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Mantener frescos los alimentos en la nevera, o encender el aire acondicionado en la oficina, puede tener un coste importante para el medio ambiente. Los gases que hasta ahora se utilizaban para generar frío (básicamente los llamados HCFC, como el R22) contienen proporciones importantes de cloro, elemento responsable de la destrucción del ozono. Ahora, la ley prohíbe fabricar nuevas instalaciones de refrigeración con estos gases y se han diseñado otros más respetuosos con el medio ambiente, los llamados refrigerantes ecológicos. Pero las empresas instaladoras aún recelan sobre si los nuevos compuestos se comportan tan bien como los antiguos. Una duda que investigadores del Área de Máquinas y Motores Térmicos de la universidad Jaume I de Castellón han resuelto en un estudio que demuestra que estos gases tienen un comportamiento parecido al de aquellos a los que substituyen. Los investigadores han sometido a los nuevos productos de la familia de los HFC, exactamente el R407C i el R134A, a un ciclo de compresión para estudiar parámetros como la producción de frío y el consumo energético, y han comparado esta información con los resultados obtenidos en el análisis de gases de la familia HCFC utilizados hasta ahora. La preocupación por las fugas no es una cuestión baladí. Aunque los refrigerantes ecológicos no degradan la capa de ozono, sí que contribuyen a la extensión del efecto invernadero (con potenciales 1.700 veces superiores a los del dióxido de carbono, en el caso del R407C). Por ello, los investigadores del Área de Máquinas y Motores Térmicos estudiarán ahora la utilización del dióxido de carbono como substituto de los gases usados en la actualidad.
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