Humanidades y educación

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Para no variar, el actual Gobierno, como los anteriores, plantea una amplia reforma educativa de la reforma educativa. La razón que se aduce es que se precisa adaptar la educación a la realidad social española. El problema radica en que dicha realidad social está en continuo cambio, lo que hace que el sistema educativo se encuentre en un estado de reforma perpetua. Quizás sea su estado natural.

Siempre que se plantea una reforma educativa surge una agria polémica en torno al estudio de las humanidades. Siguiendo aquella vieja consigna de hace cuarenta años, “más gimnasia y menos latín”, los sabios o expertos (no es lo mismo) en asuntos de reforma educativa plantean suprimir la carrera de Humanidades de la oferta universitaria y, además, reducir los estudios filosóficos en el bachillerato. Toda una filosofía educativa. Una de las grandes paradojas de las reformas educativas es que siempre son los “saberes humanísticos” los que retroceden o desaparecen, aun cuando todos estamos de acuerdo en que es precisa una formación más humanística. El problema viene, en parte, de la ambigüedad del término “humanistico”, ya que su significado varía según quién lo utilice y con qué fines.

La palabra humanismo comenzó a utilizarse en Alemania a principios del siglo XIX, para referirse al modo tradicional de educación clásica, que precisamente entonces ya comenzaba a cuestionarse. Esta educación clásica proviene de la Italia renacentista, cuna del movimiento humanístico. Se designaba así a los profesores de los studia humanitatis, antigua expresión romana que englobaba cinco disciplinas: gramática, retórica, poética, historia y filosofía moral. Ahora bien, ¿qué es lo específicamente humano de las humanidades? Según Leonardo Bruni, uno de los líderes de la recuperación de estos estudios, reciben este nombre porque «perfeccionan al hombre». El hombre se diferencia de los animales por su capacidad de hablar y, por tanto, de distinguir el bien del mal. Por esta razón, era necesario el estudio de las materias relacionadas con el lenguaje (la gramática y la retórica) o con la ética. La historia se consideraba como una ética aplicada y enseñaba a los estudiantes a seguir los buenos ejemplos y rechazar los malos.

El humanista Charles de Bouelles estableció en un diagrama cuatro niveles de existencia, a saber: existir como una piedra, vivir como una planta, sentir como un animal y entender como un hombre. A estos niveles correspondían otros tantos tipos de ser humano: el haragán, el glotón, el lujurioso y el intelectual, que era el modelo supremo de hombre. Los estudios de humanidades están, por tanto, muy vinculados a la tradición clásica grecolatina surgida de la renovación cultural del Renacimiento europeo, que nos queda ya un poco lejos. Además, son saberes de naturaleza generalista. Es posible que no tengan cabida en nuestras sociedades modernas, tan dadas a la especialización. ¿O tal vez necesitemos especialistas en generalidades?

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