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Conseguir sensores tan finos y flexibles como el papel es una de las metas de la llamada electrónica flexible, hecha con transistores orgánicos (basados en el carbono). Hasta ahora, los mejores transistores orgánicos producidos en masa presentan sólo un funcionamiento mediocre. Sin embargo, un estudio de la Universidad de Stanford demuestra por primera vez que los cristales orgánicos simples pueden ser estampados sobre un área grande sin necesidad de realizar una selección manual laboriosa ni de fabricar los transistores de uno en uno. El autor principal del estudio es Alejandro Briseno, junto a Zhenan Bao. Los transistores orgánicos monocristalinos son muy rápidos. Los ingenieros dicen de ellos que tienen una “alta movilidad de sus portadores de carga”.
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