José Manuel Galán
«LAS MOMIAS ME TRAEN UN POCO AL FRESCO»
A José Manuel Galán (Madrid, 1963) le hierve la egiptología en la sangre y, sin embargo, se le podría catalogar como un hombre tranquilo que habla de su fascinación por esta cultura milenaria. Muy alejado de esa imagen de arqueólogo aventurero magnificada por el cine, la conversación le descubre como alguien embarcado en una aventura intelectual todavía más fascinante. Desde hace seis años, este investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) dirige las excavaciones de la tumba de Djehuty, en Luxor (Egipto), donde ha desenterrado la primera imagen frontal de un faraón, la reina Hapshepsut. Galán recibió recientemente el premio de la Sociedad Geográfica Española por sus contribuciones a la egiptología española, una especialidad que no acaba de arrancar en nuestro país por la desidia política y burocrática.
¿Por qué Egipto?
En los últimos años del colegio me gustaba el arte y la pintura. Iba a hacer historia del arte y me encontré de cara con el antiguo Egipto. Ahí cambio todo. Tendría entre 17 y 18 años, y estaba en primero de carrera.
¿Cuál fue la chispa de ese cambio? O quizá le vino de familia…
Descubrí la civilización egipcia un poco tarde. Nadie de mi entorno familiar, ni las amistades, me había hablado de Egipto. Lo que me tiraba era el arte y por eso elegí la carrera de historia. Lo que más me fascinó de Egipto fue comprobar cómo, hace miles de años, ya se escribían cosas muy actuales. Leí las traducciones en inglés -no las había al castellano y por entonces no sabía leer jeroglíficos-, como el cuento de Sinué. Tiene todos los elementos de una narración de viajes, y resulta asombroso pensar que se escribió hace 4.000 años; en el 2000 antes de Cristo, un egipcio, con su faldellín blanco, sentado a la puerta de su casa, compuso un cuento que podría haber sido escrito hoy en día. En esa misma época tenemos papiros matemáticos, médicos, de astronomía, cartas de amor, cartas de un padre a un hijo.
Los textos fueron el detonante.
Sí, los textos. Y comprobé algo que constataría más adelante cuando estudie la cultura egipcia: la esencia del ser humano no ha variado. Somos los mismos. Ha cambiado la moda, la tecnología, pero la esencia del ser humano, los miedos, las alegrías, las tristezas, las miserias y las grandeza siguen siendo las mismas. Sentí la necesidad de leerlo con mis propios ojos, y no depender de traducciones de lo que otros me contaban. Quería acceder directamente a las fuentes. Fue eso lo que me llevó a estudiar egiptología.
Así que todo comenzó con Sinué, el egipcio. Una novela.
Sí, de Mika Waltari. Está inspirada en parte en el cuento egipcio de Sinué.
¿Qué es lo que dice?
Es la historia sobre un egipcio, que sufre un malentendido. Decide huir de su país y se exilia en Siria-Palestina. Era un don nadie, pero allí es donde su capacidad individual sale a relucir. Se convierte en un héroe, alguien importante. Y el rey de Egipto le llama. Le dice que vuelva a su país, que nadie tiene nada contra él, y retorna a Egipto como alguien famoso e importante. Es el descubrimiento de uno mismo. Sinué descubre su esencia egipcia y capacidad como individuo, y vuelve como un héroe. Ésa es la trama que coge Waltari, que añade el personaje del médico que viaja a Babilonia, a Creta, a la capital de los Hititas.
Y toda esta historia entre jeroglíficos…
Me llamaba la atención la razón por la que en Egipto empieza nuestra cultura y mentalidad. Los prehistoriadores buscan el origen del ser humano físico, del homínido, y por ello excavan en Atapuerca. No son arqueólogos sino paleontólogos. Buscan al primer ser humano físico. En Egipto, lo que yo rastreaba era al primer ser humano intelectual. El origen de la mentalidad occidental moderna está en Egipto; es aquí donde está la cuna, y quizá también en Mesopotamia.
La gente identifica la escritura egipcia como los jeroglíficos, formas visuales para expresar lo que se dice. ¿Hasta qué punto es esto correcto?
