Altamente sensibles
La tendencia actual a medicalizar y patologizar algunas situaciones, rasgos o experiencias humanas puede tener consecuencias desastrosas para muchas personas. A pesar de que la esperanza de vida se ha elevado notablemente en las últimas décadas, se diría que caminamos inexorablemente hacia una sociedad de enfermos. Lo que antes era normal ha pasado a ser una enfermedad. Así, por ejemplo, se habla de síndrome de las piernas inquietas, síndrome de Sisí, síndrome de la depresión del paraíso, síndrome del colon irritable, síndrome del déficit de atención en los niños, síndrome de Zappelphilipp (niños hiperactivos), etc. Todos ellos cuentan con sus correspondientes cuadros clínicos. Por ejemplo, si usted es varón, tiene más de 50 años y sufre de vez en cuando de “disfunción eréctil”, no se preocupe: es lo normal a su edad.
En las últimas décadas se viene hablando de las Personas Altamente Sensibles (PAS), según la categorización de la psicóloga americana Elaine Aron. Para la esta doctora no se trata de ninguna enfermedad o de ningún trastorno, sino de un rasgo de la personalidad. Una persona altamente sensible tiene un sistema neurosensorial más desarrollado, por lo que reciben una mayor cantidad de estímulos en la misma fracción de tiempo que las demás personas, y eso produce una serie de peculiaridades en su forma de relacionarse con el mundo en general. Así por ejemplo, tienden a sentirse molestos por cosas como luces brillantes, olores fuertes, tejidos ásperos, o sirenas cerca. Según la doctora Aron, cerca de un 20% de la población posee este rasgo, que afecta indistintamente a hombres y mujeres.
Estas personas son más dadas a reflexionar o analizar lo que sucede tanto fuera como dentro de ellas. A veces, esta profunda reflexión e indagación puede no ser consciente, lo que las convierte en personas especialmente intuitivas. Al captar y procesar con más profundidad todas las sutilezas del ambiente, tienen una mayor propensión a sentirse abrumados por un alto nivel de estimulación, de manera que se estresan con facilidad y necesitan con frecuencia periodos de soledad para reponerse. Son también más propensos a sentir fatiga y ansiedad por este exceso de información.
La alta sensibilidad no es un defecto, aunque pueda comportar serias desventajas, sobre todo si no se es consciente de esta situación. En efecto, las personas altamente sensibles tienen tendencia al retraimiento, aunque no todos las PAS son tímidos o retraídos. Es más, un 30% son extrovertidos. En cuanto a la salud de las PAS, cabe señalar la importancia de poner atención especial en el cuidado del sistema nervioso, el sistema digestivo y la piel. Disfunciones como alergias, depresiones, problemas digestivos, eccemas, fibromialgias… son expresiones claras de sobrecarga del organismo.
Ahora bien, la Alta Sensibilidad también puede ser una ventaja o un don, pues se trata de personas empáticas, reflexivas, detallistas o creativas. Es probable que muchos grandes artistas tengan estas cualidades. En definitiva, ser PAS no es mejor ni peor: simplemente se trata de conocer nuestros límites y capacidades para mejorar nuestra vida y nuestras relaciones con el entorno, sin medicalizar lo que no deja de ser simplemente un rasgo de la personalidad.