Ángeles González-Sinde

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«El deseo de que te cuenten historias es algo de lo que el ser humano no puede prescindir»

Heredó de su padre el arte de escribir, siguió sus pasos ocupando la presidencia de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, y su afán por aprender cada día más sobre este oficio la ha llevado a dirigir. Ha trabajado codo con codo con grandes directores como Ricardo Franco, Manuel Gutiérrez Aragón, Gerardo Herrero, Luis Puenzo, Gerardo Vera y Héctor Olivera, entre otros. Se ha atrevido a adaptar con éxito las novelas de Almudena Grandes Los aires difíciles y Una palabra tuya, de Elvira Lindo. En su despacho de la Academia ya tiene dos premios Goya que confirman el reconocimiento de sus compañeros a su trabajo, uno al mejor guión original por la película La buena estrella (1997), de Ricardo Franco, y otro a la mejor dirección novel por La suerte dormida (2003). Ángeles González-Sinde (Madrid, 1965) es una mujer cercana, luchadora y conciliadora que pretende impulsar el cine español, potenciar la actividad de la Academia y seguir contándonos historias que nos hagan pensar.

Ha recogido el testigo de su padre, que fue el primer presidente de la Academia. ¿Qué aprendió de él y por qué decidió seguir sus pasos?

Lo que aprendí de él, aunque no fuera muy consciente de ello, es esa confianza de que las asociaciones sirven y ese sentido cívico de que trabajar por el colectivo merece la pena, se obtienen resultados y es casi una obligación. Aunque mi padre murió en 1992, y yo ni siquiera había comenzado mi trabajo como guionista, él no me pudo enseñar nada directamente, pero esa forma de entender la relación con el colectivo viene de él.

¿Por que precisamente quiso ser guionista cuando estudió Filología clásica?

Mi padre se dedicaba al cine, mi tío es montador… Yo siempre he crecido en este ambiente, pero paradójicamente nunca se me había ocurrido dedicarme al cine, quizá porqué al tenerlo tan cerca lo veía con realismo y me parecía un oficio muy difícil. Pero después de estudiar otra carrera y de trabajar en otros sectores, no encontraba mi lugar y en ese sentido fue casual que acabara haciendo un curso de guión. A parir de ahí, sí que encontré un oficio que me gustara, en el que me he mantenido y al que me he aferrado.

Se está perdiendo la magía de ir al cine. ¿Es ése el problema actual de este arte?

Ha cambiado mucho el modo de vida, se han modificado las costumbres, los horarios, ya no tenemos tanto tiempo disponible. En España tenemos las jornadas más largas de Europa, lo cual no deja muchas oportunidades para que podamos hacer otras cosas, ya sea ir al cine o dedicarte a otra afición. Por este motivo se concentra todo en el fin de semana. Además, ya no vivimos en un barrio donde hay un cine, las salas están ahora en los centros comerciales, lo que exige desplazarse, es decir, una serie de ajustes que hace que sea más fácil ver cine en casa. Los hábitos están cambiando, y ahora vemos más películas en los grandes televisores, o en el móvil o en el ordenador. Creo que estamos frente a una reconversión industrial y que a esta industria le está costando reaccionar, porque el mundo digital nos tiene muy descolocados, va más rápido que lo que un negocio es capaz de ponerse al día y los únicos que están realmente sacándole partido son las operadoras de ADSL y de telefonía; los demás vamos por detrás.

¿Por qué es necesario el cine? ¿Qué representa para una sociedad?

