Autismo tecnológico

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Todo parece indicar que en esta época la humanidad ha perdido su capacidad de épica y, por tanto, su capacidad para la imaginación y la vocación que como ser humano le corresponde: el de ver a los otros. Hubo un tiempo en que las personas se entusiasmaban e iban a la búsqueda de nuevas fronteras, bien dentro de este planeta o fuera de él. Uno se resiste a pensar que el adormecimiento tecnológico actual esté programado por intereses sin confirmar.

La tecnología posibilita ampliar las capacidades humanas para hacer su hábitat mejor: cómo controlar el cambio climático, abordar realmente cuáles son los recursos de los que se dispone y, por imposición ética, tratar de erradicar las hambrunas, etcétera. Lo lamentable es que nunca se ha tenido tanta tecnología para producir esos cambios y, sin embargo, no se hacen. La tecnología se irá superando a sí misma, eso nadie lo pone en duda, pero esperemos que no solo produzca cachivaches, sino también mejores condiciones de vida, ya que hemos comprobado con la que tenemos que eso es posible.

Me voy a permitir una digresión, hablando de cachivaches. El Museo de las Ciencias de A Coruña tiene en estos momentos una exposición titulada precisamente así: Cachivaches. El siglo XX es el primero de toda la historia en el que se empiezan a crear cachivaches, cosas útiles que se acaben convirtiendo en cosas inútiles, de usar y tirar.

Hemos vuelto a la palabra sobrevivir, por no decir a usarnos y tirarnos, pero esto nos retrotrae a un estado animal del que se supone que salimos gracias a nuestra inteligencia y a nuestra cultura. Por ello, se necesita combatir el autismo que parece que está produciendo una tecnología con sus cantos de cisne y compromiso con nada, ¡con sus excepciones, claro! Burbujas existenciales y virtuales que sirven incluso para estar pegado a una pantalla en un bar lleno de gente: cada vez es más común ver como los reunidos en una mesa en realidad están conversando con alguien que no está allí. En la conciencia humana falta por asumir conceptos como el del título del libro de Marcus Chow Los días interminables de estar muerto. Por ello, hablemos de la vida y de las cuestiones sobre las que tendremos que dar respuesta.

“BURBUJAS EXISTENCIALES Y VIRTUALES QUE SIRVEN INCLUSO PARA ESTAR PEGADO A UNA PANTALLA EN UN BAR LLENO DE GENTE: CADA VEZ ES MÁS COMÚN VER COMO LOS REUNIDOS EN UNA MESA EN REALIDAD ESTÁN CONVERSANDO CON ALGUIEN QUE NO ESTÁ ALLÍ”

Recientemente, se produjo un encuentro en Barcelona para analizar el mundo digital. En él Robert Stein, director del Dallas Museum of Art, y Seb Chan,director de medios digitales y emergentes del Smithsonian Cooper-Hewitt-National Design Museum de Nueva York, centraron su intervención en esta pregunta: ¿Innovación es sinónimo de tecnología? En su opinión, innovación es sinónimo de cambio social y nuevas aspiraciones culturales, mientras que tecnología no siempre implica un cambio. Como ejemplo pusieron las instituciones en las que trabajan: lo primero que hicieron fue poner la información sobre la colección al alcance de todos, de todas las audiencias. Desde el principio vieron que las exposiciones tenían que entenderse como un campo de experimento con las nuevas tecnologías, y empezaron a probar nuevas experiencias.


Para ellos, “las innovaciones deben hacerse desde la misma plantilla, desde abajo”. Es difícil que haya un verdadero cambio e innovación en el museo si es un encargo que solamente se hace desde dirección.

Las recetas para el futuro son muchas. Michio Kaku en su libro Visiones recoge las percepciones de Lester Thurow, profesor del MIT en Administración. “La ciencia y la tecnología están conmoviendo los cimientos del capitalismo del siglo XXI. La tecnología está haciendo de las habilidades y el conocimiento la únicas fuentes de ventaja sostenible… La ideología avanza hacia una forma radical de maximización de consumo individual a corto plazo. Precisamente, en un momento en que el éxito económico dependerá de la disposición y la capacidad para hacer inversiones sociales a largo plazo, en habilidades, educación, conocimiento e infraestructuras. Cuando la tecnología y la ideología comienzan a separarse, la única cuestión es cuándo tendrá lugar el grande (el terremoto que hará temblar el sistema)”.

“Los verdaderos vencedores del siglo XXI serán los países que inviertan estratégicamente en ciencia y tecnología”, sentencia Kaku. Lo que piensa España sobre esta afirmación es un misterio, pero no parece que vayamos por este camino. Tal vez estemos pecando de excesivo autismo o, como vulgarmente se dice, de mirar para otro lado.

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