Carme Manuel Cuenca
«TODA LA LITERATURA ESTADOUNIDENSE ES UN MOSAICO DE VIVENCIAS Y CRÍTICAS DEL SUEÑO AMERICANO»
Carme Manuel Cuenca (Valencia, 1960) vivió con una incontenible euforia la elección de Barack Obama como cuadragésimo cuarto presidente de Estados Unidos de América en noviembre de 2008. Tenía sus razones. Cuando uno lleva 20 años estudiando la literatura afroamericana nacida de experiencias tan traumáticas como la esclavitud, la segregación racial y la lucha por los derechos civiles, el hecho de que un negro acceda al Gobierno del país más poderoso del planeta tiene su gracia. Suena a final feliz para una historia muy triste. El sueño americano hecho realidad, en definitiva. Pero además, Carme Manuel confía en que el aire más amable que Obama quiere imprimir en la imagen internacional de EE.UU. sirva para impulsar el interés del público por la literatura y otras expresiones culturales de las minorías; un tesoro oculto que desde 2002 desentierra a piezas y expone a través de la Biblioteca Javier Coy de Estudios Norteamericanos que dirige en la Universidad de Valencia.
La producción literaria de las minorías de EE.UU. es inmensa y, sin embargo, apenas nos llegan noticias de ella.
El problema es que la gente no sabe. Pero no sabe porque las editoriales grandes continúan publicando todavía hoy los autores norteamericanos más canónicos, los de siempre, los de toda la vida, los que se tradujeron ya en los años 30, 40, 50 y 60; y no hacen ningún esfuerzo por introducir, dentro de lo que son las colecciones realmente comerciales, nombres nuevos, y rodearlos de un mínimo estudio, una mínima presentación.
La Biblioteca Javier Coy de Estudios Norteamericanos ya lleva publicados 64 títulos. Parece, sin embargo, que una editorial universitaria poco puede hacer por acercar estas obras al público no especializado.
Así es. Obviamente todo sería distinto si una gran editorial comercial se hiciera cargo, adquiriera el compromiso, el reto de decir ya hay bastante de Hemingway, de Capote, de Philip Roth y de Cormac McCarthy, es decir, ya hay bastante de todo esto y vamos a apostar por una serie de literatura que no conoce nadie. Yo creo que el público está ya muy harto de una serie de novelas que siempre dicen lo mismo.
¿Qué historias cuentan esas otras novelas?
Por ejemplo, ahora tengo una propuesta para traducir un libro que se publicó en 1900. Está escrito por una mujer negra, Pauline Hopkins. La novela, aunque está escrita siguiendo el género sentimental típico con final feliz, es un panfleto político en contra de todo lo que estaba pasando en aquel momento, que era un racismo exacerbado y, sobre todo, el gran problema de EE.UU. en la época: el linchamiento de los negros. Eso que no aparece nunca. En España conocemos alguna película sobre el tema, pero no te puedes imaginar nunca que esa violencia ya había sido criticada tanto por blancos como por negros, y que hay una mujer afroamericana que escribe una novela en contra de eso a principios del siglo XX.
No les ha faltado crítica interna.
Así es. En EE.UU. no les ha hecho falta nunca ninguna voz crítica ni ningún cuestionamiento de lo que eran y de lo que estaban llevando a cabo, porque desde dentro ha habido un gran abanico de personajes, tanto blancos como de las diversas etnias que conforman el país, que han estado continuamente recordando y luchando contra la injusticia, la marginación, la esclavitud, el racismo, la segregación.
¿Visiones distintas sobre un mismo territorio?
Sí, posiblemente no exista en el mundo ningún país más multiétnico y multicultural que EE.UU. Lo fue desde el principio, con la mezcla de nativos americanos y europeos, y lo ha seguido siendo con la llegada de inmigrantes de todas las procedencias posibles. Y eso en el campo de la literatura se hace sentir en formas muy ricas de entender una misma nación. Compartiendo la tierra donde la utopía podía hacerse realidad, los escritores y escritoras forman, cada uno a su manera, un mosaico de vivencias y críticas del sueño americano. Cada obra explica una experiencia propia del sueño americano.