El cine es fundamental. Ten en cuenta que sólo las sociedades más desarrolladas tienen cinematografía, pero de alguna manera la ficción o el drama nos acompaña desde el origen de los tiempos. Una de las primeras actividades que tenía cualquier civilización era el teatro, que consistía en exponer sus problemas sobre un escenario para reflexionar sobre ellos y encontrar soluciones. Es inherente al ser humano buscar en la ficción un complemento a la inteligencia, por eso no puede vivir sin ficción y siempre va a encontrar la manera de tenerla. Además, las artes de la representación, el cine y el teatro, cumplen una función socialmente distinta a la novela —que es una experiencia más individual— y es su necesidad curativa o terapéutica. Es decir, el deseo de ver cine, o de que te cuenten historias, es algo de lo que el ser humano no puede prescindir. También para un país es un vehículo de promoción y publicidad enorme. Por ejemplo, pienso que Pedro Almodóvar o Carlos Saura han hecho más por la promoción de este país que lo que podía haber hecho cualquier campaña turística. Aunque aquí no se puede hacer una campaña como la que hace el cine americano, vendiendo, lanzando sus productos, su gastronomía, su moda, sus zapatillas de deporte, sus costumbres, su ideología… Eso Estados Unidos lo tiene muy bien aprendido desde principios del siglo XX; de hecho protege y alienta la expansión de su cine, porque es una locomotora que tira de muchísimas más industrias. Por tanto al margen de las funciones artísticas y de cohesión social que pueda tener el cine como arte, también como industria es de una utilidad enorme.

En el presupuesto anual del Ministerio de Cultura el cine es la partida más pequeña. ¿Cree que este arte se subestima frente a otros?

Sí, creo que este arte, por una parte, se subestima y, por otra parte, tiene una presencia mucho más grande que cualquier otro en la vida del ciudadano. Hoy en día es el arte por excelencia del siglo XX y del siglo XXI. Todo el mundo en algún momento ve una película, ya sea en su casa o en el cine, mientras que no todo el mundo va a una exposición de arte, o a una galería o a un museo. Por tanto, al ser el arte popular de nuestros días está más presente en la opinión pública y ése es el precio que paga. Lo que es cierto es que como industria recibe menos ayudas que cualquier otro sector, por ejemplo, que la industria del tabaco que causa cáncer, o que la del automóvil… Y, en cambio, recibe muchas más críticas en relación con lo insignificante que es la inversión del Estado.

«PARTE DE LA BELLEZA DE ESCRIBIR PARA CINE ES QUE ES UNA ESCRITURA QUE VA A SER TRANSFORMADA POR LA VOZ DE LOS ACTORES, POR EL CUERPO DE LOS ACTORES, POR EL ENCUADRE, POR EL MONTAJE, POR LOS CORTES, POR LA LUZ, POR EL DECORADO… ES UNA ESCRITURA VIVA»

Los ciudadanos deben pensar que estamos hablando de subvenciones de cientos de miles de millones, cuando el monto total de lo que el Estado concede anualmente no llega a los 100 millones de euros, que además incluye a la Filmoteca Nacional. La Filmoteca es el museo, el archivo, donde está custodiado todo el patrimonio audiovisual, donde van los historiadores, los etnógrafos y los antropólogos a estudiar cómo era nuestro pasado; es el testimonio gráfico, y custodiarlo es costoso porque el material, el celuloide, es perecedero. Las filmotecas son fundamentales para conservar este álbum fotográfico de nuestro pasado y, en cambio, no se les presta mucha atención, están infradotadas.

El cine se nutre y se complementa de otras manifestaciones artísticas como la literatura, la fotografía…

El componente fotográfico del cine es primordial, depende más del elemento fotográfico que del literario. La buena literatura funciona con reglas y herramientas muy alejadas de las del cine, y eso es lo bonito, que como narrador requieren habilidades distintas. El cine se basa en acciones, en gestos, en conductas fotografiables, mientras que la literatura se apoya más en la palabra, en el pensamiento y en las ideas.

¿Por qué el espectador es tan defensor del cine americano y, en cambio, suele denostar el cine español?

El espectador es partidario del cine que está disponible, y en muchas ciudades de España el cine que está disponible es el de los grandes estudios norteamericanos; no estamos hablando de películas euro-peas que hace años se veían con más normalidad en España. Y ahí está el problema: han cambiado las reglas del juego, las estrategias de Hollywood son cada vez más agresivas y van a serlo mucho más con la crisis, según nos advertía Spielberg en la ceremonia de entrega de los Globos de Oro, y si Spilberg ve el futuro incierto para él mismo, imagínate para los cineastas europeos. Lo que falta es variedad en la cartelera. Y opino que el público este año irá a ver la película de Pedro Almodóvar, la de Alejandro Amenábar, la de Fernando Trueba, la de Fernando León…, todas las películas españolas que cuenten con suficiente promoción y distribución, porque le interesan por igual, otra cosa es que viva en Soria, en Zamora, en Palencia, en Ávila o en Zaragoza y no lleguen determinadas películas. Es como si en tu tienda sólo vendieran cierto tipo de productos, pues no tienes muchas alternativas, te compras lo que hay.