Los jeroglíficos representan la escritura antigua egipcia hecha sobre piedra. En las escuelas de los escribas se empieza a escribir en hierático, es la escritura cursiva. Para los monumentos, los egipcios utilizan los jeroglíficos, de la misma forma que nosotros usamos las mayúsculas o letras de imprenta. Los usan y reproducen fonemas al igual que nuestra escritura. Lo que ocurre es que recogemos el término jeroglífico para explicar ese juego de imágenes con un significado oculto, como en los pasatiempos de los periódicos, pero esto no es inherente a la escritura jeroglífica, que tiene un signo para la «c», etc. Es cierto que en época grecorromana -muy tardía- los signos tienen una apariencia externa, realista, inspirada en la naturaleza. Los escribas empiezan jugar con ese carácter de imagen que tienen los signos, y hacen un juego entre el autor y el lector. De ahí quizá se coge la idea del jeroglífico como un mensaje oculto, pero en realidad se trata de una escritura normal.
«SOMOS LOS MISMOS. HA CAMBIADO LA MODA, LA TECNOLOGÍA, PERO LA ESENCIA DEL SER HUMANO, LOS MIEDOS, LAS ALEGRÍAS, LAS TRISTEZAS, LAS MISERIAS Y LAS GRANDEZAS SIGUEN SIENDO LAS MISMAS»
Y, sin embargo, las letras son como imágenes, es una escritura tremendamente visual y muy sugerente.
Sí, en otras escrituras antiguas los signos se inspiran en elementos de la naturaleza. Lo que ocurre es que la evolución de la escritura hace que esas formas naturales se pierdan rápidamente y no se reconozcan. En Egipto tenemos escritura cursiva y monumental, mientras que en Mesopotamia sólo hay un tipo de escritura que ha perdido su forma natural. En la cursiva egipcia ya no se reconocen las for-mas, pero en la monumental, sí. Parte del atractivo de la escritura jeroglífica es que, por ejemplo, la «m» es una lechuza, la «d» es una mano, la «b» es una pierna… pero no tienen nada que ver. ¡Cuando lees una «b», no estás leyendo «pierna»!
¿Surgió la escritura en un lugar concreto o de forma simultánea?
No se sabe si ocurrió a la vez o dónde fue primero. Sabemos que sucedió en torno a los 3.000 años antes de Cristo, y parece que surgió en una época muy cercana, tanto en Mesopotamia como en Egipto. Hay quien piensa que empezó en Mesopotamia y que el sistema llegó a Egipto, y otros que comenzó a la vez y que se desarrolló de forma paralela.
¿Qué le sugiere el nombre de Howard Carter y el año 1923?
Fue un arqueólogo muy importante. Hizo muchas cosas, entre otras descubrir la tumba de Tutankamon, aunque no sólo eso. De hecho, Carter excavó algunas tumbas en la zona donde ahora trabajamos, en el proyecto Dehuty. Y nos viene muy bien como trabajo paralelo para fechar algunos de los objetos que encontramos. Pero el descubrimiento de la tumba de Tutankamon es un hito, no sólo en la egiptología sino en la historia de la arqueología: es una tumba espectacular, que conserva no sólo el tesoro de un faraón, sino elementos de la vida cotidiana del Antiguo Egipto de hace 3.300 años. Hablamos del año 1.350 antes de Cristo, y lo interesante, aparte de las joyas, es que guarda la ropa interior del faraón, o las guirnaldas de flores que le hicieron en su funeral, o las jarras de cerveza; no son sólo tesoros de oro, sino que incluye elementos de la vida cotidiana de aquella época.
«LOS PALEONTÓLOGOS BUSCAN AL PRIMER SER HUMANO FÍSICO. YO RASTREO EN EGIPTO AL PRIMER SER HUMANO INTELECTUAL»
¿A qué cree que se debe la leyenda de las maldiciones de las momias?
