Lo líquido

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El estado líquido sugiere un estado maleable, dado a extender-se y abarcar la mayor parte de superficie posible. Lo líquido no está sujeto a ser retenido, lo fluido es una sustancia que no puede mantener su forma a lo largo del tiempo, ya que según el Diccionario de la Lengua Española de la RAE «sus moléculas tienen tan poca cohesión que se adaptan a la forma de la cavidad que las contiene». Posiblemente, por esta razón, parece que para el filósofo Zygmunt Bauman (1925) el estado líquido es el más acertado para definir estos tiempos. Este catedrático de sociología polaco es un lúcido pensador de este presente convulso, agudo pensador social, crítico de nuestro tiempo y conocido, sobre todo, por ser el acuñador de una acertada metáfora sobre la contemporaneidad: la «modernidad líquida». En la década de 1990 empieza a publicar una serie de libros, de diferente temática sociológica, unidos por el hilo conductor común de ese estado líquido que trataremos de describir. Títulos como Modernidad líquida (Fondo de Cultura Económica, 1999), Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos (Fondo de Cultura Económica, 2005), Vida líquida (Paidós Ibérica, 2006), Miedo líquido: La sociedad contemporánea y sus temores (Paidós Ibérica, 2007), Tiempos líquidos (Tusquets, 2007) y Los retos de la educación en la modernidad líquida (Gedisa, 2007) dan cuenta del éxito de las teorías de Bauman.

«BAUMAN NUTRE LAS CIENCIAS SOCIALES DE TÉRMINOS DE LA FÍSICA PARA INTENTAR DEFINIR NUESTRA SOCIEDAD ACTUAL. QUIZÁ ESE PASO DE UN ESTADO A OTRO, DE LO SÓLIDO A LO LÍQUIDO, CARACTERIZA UNA SOCIEDAD CON MENOR COHESIÓN, DIFUSA, CON VARIABILIDAD DE FORMAS»

Sin duda, la interpretación de la modernidad como un «tiempo líquido» es una de sus mayores contribuciones a la sociología contemporánea. La expresión trata de narrar el tránsito de una modernidad «sólida» —estable, cíclica— a una «líquida» —flexible, voluble— en la que las estructuras sociales no subsisten el tiempo necesario para solidificarse y no son válidas como referencia para los actos humanos. Así, el autor contrapone la modernidad sólida a la líquida, porque no comparte la noción clásica de modernidad versus postmodernidad, y por ello redefine el concepto de modernidad con los adjetivos sólido y líquido. Explica Bauman: «La modernidad sólida, ya desaparecida, mantenía la ilusión de que el cambio modernizador acarrearía una solución permanente, estable y definitiva de los problemas, la ausencia de cambios. La modernización en la modernidad sólida transcurría con la finalidad de lograr un estadio en el que fuera prescindible cualquier modernización ulterior. Pero en la modernidad líquida seguimos modernizando, aunque todo lo hacemos hasta nuevo aviso. Nos limitamos a resolver un problema acuciante del momento, pero no creemos que con ello desaparezcan los futuros problemas. Cualquier gestión de una crisis crea nuevos momentos críticos y así en un proceso sin fin. En pocas palabras: la modernidad sólida fundía los sólidos para moldearlos de nuevo y así crear sólidos mejores, mientras que ahora fundimos sin solidificar después». El filósofo apostilla: «Una modernidad sin modernización es como un río que no fluye» (extracto de la entrevista de Daniel Gamper a Zygmunt Bauman, mayo de 2004).

Bauman nutre las ciencias sociales de términos de la física para intentar definir nuestra sociedad actual. Quizá ese paso de un estado a otro, de perder lo sólido para transitar a lo líquido, caracteriza una sociedad con menor cohesión, difusa, con variabilidad de formas y, a su vez, justifica la imposibilidad de la sociedad actual de permanecer en un estado. Con el estado líquido, cambiamos la libertad a costa de la seguridad. Si Freud ya advirtió que gran parte de los problemas de la modernidad se originarían en la renuncia a gran parte de nuestra libertad para conseguir más seguridad, en la modernidad líquida esa «profecía» ya ha tenido lugar y los individuos han renunciado a gran parte de su seguridad para poseer más libertad.

Bauman narra nuestras contradicciones, las tensiones no sólo sociales, sino también existenciales. Nuestras relaciones no han sabido encontrar su sitio en una modernidad ofuscada y compulsiva. Pero la incertidumbre en que vivimos se debe también a otras transformaciones que el sociólogo señala como: la separación del poder y la política, el debilitamiento de los sistemas de seguridad de protección al individuo, la renuncia al pensamiento crítico y a la planificación a largo plazo. Las teorías de Bauman renuevan viejos preceptos presocráticos que ya apuntaban a la necesidad de adaptabilidad de los individuos a su tiempo. Heráclito de Éfeso, el llamado filósofo físico, pensaba que el mundo procedía de un principio natural y se hallaba en un cambio constante. Sin duda, su famosa sentencia «nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña» adquiere con las teorías líquidas baumanianas un sentido especial.

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