¿El hecho de que su padre fuera guionista le abrió puertas?

Por supuesto que los oficios transmitidos en generaciones te abren puertas, y mucho más en el caso de mi padre, que era una persona muy valorada en la profesión y que dejó grandísimos amigos. Todavía ahora muchísima gente con la que me cruzo en la Academia me hablan con cariño de él, y ésa es la herencia más valiosa que me legó. Lo que ocurre es que el cine es una industria donde se arriesga muchísimo dinero, es una industria muy cara y de mucho riesgo económico, y por mucho que ten-gas una tarjeta de presentación, si tu trabajo no vale, no vas a poder hacer carrera. Pero sí es fundamental ese primer contacto, y por eso las escuelas de cine son importantes, no sólo por lo que te enseñan y por los profesores, sino por los compañeros que conoces, que van a ser tus futuros compañeros de profesión. Es una industria en la que es muy difícil entrar, por lo tanto hacer estos contactos generacionales, estos apoyos y alianzas es importante.

Su aventura como guionista comienza de la mano de Ricardo Franco; con él escribió La buena estrella y Lágrimas negras. ¿Qué aprendió de este cineasta y qué tipo de persona era?

Aprendí muchísimas cosas de Ricardo, aprendí no sólo a escribir guiones, sino aprendí que dirigir una película es una labor, entre otras cosas, también de relaciones humanas: que tienes que motivar a un equipo, coordinarlo, asegurarte de que cada técnico encuentra su espacio, de que cada técnico tiene ganas de dar lo mejor de sí mismo, de aportar su creatividad, pero todos encauzados a contar la historia desde tu punto de vista. Aprendí a ser solidaria y a tener afecto por personas que son muy distintas a mí. Ricardo era una persona con una humanidad y una cultura inmensa, y fue una suerte que al morir mi padre lo encontrara como guía.

También ha trabajado con grandes directores como Manuel Gutiérrez Aragón, Gerardo Herrero, Luis Puenzo… ¿Cómo guionista es difícil adaptarse a la forma que tiene un director de interpretar su obra o es conciliadora?

Para ser guionista tienes que serlo, y yo soy, bastante conciliadora. Tú eres un sastre y haces trajes a la medida y cada cliente es distinto, unos son altos y flacos y otros son bajos y gorditos, pero todos tienen que estar impecables con el traje. Unos te traen una tela que te gusta y otros te traen una tela que tú piensas que se va a romper fácilmente, pero tienes que encontrar la manera de satisfacer al mismo tiempo a ellos y a ti. Tienes que ser adaptable y moldeable, y a la vez defender tu cuota de independencia y de creatividad, porque si no crees en el proyecto, si no puedes defender las ideas que postula esa película, al menos yo, difícilmente vas a poder escribir el guión. Se trata de encontrar con los directores el terreno común y complementarse, por eso muchos directores buscan a un guionista porque quieren mejorar. Me parece un trabajo hermoso ser un sastre a la medida. Y parte de la belleza de escribir para cine —que es completamente diferente cuando eres novelista, y por eso muchos novelistas no se adaptan— es que es una escritura que va a ser transformada, va a ser modificada por la voz de los actores, por el cuerpo de los actores, por el encuadre, por el montaje, por los cortes, por la luz, por el decorado… Es una escritura viva.

«EL CINE O LA FICCIÓN ES UNA BUENA MANERA DE INVESTIGAR Y DE EXPLORAR LOS NUEVOS DESAFÍOS DE LA VIDA PRIVADA Y DE LA VIDA PÚBLICA»

¿Cree que un mal director puede destrozar un buen guión y, en cambio, un mal guión lo puede salvar un buen director?

Un buen guión soporta todo. Un mal guión es un punto de partida difícil de superar, porque es el manual de instrucciones de la película y en un rodaje hay poco tiempo para la improvisación. Una vez que tienes los decorados, los personajes, el vestuario que describe el guión, estás obligado a eso. Hay casos en que el director ha trascendido el mal guión, pero son muy excepcionales. Por eso deberíamos valorar y pagar mejor a los guionistas. Es un trabajo que requiere un talento muy especial y plena dedicación.

