Técnica y utopía

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Han sido muchos los autores y tratadistas que han afirmado que todas las utopías se realizan. Con el transcurso del tiempo, otros intelectuales no lo han considerado así, pero en cualquier caso podríamos afirmar que la utopía técnica se ha realizado rebasando con mucho tales previsiones. Este presupuesto, planteado en su momento histórico, alentaba la esperanza de que se realizase en el futuro lo que en esos años se formulaba. Podríamos considerar sin equivocarnos que lo que soñaron los pensadores utópicos del siglo XVI, se ha realizado con creces.

El pasado siglo XX puede mostrarse orgulloso de sus avances técnicos, ya que ha superado espectacularmente las fronteras de la utopía, pero sería ingenuo creer que todas las utopías se realizan. Los ensueños técnicos del calabrés Tomás Campanella y de los que pensaban como él, que entonces resultaban utópicos, dejaron de serlo. Hablaban de rascacielos, de bombas de agua movidas por una fuerza artificial, de automóviles. Poseían barcos que podían cruzar los mares sin velas ni remos, movidos por un secreto mecanismo. Con nuevas lentes descubrían estrellas desconocidas. Incluso podían volar. Su ambición, empero, fue limitada. Sin embargo, no llegaron a predecir la posibilidad de oír la voz humana a miles de kilómetros o a años de distancia.

Sin embargo, las utopías sociales no se realizan con la misma facilidad que las técnicas. Ni siquiera las biológicas. Los progresos de la medicina, a pesar de habernos alargado la vida, no han sido capaces, sin embargo, de lograr que el tiempo biológico detenga su marcha y mucho menos de impedir que la muerte sea el fin natural de la vida humana.

Se tiene, en general, la idea de que la técnica no es más que ciencia aplicada; pero en este esquema interpretativo de la técnica se escapa la verdadera esencia del fenómeno. La técnica moderna no ha surgido sólo como secuela de la ciencia moderna, sino correlativamente con ella, y lo que es más importante, correlativamente con el cambio histórico que se halla implícito en el comienzo del mundo contemporáneo. El objeto técnico tiene, evidentemente, un carácter instrumental. Es sólo un medio dispuesto para servir a un fin. Esta nota de mediación, de utilidad, parece conferir a la técnica un carácter de neutralidad que empezamos a dudar si realmente posee. La técnica en sí, se dice, no es buena ni mala, sino que depende del uso que se haga de ella; pero si esto es cierto en miles de aplicaciones concretas, no lo es tanto en cuanto queramos examinar, en una perspectiva más amplia, qué es lo que significa la aparición de la técnica moderna en la historia del hombre.

La técnica nace simultáneamente con la aparición del capitalismo moderno. En el avance técnico se busca lograr un mayor efecto con el menor desgaste de energía. En el capitalismo se busca obtener la mayor ganancia con el menor riesgo y esfuerzo posible. La mentalidad histórica en la que nació el capitalismo es la misma que aquella en la que nació la técnica.

Abundando en el concepto de técnica, su definición general la describe como “grupo de movimientos y de actos en su mayoría manuales, organizados y tradicionales, concurriendo a obtener un fin conocido como físico, químico y orgánico”. Esta clásica definición nos aleja de la esencia de la técnica actual, descrita en el diccionario de la Real Academia Española como “perteneciente o relativo a las aplicaciones de las ciencias y las artes”; “conjunto de procedimientos y recursos de que se sirve una ciencia o un arte”, y “pericia o habilidad para usar de esos procedimientos y recursos”, entre otras acepciones.

Para finalizar este artículo, y haciendo uso de una cierta ironía, bien podemos recordar algunas reflexiones de Albert Einstein, en este año que acaba y que ha protagonizado: “Cuando las leyes de la matemática se refieren a la realidad, no son ciertas; cuando son ciertas, no se refieren a la realidad”. “¿Por qué esta magnífica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida mas fácil, nos aporta tan poca felicidad? La repuesta es ésta, simplemente: porque aún no hemos aprendido a usarla con tino”.

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