Al público y a los periodistas siempre les ha gustado la idea de la maldición. En realidad, empieza en el Antiguo Egipto. Lo que llamamos tumbas son en realidad capillas en honor a un difunto. El fallecido se entierra en un pozo que se llena de tierra, donde no se puede acceder. Pero la superestructura, vista en un plano horizontal, y decorada con relieves, es la capilla en honor al difunto, el cual deseaba que la gente visitase esta parte del complejo funerario, abierta al público. Y, desde luego, todo el que entre en el monumento ha de tener buenas intenciones. Existen inscripciones en las tumbas que previenen a aquellos que entran con malas intenciones, advirtiéndoles que el espíritu les perseguirá y hará sufrir a sus descendientes. Se escribe una especie de maldición. Lo que ocurre es que, en el siglo XIX, los primeros arqueólogos excavaban en unas condiciones peligrosas, con malaria y mosquitos, y muchos murieron después de haber hecho un gran descubrimiento. Pero eso es pura coincidencia. Lord Carnarbon murió tras ser picado por un mosquito. Fue quien financió las excavaciones de Howard Carter, y falleció tras el descubrimiento de la tumba de Tutankamon. Algunos miembros del equipo de Carter murieron poco después, pero la maldición de Tutankamon es falsa desde el momento que Carter sigue viviendo muchos años. Hay veces que las cámaras funerarias, al estar selladas durante tanto tiempo, almacenan algún gas o dejan que se desarrollen alguna bacteria peligrosa o cancerígena. Cuando abres una cámara que ha estado cerrada mucho tiempo, lo normal es dejarla respirar un tiempo antes de entrar. Cuando manipulamos las momias usamos mascarilla y guantes de látex. Tomamos ciertas precauciones.
¿Cuál fue su primera impresión al tocar una momia por vez primera?
La verdad es que las momias me traen un poco al fresco. Son un cuerpo humano envuelto en un sudario. No tienen excesivo interés. No siento nada especial. Lo que me atrajo del Antiguo Egipto son los textos, lo que nos cuentan de la vida y mentalidad de los seres humanos. Una parte del equipamiento funerario de una momia proporciona mucha información sobre la sociedad y el individuo. La momia en sí no me dice nada. En una cámara sepulcral, con su momia, encontramos un juego, una especie de backgamon, de damas, un ajedrez. Habla de la sofisticación cultural del momento, de cómo los egipcios le daban a los elementos de la vida cotidiana un carácter simbólico, y por eso meten el juego en la tumba. Los egipcios conciben el paso al más allá, al paraíso, como un campo de pruebas que hay que superar, empezando por el juicio final, como nosotros. Una de esas pruebas es echar una partida a una divinidad; tienes que ganarla y pasar a la siguiente prueba antes de entrar en el paraíso. Este juego tiene una connotación funeraria. Es este tipo de cosas las que me interesan. Me hablan de la mentalidad egipcia, de su sofisticación intelectual.
Ésta es su sexta campaña de excavación en Djehuty. ¿Cómo han evolucionado los trabajos?
Tenemos dos tumbas que son dos capillas funerarias, con dos pozos, decorados en honor a Djehuty y a Hery. Están conectadas por dentro, se juntan con otras tumbas, por lo que el proyecto ha acabado siendo la excavación de una necrópolis subterránea. Es un laberinto de catacumbas. Las tumbas se conectan entre sí más tarde, en época grecorromana.
«LOS TESOROS QUE RELUCEN SON MÁS LLAMATIVOS PARA LA PRENSA Y EL PÚBLICO, PERO CULTURAL Y CIENTÍFICAMENTE NO APORTAN DEMASIADO»
¿Cuál fue el papel social que jugaba Djehuty?
Fue un personaje importante que sirvió curiosamente bajo el reinado de una de las pocas mujeres que ejerció de faraón en la historia de Egipto, la reina Hatshepsut, durante 22 años. Djehuty fue uno de sus oficiales o funcionarios más leales, sirviendo como supervisor del tesoro. Era una especie de ministro de Hacienda y coordinaba a los artesanos que se encargaban de la decoración de los templos de la capital de la antigua Tebas. Quizá por eso desvió hacia su tumba parte del dinero que gestionaba para su reina, para pagar a los artistas y artesanos de primera calidad. Su tumba esta decorada enteramente en relieve y nos habla de lo que hizo para Hatshepsut, sus creencias religiosas, oraciones al dios Amón-Ra, escenas funerarias. Es el año 1500 antes de Cristo, cuando Egipto empieza a salir de sus fronteras para mantener relaciones políticas y comerciales con Siria-Palestina, Sudán, Nubia e incluso Eritrea. Hatshepsut manda una expedición para aprovisionarse de incienso, mirra, oro, pieles de pantera, de elefante. Hay una inscripción muy significativa de esta reina que dice que lo hace para saltarse a los intermediarios, ya que salen muy caros. Djehuty juega un papel importante en este viaje porque es el contable de la reina.