¿Da más satisfacciones ser guionista y directora de su propio trabajo, o prefiere adaptar novelas o hacer guiones por encargo?

Lo disfruto todo. Las adaptaciones suelen dar mucho más trabajo que una historia original, y yo intento evitarlas, aunque he hecho varias. Mi última película, Una palabra tuya, es una adaptación de la novela de Elvira Lindo, con la que disfruté muchísimo. Pero siempre es un desafío, porque, como comentaba antes, las novelas no tienen por qué obedecer a las reglas dramáticas y te sueles encontrar con enormes dificultades para encajarlas en hora y media de cine. También disfruto trabajando con directores, porque el estar un año día a día con personas que tienen una experiencia vital y una gran cultura, para mí supone un enriquecimiento personal. El trabajo de guionista es muy solitario: básicamente tienes contacto con el director y con el productor. Y, en cambio, cuando tú diriges, la labor es muy distinta, estás en todas las fases de la narración hasta que se termina el proceso en el laboratorio controlando la última copia, cómo está de luz, de color… Además, estás en contacto con los diferentes lenguajes que sumados hacen el cine, y eso es lo que me llevó a dirigir, el desear explorar y conocer bien esos otros lenguajes —el sonido, el montaje, la fotografía—, que cuando eres guionista te pillan muy lejos y tienes que hacer un ejercicio enorme de abstracción para manejarlos. Dirigir es apasionante porque trabajas con un equipo de profesionales que han llegado ahí por vocación, por pasión y que sacrifican mucho por trabajar en cine. Y es tal la energía y el entusiasmo que se respira en un rodaje que te llena de vitalidad, por eso el cine es tan adictivo.

Ya ha adaptado a las escritoras Almudena Grandes y a Elvira Lindo. ¿Cómo se consigue una buena adaptación de una novela?

Respetando mucho la novela, pensándote bien si quieres adaptar esa novela o quieres usar algunos elementos y el resto destrozarlo o cambiarlo; aunque este tipo de adaptaciones a mí no me interesan, porque yo respeto bastante la labor y el trabajo de los novelistas. Adapto novelas intentando reproducir en el espectador la misma experiencia que tuvo el lector, pero con mecanismos distintos porque el cine funciona de forma diferente. Ahí estriba la dificultad, en intentar ser fiel, pero sabiendo que simultáneamente vas a tener que alejarte de ese material, ése es el desafío de las adaptaciones. Me gusta mucho la manera de contar de Elvira Lindo, ese tono que ella logra en el que combina asuntos serios con momentos de humor, y que además encuentro que es lo más característico que los españoles hemos aportado al cine, ese mundo de Azcona y de Buñuel. Creo que logré plasmar esta mezcla en Una palabra tuya, aunque es arriesgado porque el público piensa que va a ver una comedia y después cambia al drama, y esto lo puede desconcertar.

Participó con el fragmento Como los demás de la película Madrid 11 M: Todos íbamos en ese tren. He leído en una entrevista que no estuvo en España cuando sucedió este terrible atentado, ¿por qué tuvo la necesidad de participar en este proyecto?

Estaba embarazada y estaba en Argentina el 11 de marzo, y como a cualquiera me conmocionó muchísimo la noticia, aparte de que soy usuaria de Cercanías y paso asiduamente por Atocha. Me enteré de que se gestaba este proyecto, que consistía en recoger en documentales breves y variados esa experiencia, testimonios desde muy distintas ópticas de lo que había ocurrido, pero tenía que ser cuanto antes, en ese mismo mes o el siguiente. Nunca había hecho un documental, y aunque todo lo que es gestión y organización me supera, con la ayuda de algunos amigos lo organicé. Estaba embarazada, y cuando estás en ese estado encuentras la fuerza para hacer cosas que otras veces te pensarías, creo que la revolución hormonal te lleva a emprender todo tipo de proyectos. Y dio la casualidad, que no sé si ha ocurrido muchas veces en la historia del cine, de que la directora de fotografía también estaba embarazada, así que debíamos ser un equipo particular, dos mujeres con barriga documentando una tragedia que había acabado con numerosas vidas. Era la necesidad de encontrar algún sentido o dejar testimonio de esas vidas que se perdieron. A mí me encantó hacer este trabajo y todo fue absolutamente gratis. A veces uno necesita hacer cosas que te repongan la confianza en que los seres humanos pueden crear de la nada y no destruir.

