Alquimia de las emociones

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Como recuerda el sociólogo Jon Elster , las emociones son la materia de la vida. Una emoción es un estado afectivo, una reacción al ambiente acompañada de cambios fisiológicos influidos por nuestra propia experiencia. La ira, la vergüenza, el temor, el odio o el amor son emociones muy poderosas. No elegimos tenerlas; antes bien, estamos a merced de ellas. La naturaleza, las causas y las consecuencias de las emociones están entre los aspectos menos entendidos de la conducta humana. Durante mucho tiempo las emociones han sido consideradas poco importantes por los filósofos y científicos sociales, que siempre han dado más relevancia a la parte racional del ser humano. Pero las emociones indican también motivaciones, deseos, necesidades e incluso objetivos personales.

La tradición clásica de pensamiento, desde Platón y Aristóteles, que en buena medida aún se mantiene, considera las emociones como impredecibles e incompatibles con los juicios sensatos e inteligentes. Aún solemos hablar en tono despectivo de tomar decisiones basadas en las emociones o en los sentimientos. Incluso consideramos las reacciones emocionales como algo primitivo, por no decir “indecoroso”. Las emociones han sido explicadas en función de los beneficios que proporcionan a la supervivencia biológica o de las ventajas para la cohesión social, pero no han sido estudiadas por su valor en sí mismo. A menudo se suelen ver como fuente de irracionalidad y como obstáculos para una vida ordenada, olvidando que una vida sin emociones puede ser absurda y sin sentido.

Ahora bien, las relaciones entre la razón y las emoción son más complejas de lo que se pensaba. ¿Tienen las emociones un componente racional? ¿Tiene la razón un componente emocional? ¿Qué es una corazonada? ¿Es posible tener una emoción sin sentimiento?

A corto plazo, las emociones nos dominan; sin embargo, a más largo plazo, es posible, al menos parcialmente, someterlas a nuestro control, como proponían los estoicos. Por ejemplo, una cierta capacidad estoica para soport ar la adversidad puede ser muy recomendable. Sin embargo, no podemos elegir las emociones a la carta. Tener la capacidad de amar sin ser vulnerable al dolor es como querer la Luna. La esperanza, sin el temor a la decepción no sería sino una forma de impaciencia.

Las emociones son importantes porque nos conmueven. Es cierto que también interfieren con nuestros procesos de pen amiento, haciéndonos menos racionales. Muchas veces nos inducen a expect ativas poco realistas en cuanto a lo que podemos hacer o lograr . Naturalmente, esto no es en sí mismo positivo. Hay personas que son capaces de separar las emociones de los razonamientos, pero es posible que se trate de gente que no tiene emociones muy fuertes.

Todas estas cuestiones pertenecen a la alquimia de las emociones. Aun reconociendo la importancia de la neurofisiología y de la experimentación para el estudio de las emociones, quien quiera acercarse a éstas puede aprender más de los grandes pensadores y escritores del pasado, desde Aristóteles o Montaigne hast a Jane Austen o Stendhal, que de los científicos actuales.

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