Pero ese sueño sólo existió para unos pocos.
El sueño americano es real. Es un sueño que los europeos no tenemos. Que en estos momentos haya un presidente negro que se defina como negro (porque se podría definir de otra manera), que haya asumido esa identidad negra y, por tanto, la historia de los negros en el país, es una prueba de que el sueño es real. EE.UU. da esa posibilidad: el que te reinventes continuamente, y ése es un tema fundamental dentro de la literatura norteamericana.
¿Estarán de acuerdo el resto de afroamericanos que no son Obama con esa visión del sueño americano? ¿Lo han estado los autores negros a lo largo de la historia de EE.UU.?
Sí, porque la mayoría de la literatura de las minorías de EE.UU. no es una literatura que quiera la revolución, que quiera cambiar el orden de las cosas; no es una literatura incendiaria, como nosotros podríamos pensar, de darle la vuelta al orden social. No. Lo que esa literatura muestra es una queja o protesta continua porque las reglas por las cuales se define lo que será EE.UU. no se están cumpliendo con ellos. Éste es un país que a finales del siglo XVIII tiene la primera constitución regida por los principios republicanos democráticos. Y antes está la declaración de Independencia, en la que se dice que todos los hombres son creados iguales. Obviamente hay que entender lo que significaba hombre en aquella época: hombres blancos y que tienen propiedad. Los grupos étnicos no han protestado por los principios que subyacen a esa declaración, que es el texto sobre el cual se fundamenta el país, sino por no estar incluidos en esas definiciones. Es decir, desde el principio se crea una nación sobre un fundamento contradictorio.
¿Cómo han vivido los afroamericanos esa contradicción, esa dicotomía entre querer integrarse y también sentirse diferentes?
Es una contradicción que han vivido mal. De hecho, para ellos la novela ha servido como un acto simbólico para explorar la disparidad entre los mitos americanos y la realidad del país. En los autores negros existe una doble conciencia, una identidad bicultural, y una ambivalencia social. Hay un baile de las actitudes de los estadounidenses de ascendencia africana entre la integración y la separación, una identificación cambiante entre los valores de los blancos dominantes y los sistemas culturales subordinados negros como resultado del racismo institucionalizado. Evidentemente, todo eso cambia con Obama, pues él mismo se convierte en un mito nacional; un negro siendo partícipe de la máxima realización del sueño americano.
Lo extraño es que tengamos el testimonio escrito directo de personas que eran excluidos sociales. Cuesta creer que existan esclavos negros y libertos que en aquella época tomaran la pluma para denunciar su situación.
Sí, pero es así. Existen miles de obras desconocidas por el público y que nos dan una visión distinta de la comunidad afroamericana, pero también una versión completamente nueva de la historia de EE.UU., una visión más completa y compleja. No hay ningún país latinoamericano con pasado esclavista que tenga una literatura de negros escrita por ellos en el siglo XIX. Hay narraciones de negros, pero no las escriben ellos, las escribe un blanco, que es el mediador. En esos países los negros no tuvieron acceso a la cultura.
¿A qué se debe esa peculiaridad de EE.UU.?