Formó parte del reciente primer encuentro internacional de mujeres del Audiovisual. ¿Le parece necesario que exista la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA)?

Sí, me parece muy necesario. CIMA hace una labor muy importante, y en otros países como Inglaterra y Estados Unidos desde hace muchos años existen asociaciones de mujeres cineastas. Es primordial, como en otros sectores, que las mujeres superemos ese techo de cristal que a veces nos imponemos nosotras mismas, esa autocrítica o esa autocensura, y nos animemos a contar nuestras historias, a dirigir y a llegar a puestos importantes donde se toman las decisiones. Pienso que el siglo XXI es el siglo de las mujeres y que tenemos que estar ahí, y de hecho cada vez hay más películas que cuentan historias nuestras. En los años 60 quizás había menos relatos en los que pudieras contar con mujeres, porque éstas hacían menos tipos de trabajo, pero hoy en día puedes hacer una película de policías, de detectives, de jueces, de cualquier tipo, donde las protagonistas sean mujeres, porque están en todos los ámbitos de la sociedad. Y como están en entornos que son nuevos, esto se convierte en un material muy útil para una película, un personaje que tiene que abrir un camino que antes no existía. La programación de la Academia durante el mes de marzo girará en torno a las mujeres cineastas, a las pioneras, a las de hoy, a las técnicas. Porque es interesante animar a las mujeres más jóvenes que, entre las posibles perspectivas profesionales de futuro, también existe el cine y la narración.

Le interesa indagar en las relaciones humanas, en las vidas cotidianas que esconden grandes historias, la vinculación de lo personal con el entorno con la sociedad. ¿Qué es lo que quiere o pretende plantear al espectador?

Supongo que para mí todas las películas o todas las formas de arte acaban planteando una pregunta que intentan contestar: cómo se puede vivir mejor en un mundo impredecible, en un mundo cambiante, donde nada es permanente, donde cualquier cosa puede ser sustituida por otra, donde tienes que readaptarte constantemente. Por eso creo que la necesidad de ficción es más importante ahora que nunca, porque cuando quieres aprender el manual de instrucciones de un aparato ya ha salido uno nuevo, y esto pasa con todo, hasta con las parejas, con los hijos, con las familias… Todo es cambiante. Y me parece que el cine o la ficción es una buena manera de investigar y de explorar todos estos nuevos desafíos de la vida privada y de la vida pública. Y eso es lo que me gusta, y con esto no quiero decir que las películas tengan que ser todas serias, dramáticas o sociales, para nada. Hay comedias que te enseñan muchísimo y películas de ciencia ficción con las que descubres una nueva manera de relacionarte que no te habías planteado, o alguna explicación sobre algo que te estaba preocupando. Lo que me interesa del cine no es que me dé respuestas, sino que me haga preguntas que me lleven a algún lado.

¿Cuáles son los ingredientes necesarios para tener una buena historia?

En principio toda historia necesita un conflicto, es decir, un personaje que quiere o necesita algo y hay una serie de obstáculos que se interponen en su camino. Pero, además, las historias necesitan un punto de originalidad, es decir, contar algo que antes no se haya contado desde ese punto de vista. A mí personalmente me tiran mucho las historias con un personaje potente, es decir, un personaje cuyo peor obstáculo que tiene para alcanzar lo que desea es él mismo, sus defectos, su mundo interior, y que se transforma de algún modo a lo largo de la película.

Cómo ve el futuro del cine español, ¿cree que la ley de cine ayudará?