¿Cuál es el hallazgo más importante en estos seis años?
La tabla del aprendiz. Se encuentra expuesta en el museo de Luxor. Fue emocionante. La encontramos rota en pedazos, en distintos lugares del yacimiento y diferentes años. Los trozos de madera estaban cubiertos por una capa de tierra. Fue sólo en la mesa de la restauradora, al limpiarse, cuando vimos que estaban dibujados. Las piezas se unían como en un puzle. Es una pieza muy importante porque documenta muy bien el aprendizaje de la escritura y el dibujo del Antiguo Egipto en el año 1500 antes de Cristo.
¿Cuál era el método?
Se trata de una especie de pizarrín de escuela de madera estucada que se usaba, en una mitad, para ensayar el dibujo, y en la otra, para esbozar la escritura. Lo interesante es que la escritura y el dibujo conservan la mano del maestro y la del aprendiz. El maestro escribe un texto y el aprendiz lo copia al lado, usando signos más grandes y peor trazados. Con el dibujo ocurre lo mismo. En este caso, lo que se ensaya es el retrato frontal de un faraón, y esto es único: el arte egipcio representa el rostro humano siempre de perfil. Tal vez por ser una pieza de consumo interno en la escuela, supone el único retrato frontal de un faraón. El primer año encontramos un trozo, del pie, una pierna con una cuadrícula.
¿Cómo se deduce que se trata de una faraona, una mujer?
Los egipcios dividían la figura humana en 18 cuadrículas, desde el punto situado encima de las cejas hasta las suelas de los pies. La anchura del cuerpo es distinta según el sexo, en los hombres es de seis cuadrículas y en las mujeres, de cinco. Nuestro faraón tiene cinco, por lo que estamos ante el único retrato frontal de una faraona.
¿Son duras las condiciones de trabajo?
Estamos muy contentos. Excavamos en enero y febrero para evitar las altas temperaturas de Luxor, aunque hace calor, polvo, y con las momias usamos mascarilla. Los pozos funerarios son incómodos de excavar. Tienen las dimensiones de un ataúd, dos metros por un metro. Tienes que descender unos siete metros hasta las cámaras, y sí, hay mucho polvo, pero es del bueno… Nadie se queja, es una suerte trabajar allí.
¿Tiene ilusión por encontrar algún tesoro?
La tabla del aprendiz es más valiosa que cualquier joya. Nos transmite un detalle de la vida cultural y artística de hace miles de años, el aprendizaje de escritura y lenguaje, la relación entre alumno y profesor… Y hay otras piezas. Una tela de lino con la fecha de producción, en tinta roja que dice: «tela fabricada el año 2 de Amenothep II». Hablamos del año 1450 antes de Cristo. Y esto es algo único, encontrar una pieza con el año de producción resulta espectacular. Los tesoros que relucen son más llamativos y pueden tal vez aparecer en la prensa, pero cultural y científicamente no aportan demasiado. Del tesoro de Tutankamon no me quedaría con los objetos de oro sino con las inscripciones que nos hablan de él y sus creencias, de la sociedad del momento. Lo que ocurre es que muchas están en oro.
¿Cuáles son las probabilidades de encontrar una tumba con tesoros hoy en día, como el caso de Tutankamon?
El 99% de las tumbas egipcias ya han sido saqueadas. En realidad la tumba de Tutankamon ya fue robada. Los sacerdotes de Amón recuperaron años después parte del ajuar y lo reintrodujeron allí. Por eso, cuando Howard Carter descubre la tumba encuentra todo desordenado, ya que fue colocado apresuradamente por los sacerdotes . Los ladrones antiguos buscaban el oro, la plata y las joyas, no papiros o estatuas de madera, o cerámicas decoradas, sino objetos que pudieran vender en el mercado negro.
¿No parecen contradictorios estos saqueos materiales en una época en la que dominaba el culto a la muerte y al más allá?
