En el país de los números

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Lewis Carroll, seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson, (Daresbury, Cheshire, 27 de enero de 1832 – Guildford, Surrey, 14 de enero de 1898), fue sacerdote anglicano, lógico, matemático, fotógrafo y escritor. Su brillantez como matemático le hizo ganar en 1857 un puesto de profesor de matemáticas en Christ Church, que desempeñaría durante los 26 años siguientes. Aparte de sus conocidos libros Alicia en el país de las maravillas y Al otro lado del espejo, también escribió relatos, adivinanzas y juegos de lógica y geometría, artículos y libros de tema matemático como el Tratado elemental sobre determinantes, con aplicaciones en ecuaciones lineales y algebraicas, El juego de la lógica, Euclides y sus rivales modernos y Lógica simbólica en dos volúmenes (el segundo apareció cuando ya estaba muerto).

Su pasión por las matemáticas marca su obra. Robin Wilson en Lewis Carroll en el país de la numerosa fantástica vida matemática (Turner, 2009) compila narraciones, adivinanzas, rompecabezas y juegos que Carroll fue creando paralelamente a su obra literaria. Sin duda, sus personajes de Alicia en el país de las maravillas y Al otro lado del espejo están sujetos a la lógica matemática. Pongamos por ejemplo el caso de los metagramas, un homomorfismo creado por Lewis en 1878 y descrito como: «un crucigrama que te quita la migraña, si la tienes, y te la da, si no la tienes», en el que, a semejanza de las series numéricas, debe sustituirse una letra en una palabra, de manera que conjuguen entre ellas dos opuestos, que es lo que ocurre para convertir amor en odio: «amor / amar / asar / asir / asió / apio / opio / odio». Los números en la obra de Lewis, como las palabras, forman paradojas lógicas que aumentan el sinsentido, el absurdo de sus historias, para hacernos reflexionar. Otra variante de sus juegos matemático-literarios son los acrósticos: «A boat beneath a sunny sky / Lingering onward dreamily / In an evening of July / Children three that nestle near, / Eager eye and willing ear«. La primera letra de cada oración va formando el nombre de la niña para quien escribió Alicia en el país de las maravillas, Alice Pleasance Lidell.

El poeta Leopoldo Panero preparó una edición de divertimentos lógicos del escritor inglés bajo el título de Matemática demente (Tusquets, 2009), con un extendido prólogo en el que, entre otras cosas, justifica por qué un matemático escribía cuentos para niños. Según Panero, la razón es que el niño carece de yo, no tiene un otro y, en consecuencia, no se oculta aún detrás del yo: «Porque un in-fans (lo que en latín significa un sin palabra) no habla y, por consiguiente, no es otro» (op. cit., p. 30).

«DODGSON Y SU ÁLTER EGO LEWIS CARROLL INTENTARON ACERCARNOS LAS MATEMÁTICAS INSERTÁNDOLAS EN NARRACIONES Y FÁBULAS. ES UN EJEMPLO MÁS DE QUE LA INTERDISCIPLINARIEDAD TIENE FRUTOS POSITIVOS EN UN TIEMPO EN EL QUE MANDA LA ESPECIALIZACIÓN»

Un ejemplo más de la unión de su vocación literaria y su pasión por las matemáticas lo encontramos en sus comentarios del libro los Elementos del matemático griego Euclides. Durante unas vacaciones de Pascua, Charles Dodgson empezó a dar clases de geometría a su hermana Louisa y, tras comprar la edición inglesa de Chamber, consideró que era una mala edición porque agregaba y a la vez omitía pasajes de la obra original: «Nadie puede arrogarse el derecho de alterar los textos originales que pretende comentar». Para solucionarlo redactó un folleto matemático para clarificar el texto y sugerir planteamientos alternativos, y así nació Notes of the First Two Books of Euclid (1806).

Con el tiempo, llegó a escribir unos 200 folletos y algunos, como el de Euclides, más tarde se convirtieron en libros. Su afición a entremezclar géneros le llevó a escribir un folleto a modo de tratado de geometría formal lleno de ironía sobre la elección para los escaños de la Universidad de Oxford titulado The Dynamics of a Parti-cle (Dinámica de una partícula), en el que parodia definiciones de Euclides como ésta: «Un enfrentamiento plano es la inclinación mutua de dos votantes, que se encuentran uno con otro en el mismo plano y cuyas opiniones no siguen la misma recta» (Robin Wilson, op. cit., p. 111). Sin duda, es una manera atractiva de presentar la geometría e incluso útil para contrarrestar las críticas: «Siempre es posible prolongar hasta donde se quiera un argumento finito (es decir, requeteusado y manido) en debates posteriores» (op. cit., p. 112).

Dodgson y su álter ego Lewis Carroll intentaron acercarnos las matemáticas insertándolas en narraciones y fábulas. Es un ejemplo más de que la interdisciplinariedad tiene frutos positivos en un tiempo en el que manda la especialización, por lo que cuanto más acotada sea nuestra materia de estudio o trabajo, mejor. Siguiendo su ejemplo, deberíamos dar a los estudios un enfoque más transversal para trabajar la inteligencia de los niños desde un enfoque más amplio en el que los textos literarios tengan cabida en las clases de matemáticas y a la inversa.

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