Espero que sí. Digamos que nos enfrentamos a una muy seria reconversión industrial. La revolución digital ha supuesto unos cambios para los que nadie estaba preparado. Las descargas de Internet son un cáncer para la industria. Es como si la gente se pudiera llevar gratis los productos de las tiendas sin pagar por ellos. Cualquier sector quebraría. Pero los usuarios no son los culpables. Se trata de racionalizar ese consumo, de hacer una inversión fuerte en tecnología y ponerse de acuerdo con los legisladores y las operadoras de ADSL para encontrar una solución que beneficie a todos. De momento sólo las operadoras y los fabricantes de ordenadores son quienes se llevan el beneficio económico, mientras quien proporciona los contenidos, la industria de la música y el cine, se ve severamente perjudicada.

En estos tres años de trabajo en la Academia de cine, ¿qué ha pesado más, las alegrías o las penas? ¿Qué se ha conseguido?

Han pesado mucho más las alegrías. Realmente el único sinsabor es no poder hacer todavía más cosas de las que hacemos. En ese sentido somos muy ambiciosos, pero necesitamos la complicidad de patrocinadores privados y eso no es fácil de lograr. Se ha conseguido que nuestra sede en Madrid sea un centro cultural dedicado al cine español donde todos los días acude mucho público a ver películas españolas de todos los tiempos. Además, queremos inaugurar este año la biblioteca y mediateca y nos gustaría poder extender estas actividades (exposiciones, coloquios…) a otras ciudades de España. Y me gustaría recuperar las publicaciones de historia del cine e investigación que hacía antes la Academia.

¿Qué ha querido aportar usted en estos años a la ceremonia de los goyas y a estos premios?

Los premios Goya los organiza un equipo de producción que trabaja con muchos meses de antelación y de manera bastante independiente a la presidencia. Yo no intervengo apenas en los premios porque confío plenamente en el criterio de los expertos. Creo que las últimas galas de Goya han ganado en dinamismo y humor, y eso se refleja en que son un mejor espectáculo de entretenimiento y han tenido mucha audiencia, que es lo que nos interesa para dar a conocer las películas españolas del año al mayor número de espectadores posible

MUY PERSONAL

¿Qué es lo último que le hizo llorar?

Cualquier noticia en la que los niños sean víctimas, como las imágenes de la guerra en Gaza.

¿La última película que le ha emocionado y le ha hecho reflexionar?

Dos películas italianas que son complementarias: Gomorra, sobre la mafia en Nápoles, e Il Divo, sobre el primer ministro Giulio Andreotti. Hablan de la corrupción y de cómo se extiende como un virus corrompiendo moralmente hasta a los más pequeños e inocentes. Son grandiosas y terribles.

¿Qué le pide a la vida?

Poder seguir viviendo de mi oficio.

¿Cómo consigue compaginar ser madre, esposa, presidenta de la Academia, directora y guionista?

Mal. No lo compagino. Nunca estás donde debes y te quedas con la sensación de hacerlo todo a medias. Ni eres tan buena madre como fueron nuestras madres, ni tan buen profesional como nuestros padres. No sabes nunca por qué camino tirar y vas improvisando un rol para el que me faltan modelos.

¿Que películas cree que deben ser obligatorias?

No creo en la obligatoriedad para la cultura. Creo, eso sí, que hay que quitarse los prejuicios y ver de todo. Si no, te estás perdiendo muchas cosas buenas.

¿Qué libro no olvida porque ha formado parte de su vida?

El libro que más me ha marcado es En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. A los veintitantos descubrí que el arte y la narrativa y la lectura servían para muchas más cosas que para entretenerse o evadirse. Se convirtió en una Biblia para mí. Casi un I Ching que consultaba para todo.

¿Es importante el silencio?

Para mí es fundamental. Hay pocas cosas que me gusten tanto. Detesto la música ambiental en restaurantes, cafeterías, tiendas… Precisamente porque amo la música y soy aficionada, creo que hay que respetarla.

¿Qué valora en una persona?

Algo que parece que cotiza a la baja, la bondad. Todo está en contra cuando hay que ser competitivo y aplastar al de al lado. Así que cuando te cruzas a alguien a quien mueve la bondad es emocionante.

¿Cómo se definiría?

Una mujer contemporánea, que se debate por encontrar una manera de vivir, pero no encuentra la fórmula, así que tiene que ir inventando sobre la marcha.

¿En que está trabajando ahora que le apasione?

En una nueva novela infantil. Será mi tercera.

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