El motivo tiene que ver con la religión. En EE.UU. los negros tienen acceso a la cultura porque estamos hablando de una cultura protestante que prima, contrariamente a lo que hace la católica, la letra impresa y la escritura, el alfabetismo. Es una cultura en la que por necesidad religiosa, como se tiene que leer la Biblia, todos aprenden a leer. La protestante es una religión que cree en la predestinación, mientras que los católicos creen en una doctrina de buenas obras. O sea, para los protestantes Dios ya ha decido antes de que nazcamos quién irá al cielo y quien al infierno. Eso es muy terrible, muy trágico. Entonces, ¿cómo deshacerse de esa perversidad? Los puritanos piensan que la persona tiene como responsabilidad primordial dentro de su vida descubrir a Dios y saber si realmente es uno de los elegidos o no. ¿Cómo lo hará? Tratando de interpretar los signos que él ve en su vida como signos de Dios, de una providencia. Eso hace que la lectura de la Biblia se haga necesaria para ver si cualquier cosa que te pasa puede tener una explicación. ¿Cómo se va a reflexionar diariamente? Obviamente, escribiendo lo que te pasa, haciendo unos ejercicios de introspección siempre ligados a la presencia de Dios.
«POSIBLEMENTE NO EXISTA EN EL MUNDO NINGÚN PAÍS MÁS MULTIÉTNICO Y MULTICULTURAL QUE EE.UU. LO FUE DESDE EL PRINCIPIO, CON LA MEZCLA DE NATIVOS AMERICANOS Y EUROPEOS, Y LO HA SEGUIDO SIENDO CON LA LLEGADA DE INMIGRANTES DE TODAS LAS PROCEDENCIAS POSIBLES»
¿Las diferentes culturas de EE.UU. se han nutrido de la importancia de la escritura, y eso ha llevado a que haya una variedad tan grande de manifestaciones literarias?
Una variedad que no encontramos en otros países hispanoamericanos, donde ha habido una élite de raíz católica, que no ha dejado que esa democratización de la cultura llegue al pueblo.
¿De ahí todo el interés actual en la literatura de las minorías? Recuerda un poco al fenómeno de recuperación de la historia en minúsculas: la historia de la vida doméstica, la historia de los excluidos, de las mujeres.
Sí, en parte es un interés académico muy similar en literatura e historia. Es absolutamente necesario recuperar esta literatura de las minorías. Lo que yo siempre les digo a mis alumnos es: imaginad que toda vuestra vida os han dicho que Las meninas de Velazquez son la infanta Margarita y la enanita que tiene al lado. Y eso es lo que tú has visto, eso es lo que te han dado. Y de repente alguien te revela que Las meninas no es eso y te quita una sábana que está tapando el resto del cuadro y te revela que hay unos personajes al fondo del cuadro hablando, que hay otro personaje que está entrando por la puerta, y que la infanta está rodeada de otros y que además hay un pintor que está mirando al espectador y parece que está retratando lo que tú estas viendo. Algo de eso pasa ahora con la literatura norteamericana, que es más rica, amplia y vasta de lo que nos habían dicho.
¿De qué le puede servir a un lector acercarse a esta literatura de minorías?
Con esta literatura podemos quitarnos mitos, quitarnos prejuicios, enriquecernos. Lo que ya no puede funcionar a estas alturas de la historia es esa división tan políticamente correcta para ciertos segmentos académicos, y posiblemente comerciales también, entre literatura buena y literatura mala; entre alta literatura y baja literatura. Porque en este momento el propósito que hay es el de recoger, legitimar todas aquellas formas culturales que hasta ahora la gran academia no había tenido en cuenta. Así, una historia oral, la historia epistolar, la historia de diarios de mujeres, historia de la vida cotidiana, podrá no ser Moby Dick, podrá no ser El viejo y el mar, pero también forma parte de la literatura, también son expresiones de una identidad, de una época. Y, por tanto, se deben estudiar. Y eso lo único que puede hacer es enriquecer.
Una de las expresiones literarias menos divulgadas y a la vez más sugestivas de EE.UU. son los relatos de cautivos. Precisamente ahora la colección que usted dirige ha traducido uno de los más emblemáticos: La verdadera historia del cautiverio y restitución de la señora Mary Rowlandson.
Los relatos de cautiverio sufrido por blancos de la mano de los indios nativos del norte de América son una manifestación artística que ha acompañado a toda la historia de EE.UU. desde la llegada de los primeros colonos hasta la conquista definitiva del Oeste. El rapto de ciudadanos blancos por parte de las tribus indias era un fenómeno bastante habitual. Se ha calculado en decenas de miles, y algunos publicaban su historia con bastante éxito de público.
