La realidad como impostura

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Hay palabras que se empiezan escribiendo con mayúsculas, luego se escriben entre comillas y se termina por no poder utilizarlas sin rubor. Dos ejemplos: Verdad y Realidad. Prescindiendo del calado filosófico de ambos términos, en un sentido más mundano, quien más quien menos sabe a qué se refiere cuando se habla de verdad o de realidad. Las cosas no están tan claras, sin embargo, en cierta narrativa y en el periodismo de hoy.

La confusión entre ficción y realidad llega al extremo de aparecer, por ejemplo, en las páginas de una biografía una conversación telefónica entre el presidente del Gobierno y un juez, con toda la chatarrería tipográfica habitual de estos recursos literarios: “–Pero, ¡Baltasar, por favor!, ¿cómo voy a desconfiar de ti?”. O bien el narrador omnisciente estaba pinchando los teléfonos, o bien, como nos suponemos, se trataba de una impostura, una invención. Pero hete aquí que la crítica de este falaz, pobre y corrupto recurso periodístico viene nada más y nada menos que del magistrado encargado del expediente abierto al antedicho juez por una supuesta revelación de secretos contenidos en la biografía de marras escrita por la periodista Pilar Urbano. Entendía el letrado que la utilización de la primera persona y los entrecomillados propios de manifestaciones literales eran un “artificio literario”. Es decir, que no estaríamos ante una biografía, sino ante una narración novelada en la que “todo parecido con la realidad es pura coincidencia”.

Esta anécdota la cuenta el periodista Arcadi Espada en su libro “Diarios”, galardonado con el Premio Espasa de Ensayo, donde repasa la actualidad del año 2001 en la forma de diario personal, con entradas y anotaciones. El autor se sirve de los diarios —otra forma de ficción— para hacer una reflexión sobre la forma en que los periódicos fabrican la realidad. Cuando no se distingue entre la realidad y la ficción, el periodismo corre el riesgo de convertirse en la principal forma de ficción contemporánea.

La lectura de los periódicos y la anotación de lo que el autor se encuentra son los materiales con los que construye esta reflexión. El terrorismo de ETA, el caso de los pederastas del Raval, las vacas que enloquecen, el atentado de las Torres Gemelas, son algunos de los temas que Espada analiza a la luz de la construcción de ficciones a partir de elementos reales.

La diferencia entre ficción y realidad no puede ser difusa. Los periódicos no son pasarelas de diversión, sino un reflejo del mundo. Deben contar acontecimientos que hayan ocurrido, y para ello deben utilizar técnicas narrativas propias del género periodístico. Es un camino peligroso el de abusar de la confianza de los lectores, pues llegará un día en que no sólo no se distinga entre realidad y ficción, sino que ni siquiera les interese a los lectores. Y no nos engañemos: cuando la realidad se fabula y se inventa, no se convierte en una ficción, sino en una impostura, una falsedad.

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