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Si se lleva a cabo el anuncio de su gobierno, los neozelandeses serán los primeros ciudadanos del mundo que tendrán que pagar un impuesto, 1,65 euros semanales, por el consumo de electricidad, petróleo y gas. El objetivo del gobierno es que estas energías contaminantes resulten más caras que las limpias, como la hidráulica, eólica o solar, y ayudar de esta forma a frenar el cambio climático. Las autoridades estiman que este impuesto encarecerá en un 6 % el coste de la energía en los hogares y en un 9 % el de la empresas. También estiman que con este impuesto se recaudarán 204 millones de euros, pero que esto no gravará la economía de los ciudadanos al introducir otros cambios fiscales.
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