Eran narraciones que muchas veces servían a un fin ideológico.
Los relatos de cautivos hacían mucho más que sólo entretener. Eran un vehículo para varios propósitos culturales, religiosos y políticos. Al principio, para las primeras comunidades de colonos puritanos el secuestro por parte de los indios constituía una experiencia religiosa con unas profundas consecuencias espirituales y sociales. Era como un viaje al infierno, una prueba de Dios. Muy a menudo ese mensaje religioso tenía sentido no sólo para el secuestrado sino para toda la comunidad. Las autoridades clericales eran conscientes de ese valor instructivo de los relatos de cautiverio y, por ello, promovían su publicación y, a veces, incluso participaban en su redacción.
¿Era una forma de mantener al rebaño unido, amedrentándolo con el castigo divino para una vida que descuide las obligaciones religiosas?
Cuando Rowlandson escribe, dentro de las comunidades puritanas ha habido una degradación de los primeros ideales que fundamentaron la colonia unos años atrás. Todos los peligros que les acechan (peste, mal tiempo, guerras con los indios) los puritanos sólo los pueden leer de una manera, que es la manera puritana de leer la realidad: esto debe querer decir alguna cosa, Dios nos está hablando. Tenemos que averiguar cuál es ese mensaje. Y ahí también juega un papel importante la idea de la confesión pública. En EE.UU. funciona lo de la manzana podrida y no basta con apartarla, sino que tiene que hacer una confesión pública. Porque si uno está en peligro, pone en peligro a toda la comunidad, y eso no se puede tolerar. Los primeros relatos de cautivos cumplían este requisito.
Es interesante cómo el fin propagandístico de estos relatos cambia con el paso del tiempo. Conforme avanza la historia de EE.UU. y la prioridad pasa a ser la conquista de todo el territorio continental hacia el oeste, los relatos sobre los secuestros perpetrados por los indios se utilizan para justificar el exterminio de los nativos.
Era más fácil expresar su indignación por la crueldad de los indios en la captura de las mujeres blancas y los niños que defender una política de separación de los indios de sus tierras. Aunque de vez en cuando un relato ofrece una visión favorable de la cultura indígena, la mayoría estaban perfilados por editores ansiosos por explotar un mercado de masas basado en el sensacionalismo, en una alianza natural con los especuladores de tierras que querían aplicar una política de exterminio de indígenas en interés del negocio inmobiliario.
¿Y qué es lo que contaban en esos relatos?
Bueno, describen a los indios como seres crueles y bárbaros, autores de los crímenes más horribles que se pueda imaginar. Son relatos que contienen descripciones muy gráficas de las supuestas brutalidades cometidas por los indios. Predominan las narraciones de asesinatos y torturas, descritos con un nivel de detalle espeluznante. Los bebés son arrojados a calderas de agua hirviendo, fritos en sartenes, comidos por los perros o estampados contra árboles o rocas. Los hombres son desmembrados y las mujeres violadas.
Sin embargo, no parece que el comportamiento de los indios nativos americanos fuera tan horrible cuando tantos cautivos decidieron quedarse a vivir con ellos.
Sí, eso era algo muy habitual. Como he comentado, muchos relatos tenían un carácter de propaganda antiindia. Tenemos muchos testimonios de personas que se integraron en la tribu como un miembro más, aunque los casos que nos han llegado son menos de los que seguramente hubo, porque era gente que no tenía ningún interés en publicar nada. Los cautivos, y sobre todo las mujeres, encontraban en la sociedad india una cultura mucho más abierta y permisiva que la restrictiva cultura puritana en la que habían nacido. Las mujeres adquirían mayor libertad, poder y consideración en la tribu que en su congregación de origen.
