, su difíciles años en la primera posguerra, sus éxitos literarios hasta los tormentosos y polémicos últimos años del Premio Nobel.

Para Gibson, detrás del Cela brutal, bocazas y triunfador se escondía un gran tímido, un hombre quizá lleno de inseguridades, remordimientos y dudas, pero que tenía una obsesión, a mi modo de ver, enfermiza de ser el número uno. Cela, el personaje, se montó su propia «operación triunfo», a costa quizás del Cela hombre. Al fin y al cabo, la grandeza de Cela está en sus libros, y no en su singular vida. “No se debe dar un solo paso inconveniente, un solo paso que no nos acerque a la meta propuesta. La constancia es el más fiel aliado de la voluntad. La timidez no existe y si existe se puede sujetar. No debemos apiadarnos de nada ni de nadie. La caridad es una rémora. La humildad otra. El amor un desequilibrio del sistema nervioso. La mujer no es para ser amada, es para ser tenida y poseída”, escribió de sí mismo.

Cuando Cela recibió el título de marqués escogió como lema nobiliario su conocido eslogan «el que resiste gana». Sin embargo, no es fácil que ocurra lo mismo con sus libros. En esto la historia es caprichosa, y nunca se sabe. Quizás resistan La familia de Pascual Duarte, La Colmena y San Camilo 1936, a mi modesto entender los mejores libros de Cela, pero es dudoso que de su inmensa obra perduren muchos más libros. Cela, que parece haber nacido con un Nobel bajo el brazo, desde joven persiguió la gloria. Sin embargo, como contaba Yukio Mishima en El marino que perdió la gracia del mar, la gloria tiene un sabor amargo.

Ian Gibson. Cela, el hombre que quiso ganar. Editorial Aguilar, Madrid, 2003.

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