Ocurre hoy en día. Se sigue enterrando a sabiendas de que el cementerio en 300 años puede estar arruinado, o puede venir una empresa y construir una urbanización encima de un cementerio. Los egipcios eran bien conscientes de que sus elementos funerarios peligraban, y por ello se ocupaban de cavar hoyos de varios metros de profundidad, y lo deja-ban preparado para que los sacerdotes y descendientes cuidaran de su memoria y no los robaran.
¿Hasta qué punto le gustan las películas de Indiana Jones?
Me divierten y me lo paso bien porque se alejan de la realidad enormemente. Aunque hay algunos detalles que están bien hechos.
¿Cuáles?
Indiana Jones dedica un minuto en el que imparte clase en Chicago y cuenta a los alumnos que la vida de un arqueólogo es más de un ratón de biblioteca que el trabajo de campo, y que el tiempo de la excavación dura muy poco. Y es así. Nosotros excavamos seis semanas y con eso tenemos para investigar el resto del año, en bibliotecas, buscando paralelismos con los objetos que hemos encontrado. Es un buen detalle de la película.
Y no hay una «X» que marque el tesoro.
Ah, pues no (risas). Me encantan esas películas. Lo que no hago es leer novelas de Egipto, como las de Christian Jack, salvo la de Mika Waltari. No me apetece leer ninguna.
¿Hay algo que le apetezca contar antes de que acabemos?
El proyecto Djehuty está dirigido desde el CSIC, engloba a especialistas de distintas especialidades, entomólogos, arquitectos, restauradores. Tenemos una pagina web (www.excavacionegipto.com) que incluye un diario de excavación para divulgar el proceso de la investigación científica en Egipto. Y que es un proyecto de financiación privada, que ahora corre a cargo de la Fundación Cajamadrid. Para humanidades hay cada vez menos dinero, y en vez de luchar por las migajas del Estado decidimos buscar la financiación.
MUY PERSONAL
¿Por qué se decidió por la pintura cuando cursó bellas artes?
Es un ensayo de introspección. Me gustaba sacar lo que llevaba dentro a través de la pintura, desde la egipcia hasta la contemporánea.
¿Pinta ahora?
No, lo dejé.
¿A qué pintor admira más?
Rembrandt. Captó bastante bien la psicología de las personas que retrató, jugando con las luces y sombras, y las miradas. Me gusta tratar de acceder a la mentalidad de los individuos a través de las palabras y textos, cómo piensan y por qué, cómo desarrollan una idea religiosa o política.
¿Su mayor defecto?
Mi mujer me lo echa en cara: la egiptología me absorbe, me queda poco tiempo para leer otras cosas. Prefiero ir al cine. No leo mucho que no sea de Egipto. Sí, es un defecto. El último libro que leí que no era de Egipto fue la Odisea.
¿Hay alguien que todavía le inspira?
El egiptólogo británico Alan Gardiner. Escribió una gramática egipcia. Y no sólo eso. Se interesó por la conservación de monumentos, papiros…
¿Es usted creyente
Sí, creo en Dios. Aunque cuando lees algunos textos egipcios cambia tu perspectiva en muchas cosas sobre el ser humano. Pensar que hace 4.000 años ya se escribían poemas de amor, o cartas de un padre a un hijo, o problemas de matemáticas. Es sorprendente leer cómo en el año 2500 antes de Cristo un egipcio escribió algo como » yo di de comer al hambriento, beber al sediento, vestí al desnudo, fui un marido para la viuda y un padre para el huérfano». Son prácticamente las bienaventuranzas.
¿Conserva alguna utopía desde la infancia? ¿Un sueño que le gustaría haber realizado?
Trabajar en lo que a uno le gusta. Viene de mis abuelos. Uno de ellos era médico y dijo que pagaría por ser médico. No todos pueden hacer lo que quieren, y decía: « pobres de aquellos que sólo disfrutan el fin de semana». Los sueños sí se pueden hacer realidad. Pero hay que trabajar muy duro, no basta soñar.
¿Un deseo para que las cosas mejoren?
Soy partidario de influir en el entorno inmediato. Hay que respetar al vecino que esté sentado en el autobús y al que va conduciendo delante o detrás. Hay que empezar por las cosas pequeñas y cotidianas. Si respetamos a los que nos rodean, el mundo podría ir mejor.