O sea, que no nos podemos fiar de la imagen de los indios que nos dejan los relatos de cautiverio.
No. Los escritores de cautiverios eran parciales y etnocéntricos en su perspectiva. Por lo general, tenían un objetivo al contar su experiencia y rara vez ese objetivo favorecía a los indios. En consecuencia, lo que las descripciones de cautiverio dicen sobre los indios americanos a menudo revelan más acerca de los prejuicios y la hostilidad de los propios escritores y la cultura que representan que sobre las realidades de la cultura india.
¿Hablan, entonces, de una cultura (la norteamericana) neurótica y obsesionada con la frontera y con los peligros que puedan acechar más allá de ella?
Sí. Todo eso comienza en 1620. Forma parte de los orígenes de la nación. Nada más llegan los colonos, que llegan como perseguidos, lo primero que hacen es construir una empalizada. Todo lo que no está dentro del control puritano, todo lo que queda fuera se va a denominar como desierto bíblico. La palabra que ellos utilizan es la palabra que aparece en la Biblia, y en la Biblia se traduce como desierto, pero en inglés es wilderness, es decir, lo salvaje. Entonces, todo aquello que es salvaje es pernicioso, es contaminante y representa un peligro contra el que hay que luchar. Estas ideas impregnan la cultura estadounidense y llega hasta nuestros días con el ataque del 11 de septiembre de 2001 y las guerras de Irak y Afganistán.
O sea, que el relato del cautiverio de Mary Rowlandson de 1682 nos ayuda a entender el EE.UU. de hoy.
Así es. Al igual que las obras de autores afroamericanos del siglo XIX. De ahí la importancia de recuperarlas.
MUY PERSONAL
¿Cree que Obama estará a la altura de las expectativas generadas?
Sin ninguna duda. El hecho de que una persona de color, un negro, haya llegado a la Casa Blanca ha colmado ya las expectativas de buena parte de la población estadounidense. Lo que pueda o no pueda hacer en el futuro como presidente se juzgará más como reflejo de las circunstancias políticas que lo rodean que como un fracaso personal.
Recomiéndenos una obra de un autor afroamericano que crea que nos puede sorprender.
La única narración escrita por una mujer negra y ex esclava en los Estados Unidos, publicada unos meses antes del estallido de la guerra civil, Peripecias en la vida de una joven esclava de Harriet A. Jacobs (Ellago Ediciones).
¿Qué tal cautiva sería usted? ¿Sería de las que se casan con un indio y se quedan con la tribu?
Sería una cautiva ejemplar. Me gusta aprender cosas nuevas y distintas, y soy muy respetuosa con lo ajeno. Ahora bien, casarme con un indio y quedarme con la tribu, ya es otra cuestión. La verdad es que creo que no.
¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?
Ir al cine. Continúa fascinándome el encanto de la sala a oscuras.
Su marido es catedrático de literatura medieval. ¿Se pelean por las estanterías de casa para colocar los libros de uno y otro?
No, nunca. Hemos tenido la suerte de vivir en una casa lo suficientemente grande para que cada uno siempre haya podido tener su propia habitación.
¿Cuál cree que es la causa del bajo nivel de inglés de los españoles?
El escaso interés que despierta cualquier cultura extranjera. Sólo hay que ver la indiferencia y, en algunos casos, el desprecio auténtico que se siente por las propias lenguas peninsulares.
¿Cree que la sociedad estadounidense está en decadencia?
No más que cualquier otra sociedad contemporánea.
Dígame una ciudad para vivir y otra para visitar como turista y las razones de su elección.
Para vivir, Valencia. No me imagino viviendo en ningún otro sitio. Aquí tengo un lugar que me define, que da sentido a mi vida. Las utopías son aburridas porque todo es perfecto. Sólo la imperfección nos mueve a la mejora y al compromiso con el esfuerzo constante. Respecto a una ciudad para visitar, cualquier lugar. Quien sabe ver, descubre lo maravilloso en una piedra.